Buceando en la leyenda

Buceando en la leyenda

sábado, 19 de mayo de 2018

¿Existió Artemisia?


Artemisia es un personaje femenino de la Antigüedad que rompe moldes. No es fácil encontrar en las páginas de los libros de Historia a mujeres que dirigieron hombres en los sangrientos campos de batalla, por lo que es chocante encontrar a la tirana de Halicarnaso al mando de una parte de la flota del rey Jerjes  durante las batallas navales de las Guerras Médicas (s. V a.C.).  Y por si fuera poco, fue una consejera muy valorada por el monarca persa, no solamente en el campo de batalla, si no fuera de él, ya que puso a sus propios hijos a su cuidado. Por todo ello, Artemisia se merece aparecer en como protagonista  en la película de 300, el origen de un imperio.

Gracias a Herodoto, el padre de la Historia, y nacido también en Halicarnaso, conocemos algunos detalles de su vida, y sobre todo de su actuación en la batalla de Salamina, encuentro decisivo que supuso la victoria de los griegos sobre los persas. En este punto hay que poner en relieve que hubo muchas ciudades-estado griegas que apoyaron a al rey Jerjes en su intento de conquista del resto de Grecia. Y entre ellos estaba Artemisia, dirigente de Halicarnaso, que se encontraba en la zona asiática, como muchas otras ciudades griegas. Por lo tanto no es la humilde joven vejada y resentida de los griegos que aparece en la película ya mencionada, si no que una mujer poderosa que opta por una opción política que cree más razonable para sus intereses y los de su pueblo.
La actriz Eva Green en la película 300, el origen de un imperio (blogtabula.blospot.com)

Sin entretenerme mucho en los sucesos que llevaron al gran enfrentamiento naval del 480 a. C., uno de los más decisivos de la historia de los conflictos bélicos, lo que engrandece aún más a la figura histórica de la que estoy hablando es el hecho de que ser mujer no le invalidara para dar consejos al mismísimo Jerjes, uno de los monarcas más poderosos de su época, sino que además presentara un plan de batalla alternativo distinto al que al final se adoptó y que dio como resultado la gran derrota persa de Salamina. Su propuesta, compartida por Mardonio y otros más, era la de no presentar batalla contra los barcos griegos, si no mantenerlos a raya mientras se llevaba a cabo un asalto a las tierras del Peloponeso para que las naves pertenecientes a las ciudades de dicha región (entre ellas de Esparta) dejaran la flota, quedando solos los atenienses y sus más firmes aliados. Sin duda, hubiera sido una baza ganadora que proponía dividir a los griegos aún más de lo que ya estaban.

Aunque Artemisia solo pudo sumar 5 barcos a la gran flota persa, Jerjes la nombró comandante de la división de naves dorias.

Una de las acciones más polémicas de la batalla de Salamina, y que es narrada por el gran Herodoto, tiene a Artemisia como protagonista. En un momento concreto, en medio de la vorágine que envuelve de caos y de muerte a las naves que se estaban enfrentando, una trirreme griega seguía a la nave de nuestra protagonista. Ella intentó zafarse de la amenaza que suponía que aquel barco embistiera con el poderoso espolón metálico que sobresalía a proa, y que podía dañar gravemente a cualquier barco hecho de madera. En un momento de la persecución, la nave de Artemisia se encontró obstaculizada por cinco naves persas, es decir, de su propio bando. Sin tener mucho tiempo para la reflexión, ordenó que embistieran a uno de los barcos que le obstaculizaban el trayecto para así poder escapar de la amenaza de tener a un enemigo ansioso de poder asaltarla y acabar con  ella y su tripulación; en este punto hay que reseñar que los atenienses habían puesto precio a su cabeza, ya que no podían tolerar que una mujer se hubiera alzado contra ellos.

Mientras todo esto ocurría en el mar, en una posición elevada en tierra los miembros del estado mayor de Jerjes anotaban el comportamiento de los comandantes navales para luego pasarle la información al rey. Pero hubo una malinterpretación de la actuación de Artemisia, ya que los generales persas pensaron que había embestido a un barco enemigo griego en vez de a uno de los suyos, antes de escapar. Por ello, y al pensar que se había comportado de una manera impecable y valiente, Jerjes exclamó aquella famosa frase que dice: “Mis hombres se han convertido en hombres, y las mujeres en hombres”, sin duda cuando estaba decepcionado por la actuación de la mayoría de sus almirantes en el transcurso de la batalla.


Fuente: Salamis 480 BC, de William Shepherd

lunes, 2 de abril de 2018

El guerrrero que no pudo huir de su destino.



Hay personas que parece que no pueden escapar a su destino. Es como si nada de lo que pudieran hacer o decir, pudiera evitar un fin establecido de antemano por algún tipo de fuerza invisible capaz de trazar el final de la biografía de algún hombre, aunque este sea el caso de un noble poderoso.

Ali ibn al-Athir (1160-1233) es un historiador árabe, que vivió en la zona que conocemos como Oriente Medio, durante parte de la época de las Cruzadas, ya sabéis aquella serie de guerras desastrosas que tiñeron de sangre, tanto cristiana como musulmana, las tierras de Palestina, Siria, Líbano… durante los siglos del Medievo. Es más, al-Athir participó en distintas batallas, ya que fue un soldado al servicio del famoso Saladino (c.1137-1193).

Gracias a su obra escrita, conocemos la historia del visir de Egipto al-Afdal (1066-1121), y más en concreto de su hijo Sharaf, bastante supersticioso, por cierto, como tendréis ocasión de conocer en breve.
 
 
 
 
 
 

Sharaf fue un general victorioso, pero cuando trataba de rematar al adversario surgía alguna complicación de última hora que evitaba un triunfo que hubiera sido decisivo para acabar con los cruzados. Así, en 1102, un ejército egipcio de 20.000 hombres cogió por sorpresa a las tropas de Balduino I cerca del puerto de Jaffa. El mismo rey cristiano de Jerusalén tuvo que esconderse boca abajo entre los juncos para no caer prisionero, mientras la mayoría de sus soldados eran masacrados. Ese día, el ejército de El Cairo podía haberse apoderado de Jerusalén pues la ciudad carecía de defensores y el rey estaba desaparecido, según nos cuenta el cronista al-Athir, pero la llegada de refuerzos cruzados por mar y la indecisión de Sharaf hizo que no prosperara la operación militar.

Al año siguiente, y al otro, el señor de El Cairo volvió a intentarlo, pero siempre algún acontecimiento improvisto frustraba las intentonas de Sharaf. Era un general valeroso, pero -nos dice Ibn al-Athir-, sumamente supersticioso:

“Le habían predicho que iba a morir de una caída de caballo y, cuando lo nombraron gobernador de Beirut, mandó que levantaran todo el empedrado de las calles por miedo a que resbalara su cabalgadura. Pero la prudencia no pone a cubierto del destino.”

Sharaf murió finalmente en el campo de batalla: se le encabritó el caballo en un momento de calma, sin que nadie lo atacara, y murió tras la caída. De esta manera murió haciendo cierta aquella profecía maldita, haciendo vano cualquier esfuerzo de intentar evitar su aciago destino.

 

Fuente principal: Las cruzadas vistas por los árabes, de Amin Maalouf.
Imágenes: Wikipedia.

 

 

viernes, 23 de febrero de 2018

¿Fue Nelson Mandela un terrorista?



La Historia está repleta de mitos y personajes glorificados, marginados y despreciados, que los historiadores tienen el deber de poner en su sitio con la equidad que ejerce un juez cuando preside los tribunales. La imagen que se tiene de Nelson Mandela (1918-2013), en general, es la de un hombre negro que luchó hasta el fin porque en su país, Sudáfrica, convivieran en libertad y con los mismos derechos cualquier persona sin tener en cuenta su credo o raza. No hay que olvidar que la segregación racial que supuso la instauración del llamado apartheid, hizo que la comunidad nativa viviera de manera marginal, con respecto a los blancos, en una tierra que había sido suya antes de que llegaran los colonos procedentes de Europa. En este sentido, los esfuerzos de Nelson Mandela, su implicación política, fueron legítimos y justos por alcanzar una sociedad igualitaria donde los negros eran por ley marginados.

Todo ello es indiscutible. Lo que se pasa por alto, cuando se analiza la figura de Mandela en cualquier biografía o documental, o se comenta de pasada sin hacer hincapié, es que el sudafricano, a diferencia de Gandhi, legitimó el uso de la violencia para intentar conseguir sus fines que eran de una justicia innegable.

El 18 de julio de 1918 nació en Mvezo con el nombre de Rolihlahla, que quiere decir en lengua isixhosa “el que empuja la rama de un árbol”, o el “que causa alboroto”. Creció en el seno de una tribu alejado del mundo de los blancos. Su padre tenía un cargo importante de consejero que el acabaría heredando. Su maestra le puso de nombre Nelson, cuando tenía 7 años, para que los occidentales no tuvieran problema en pronunciar su nombre. Cuando el regente de la tribu le concertó un matrimonio de conveniencia, Mandela huyó a Johannesburgo donde tomaría conciencia de la discriminación sufrida por la población de color.
 
 
 



En 1941 entró a formar parte del ANC (Congreso Nacional Africano), partido político fundado en 1912 para acabar con la discriminación. En 1948 el Partido Nacional ganó las elecciones, implantándose la segregación racial del apartheid. Mandela pudo sacarse el título de abogado, y alternaría la defensa de los ciudadanos negros que acudían en masa al único bufete de abogados que podía defenderlos, con su participación política en el ANC.

En 1960 se produjo la matanza de Shaperville: 69 muertos en manifestaciones contra el gobierno racista. Se ilegalizó el partido de Mandela, y la actividad de éste pasó a la clandestinidad. Tras la matanza, el radicalismo se impuso en Mandela y el resto de sus compañeros: fundaron la agrupación Umkhoto we Sizwe (“arpón del pueblo”), el que sería el brazo armado del ANC. Es decir, Mandela optó claramente por la violencia.

En 1962 viajó a Etiopía y Argelia donde recibió adiestramiento militar. Tras regresar a Sudáfrica, en junio de 1964, tras el proceso de Rivonia, sería condenado a cadena perpetua, con otros 19 compañeros; se libró de la pena de muerte por poco. Estuvo en la cárcel casi 30 años. Pudo salir en 1990. En 1993 se le otorgó el Premio Nobel de la Paz y, al año siguiente, fue elegido presidente de Sudáfrica. Murió en 2013.  Como dirigente de su país, se preocupó por la conciliación de todos sus ciudadanos, fueran blancos y negros, olvidando el pasado violento, siendo un ejemplo para el resto de las naciones.

Ahora bien, cuando estaba en prisión le propusieron un trato: si renunciaba a la violencia le liberaban; esto fue en el año 1985. El rehusó. Lo que refleja este dato es que la postura de Mandela respecto a la violencia fue clara en ciertos periodos de su larga vida. No he encontrado en ningún sitio su implicación en ningún acto terrorista, pero la organización armada de la que era miembro (Umkhonto we Sizwe) haría multitud de sabotajes antes de que él ingresara en prisión y, una vez dentro de ella, una serie de atentados producirían víctimas civiles, entre los que destacan:

-Atentado  con 19 muertos en Church Street en Pretoria (1983).

-Atentado con coche bomba en Durban, con 3 muertos (1986).

-Atentado de Roodeport contra el banco Standard, 6 muertos (1988).

 

El Congreso estadounidense aprobó incluir a la Lanza de la Nación en la lista de organizaciones terroristas extranjeras: Nelson Mandela permaneció en la lista estadounidense de terroristas hasta el año 2008.

La organización Umkhonto we Sizwe se disolvió en el año 1990, en el mismo año que Mandela obtuvo la libertad.

 

Fuentes:

-Podcast Personas con Historia.

-Los grandes personajes de la Historia, de Canal de Historia.

-Wikipedia.

viernes, 26 de enero de 2018

Señales en el cielo: Augusto y el cometa.



Julio César fue asesinado en el año 44 a.C. en Roma, en lo que sería uno de los magnicidios más famosos de la Antigüedad. Con un historial repleto de victorias ante su rival político y militar, Pompeyo, y contra los galos, César parecía destinado a alcanzar el poder absoluto de la renqueante república y convertirse en su primer emperador, pero la conspiración perpetrada por un grupo de senadores hizo que el honor recayera en otro hombre: Octavio Augusto, su heredero y, a la vez, sobrino-nieto.

El heredero de Julio César no lo iba a tener fácil, y los habitantes de los territorios  romanos tendrían que seguir sufriendo las penalidades de la guerra ya que había otros que codiciaban acceder a la cúspide el poder, entre los que destacaba Marco Antonio, hombre de confianza de César, y militar muy capaz y aguerrido.

El periodo de transición que supuso el cambio de sistema político de república a imperio es verdaderamente apasionante y seguro que lo seguiré tratando en otras entradas, pero esta se la dedico a un fenómeno meteorológico en concreto dentro de la sección que he bautizado como “señales en el cielo”, y que fue la aparición de un cometa en un momento verdaderamente oportuno.
 
 
 
Moneda acuñada hacia el 19 a.C., con la imagen de Augusto en el anverso y la de un cometa en el reverso (Wikipedia).
 


Hay que reconocer la habilidad que tenían los hombres poderosos de los siglos pasados para verter a su favor los fenómenos de la naturaleza desconocidos, haciendo ver a sus mesnadas o redes clienterales que un cometa, por ejemplo, se podría considerar como una señal divina que quería mostrarles algún tipo de mensaje en relación con el monarca de turno para que hiciera tal cosa o la otra, y que la divinidad correspondiente le ayudaría a ganar alguna batalla o tomar al asalto algún trono. Durante la Guerra de las Rosas (1455-1487), se produjo en el cieloun fenómeno óptico llamado parhelio que produce la percepción de que el sol sedivide en tres, y que atemorizó a los soldados que iban a librar la batalla; el líder de un bando, el que llegaría a ser Eduardo IV de Inglaterra, le aseguró a sus mesnadas que el triple sol que veían en realidad era la santa Trinidad, y que Dios estaba de su lado. El farol surtió efecto y la victoria se decantó de su lado.

Bastantes cientos de años antes, a finales del año 43 a.C., en los estertores del periodo republicano de la Antigua Roma, durante unos juegos ofrecidos en recuerdo de Julio César, apareció en los cielos un cometa. De forma deliberada y aprovechando la ignorancia lógica de unas gentes humildes que no tenían unos conocimientos de los que gozamos en la actualidad en gran parte del mundo, se hizo entender al pueblo de Roma que era el espíritu de César que se dirigía a la morada de los dioses. Como consecuencia de todo ello, Octaviano, su heredero, se convertía en “hijo del divino de César”, lo que lo legitimaba a ojos de los dioses, ni más ni menos. Con el tiempo, Octaviano llegaría a ser el primer emperador de uno de los imperios más grandes y duraderos de toda la Historia.

Fuentes:

-Historia Universal. Roma. De Julio Mangas.

-El ejército de César Augusto, de Ross Cowan.

martes, 19 de diciembre de 2017

El terrible error del Mossad que no cuenta la película "Munich".



En el año de 2005 se estrenó Munich, de Steven Spielberg. El argumento de la historia es tan antiguo como el Hombre, ya que habla de la venganza, de cumplir la máxima escrita en la misma Biblia y que se puede resumir en aquella frase del ojo por ojo. En 1972 se celebraban en la ciudad alemana los Juegos Olímpicos, una celebración deportiva que los griegos antiguos consideraban época de tregua y de paz, pero que los palestinos de la organización terrorista de Septiembre Negro, aprovecharon para desencadenar los acontecimientos tan terribles que llevarían a la muerte de once atletas israelíes y de ellos mismos.

La cinta cuenta con detalle como el gobierno de Golda Meir (1898-1978) dispone todo para que un grupo de agentes secretos se encarguen de localizar y eliminar a todo aquel que hubiera participado de algún modo en aquel baño de sangre que conmocionó al mundo entero el verano de aquel año. Uno a uno, llegarían a ser eliminados de una manera casi quirúrgica, evitando daños colaterales, a palestinos supuestamente involucrados en la organización terrorista en diversas ciudades europeas, como Roma o París. Sirviéndose de la información proporcionada por diversos contactos, el servicio secreto del Mossad israelí empezaría a tejer la red de la que siempre se escapaba el principal sospechoso de ser el cerebro del atentado terrorista de los atentados de Munich, Alí Hassan Salameh.
 
 
Terrorista palestino asomado a un balcón durante los trágicos sucesos ocurridos durante las Olimpiadas de Múnich (IMAGEN DE WIKIPEDIA)
 

 
 
La eliminación del príncipe rojo, que era el apodo de Salameh, sería algo así como la guinda del pastel de la llamada operación Cólera de Dios, pero era como si se lo hubiera tragado la Tierra o hubiera emigrado a Marte; simplemente no se tenía constancia de su paradero. Pero todo cambió cuando un soplón dio un nombre y un lugar: Salameh se encontraba en una pequeña localidad de Noruega, Lillehamer.

La información se dio por buena y se envió de manera apresurada a un equipo hacia aquel frío país del norte de Europa donde todos eran rubios, y no sería difícil encontrar a un palestino, aunque tampoco sería sencillo pasar desapercibido a un grupo de agentes secretos de origen semita. Al seguir al supuesto terrorista, los israelíes no tuvieron en cuenta el detalle de que el objetivo conocía a la perfección las calles de Lillehamer, y es que el supuesto Salameh se trataba en realidad de Ahmed Bouchiki, un marroquí que llevaba cinco años viviendo en el lugar, y que trabajaba de camarero.

Tras dar el visto bueno la dirección del Mossad en Israel, se dispuso todo para la eliminación física del objetivo. Cuando paseaba por la calle acompañado de una mujer, que era la esposa noruega de Bouchiki y que se encontraba embarazada, los pistoleros se acercaron y descargaron sus armas sobre el marroquí acabando con su vida en el acto. De allí huyeron a toda prisa pero la policía noruega pudo apresar a seis agentes del Mossad. Tras el interrogatorio los sospechosos se derrumbaron y dieron los detalles, con pelos y señales, de toda la operación, desatando un auténtico escándalo de proporciones planetarias. Es decir, que el mundo se enteró de toda la operación que había puesto en marcha el gobierno de Israel para vengar la matanza de atletas israelíes en las Olimpiadas de 1972. Los agentes del Mossad serían juzgados y condenados en su mayoría, aunque los ejecutores habían logrado escaparse, la operación sería cancelada, y la vergüenza caería sobre el gobierno de Meir y de el Mossad en una auténtica chapuza que dejaría, -lo peor de todo-, a una mujer viuda con el hijo de una persona asesinada en sus entrañas, siendo huérfano antes de nacer.

Toda esta historia es omitida enteramente en la magnífica película de mi admirado Spielberg, aunque es posible que sirva de inspiración para que pueda ser contada en otra que hablara sobre los peligros que conlleva la venganza irracional, de como el odio que engendra una acción asesina y despiadada puede provocar otra acción igualmente abominable.

POSDATA: Salameh sería asesinado en 1979 tras ser localizado en Beirut. El método usado sería el de detonar un coche bomba. Además, se supo que el que dio la información falsa del paradero de Salameh de Noruega era un agente doble que la dio a sabiendas de que era falsa. Como curiosidad final, Ahmed Bouchiki, el inocente asesinado por el Mossad en Lillehamer, era hermano de Chico Bouchiki, uno de los fundadores del grupo musical Gipsy Kings.
 
Fuente principal: Wikipedia.

jueves, 23 de noviembre de 2017

El ocaso de los héroes: los Vara del Rey.



En la Edad Antigua y en la Medieval no era extraño ver a los monarcas y generales al frente de sus soldados durante el fragor de la batalla. Entonces era más importante que las tropas se vieran reconfortadas con la visión de su líder compartiendo los riesgos de la guerra, que el hecho de que el mismo estuviera en la retaguardia a salvo, pero dirigiendo de una manera acertada los movimientos tácticos del ejército. Cuando llegó el Renacimiento, hacia el siglo XV, la cosa cambió, y desde entonces los generales se mantuvieron en una posición atrasada pero segura lejos de las explosiones de la artillería y de las cargas de caballería; hay ejemplos notorios como es el caso de Carlos I de España o de Francisco I de Francia, que resultó cautivo tras la batalla de Pavía (1525), en los que los reyes-guerreros se comportaron de manera valerosa en ciertos enfrentamientos bélicos, evocando con su actitud antiguas costumbres medievales que se extinguirían al pasar los siglos.

 

En 1898 un acorazado norteamericano, el Maine, que se encontraba anclado en las aguas del puerto de La Habana, estalló en mil pedazos, sin saberse aún las causas reales que produjeron la explosión, pero sirviendo de excusa para que los poderosos Estados Unidos declarasen la guerra a España. En una guerra extremadamente desigual, un coloso aplastaría al decadente imperio español, que no pudo nada más que oponer gallardía y valentía contra la que llegaría a ser en unos pocos años la primera potencia mundial. Y de los muchos héroes que cumplirían con su deber, destacaría la figura del general español Joaquín Vara del Rey y Rubio (1840-1898), que compartiría con sus escasas tropas sufrimiento y valor en una de las acciones más heroicas de aquella guerra que cambiaría a España y al Mundo.
 
 
 

 

Vara del Rey nació en Ibiza, con 15 años hizo su ingreso en las fuerzas armadas, y se labró una dilatada experiencia bélica participando en las guerras del Sexenio Revolucionario y de Filipinas, donde logró desarticular la importante partida de José Maceo, lo que le valió el ascenso a general. Al estallar la guerra en Cuba pidió el traslado a la isla para seguir cumpliendo con su deber de guerrero.
 
 
 

 

El 1 de julio de 1898, en los altos de El Caney, 6.650 soldados norteamericanos se enfrentaron a 527 soldados españoles a cuyo mando se encontraba el veterano general Vara del Rey, acompañado de tres de sus hijos y un hermano suyo, todos oficiales.  Era una diferencia de 12 a 1, algo imposible de salvar, pero ni con esas se iban a echar atrás las tropas hispanas. Los yanquis, confiados, esperaban acabar con la débil guarnición en apenas un par de horas, pero se encontrarían con una tenaz resistencia de más de nueve horas; quedó manifiesto que el espíritu indomable de el general se extendió a los soldados a su mando. Para los norteamericanos fue un auténtico calvario avanzar palmo a palmo mientras las balas de los fusiles llovían sobre el terreno que intentaban tomar. Aunque la defensa fue a ultranza, la lógica de los números se impusieron y general español ordenó replegarse a las tropas supervivientes a la plaza de la iglesia donde ofrecería su defensa final. Una bala perdida le hirió de gravedad ambas piernas, y tuvieron que llevárselo en camilla. Cuando transitaban un camino oculto, una partida de soldados estadounidenses los descubrió y abrieron fuego sobre los españoles, matando al general y a dos de sus hijos. Su hermano, un teniente coronel, fue herido y hecho prisionero, además del hijo que sobrevivió, con el rango de capitán. Sin duda fue una auténtica tragediafamiliar, comparable a la sufrida por los Custer apenas unos años antes, en1876, luchando con los indios en Little Bighorn.

 

Fuentes:

-El desastre de Cuba, 1898, de Fernando Puell.

-San Juan Hill 1898, de Angus Konstan.
 
-Imágenes de la estatua de Vara del Rey en Madrid, por Benjamín Ávalon.

martes, 24 de octubre de 2017

El Cid, ¿un mercenario?

La figura histórica de Rodrigo Díaz, el llamado "Cid Campeador", ha sido y sigue siendo manoseada y maltratada tanto en el pasado, en la época franquista, como en la actualidad. El afamado héroe castellano vivió en una época en la que una España unida y cristiana, frente a un enemigo musulmán, es simplemente una idealización: la Península Ibérica durante la Edad Media era un crisol de reinos musulmanes y cristianos que luchaban de una manera desordenada entre sí, con la única intención de sobrevivir y hacerse más grandes para no acabar siendo absorbidos. Ante este panorama, no es de extrañar que algún reino cristiano se aliara con el reyezuelo de alguna taifa para luchar contra otro monarca musulmán, a su vez aliado con algún señor católico. No importaba la religión del enemigo, si no como lograr más poder. El mundo era así de complicado por entonces.

En cambio, en la actualidad, decir que el Cid era un mercenario, sin más, es un mantra demasiado usado, sin tener en cuenta que la biografía de este noble castellano es mucho más rica y nos da una serie de datos de gran interés que nos descubren la historia apasionante de un hombre hecho a sí mismo, y de unas cualidades excepcionales, aún teniendo en cuenta la parquedad de las fuentes y la siempre posibilidad de que el mito contamine las mismas, con ropajes legendarios adornando sus hechos y batallas.








Decir que Rodrigo era un señor, al mando de una mesnada compuesta de fieles guerreros, al servicio de reyes musulmanes unas veces, y otras al de cristianos, según se presentara la ocasión, aparte de ser una información parcial e incompleta, es como decir que Hitler fue simplemente un cabo alemán que luchó en la I Guerra Mundial, o que Churchill fue aquel joven y apuesto oficial británico que participara en la carga de caballería de Omdurmán a finales del siglo XIX. El Cid fue mucho más.

 Al revisar la lista de batallas en las que participó, o bien al mando o no, se puede comprobar que no solo fue capaz de sobrevivir a todas ellas con éxito, que teniendo en cuenta el gran número de ellas es de admirar, si no que salió victorioso en su totalidad. Lo que quiero decir con esto es que no solo estamos ante la figura de un gran guerrero mítico, si no que es palpable que el Cid fue un gran estratega de la Edad Media europea. A esto hay que añadir el hecho de que venciera a múltiples enemigos, tanto cristianos como musulmanes, con tácticas diferentes y guerreros determinados. Así, por ejemplo, venció en la batalla de Cabra (1079) a otro guerrero castellano, el alférez real García Ordoñez, reforzado con las tropas musulmanas del rey taifa de Granada; En la batalla de Almenar (1082) venció al conjunto de tropas catalanas (Berenguer Ramón II) y musulmanas de Lérida; y aplastó a los invencibles almorávides en la batalla de Cuarte (1094) sin ayuda, y con su aliado Pedro de Aragón en Bairén, tres años después.

Rodrigo Díaz, además de ser un gran director de tropas en los campos de batalla, como se ha visto hasta ahora, resultó ser un maestro en la técnica de asaltos a fortalezas, un arte distinto al de la batalla campal, como es muestra la conquista de la muy importante ciudad de Valencia en el año 1094. Resumiendo, el castellano dominada todos los terrenos del arte de la guerra de su época.

Además, demostró que tenía una gran visión política ya que manejaba el uso de las alianzas siempre con gran maestría. No hay nada más que ver que unas veces se unía en sus objetivos lo mismo a reyes musulmanes como a reyes cristianos, como con Pedro I de Aragón para luchar contra los almorávides. Estos procedían del norte de África, donde habían construido un imperio de grandes dimensiones, que acabarían por absorber toda la España musulmana, y con pretensiones abarcar el resto de la Península en manos de los diferentes reinos cristianos. Eran fundamentalistas radicales -el equivalente al actual Estado Islámico o Isis- y vencieron en múltiples ocasiones al rey de Castilla Alfonso VI, que fue incapaz de frenarlos. El único que pudo hacerlo fue el Cid, cuando era ya señor de Valencia, y había dejado de servir a su antiguo señor, el monarca castellano Alfonso.

El triunfo de su diplomacia es palpable en el hecho de que sus dos hijas fueran casadas con infantes de los principales reinos peninsulares. Así, Cristina, la hija mayor del Cid, contrajo matrimonio con Ramiro Sánchez de Navarra, de cuya unión nacería el futuro monarca García IV Ramírez, "El Restaurador". Además, la hija menor, María, contrajo matrimonio con Berenguer Ramón III "El Grande", conde de Barcelona, y gracias a su descendencia llegarían los genes de Rodrigo hasta el actual rey de España, Felipe VI.

Pero donde radica su verdadero éxito es en la construcción de un señorío independiente en Valencia. La carrera de este noble fue meteórica y siempre en ascenso, y solo ayudado por sus méritos propios, de sobra conocidos. Su fuerte brazo en las batallas, y su talento militar y político fueron las únicas herramientas que lo llevaron a lograr ser soberano de su propio destino. Tras ser desterrado por su señor, Alfonso VI de Castilla, hasta en dos ocasiones, y no sin falta de razón (en 1081, por saquear la taifa de Toledo que era tributaria del rey de Castilla, y en 1088 por no llegar a tiempo a Aledo para aliviarla de un asedio musulmán), el héroe castellano decidió que había llegado la hora de mostrar sus cartas y forjar su propio reino. Y, aunque su esposa doña Jimena lo heredó a su muerte (1099), la verdad es que la supervivencia de la Valencia del Cid no pudo continuar porque el que la creó era el único que podía sostenerla. A eso hay que añadir que su único hijo varón, y seguro heredero, Diego, había muerto en combate en 1097.

Si miramos más allá de los Pirineos, podemos observar que el ejemplo de superación del Cid, es decir de nobles que ascienden a reyes por su valor y su audacia, es más habitual de lo que nos podemos pensar. Así, en Normandía, el duque Guillermo pudo hacerse con el trono de Inglaterra tras los sucesos de 1066. El caso de Harald Hardrada de Noruega es también muy significativo: tras participar con 15 años en su primera batalla marchó al exilio, ofreciendo sus servicios a los soberanos de Kiev o Bizancio, ganando fama, fortuna y experiencia guerrera, retornando a Noruega para valer su derecho al trono; sus gestas fueron narradas en las sagas escandinavas. Y para acabar con este somero repaso, se pueden incluir los diversos nobles que marcharon a las cruzadas, donde forjarían diversos reinos como es el caso del noble francés Godofredo de Bouillón que se proclamaría rey de Jerusalén.


Fuente principal: El Cid, de José Ignacio Lago y otros.

lunes, 2 de octubre de 2017

El atleta que soñó en ser un tirano.

Hay muchas maneras de acceder a un cargo político. En la sociedad actual nadie se extraña de que personas que proceden del mundo del espectáculo o del cine engrosen las listas electorales. En los Estados Unidos hay estrellas de Hollywood que han sido alcaldes, gobernadores e incluso presidentes del gobierno, -es el caso de Ronald Reagan, que dirigió los designios de su nación entre 1981 y 1989-. Es natural que alguien famoso, por la razón que sea, aproveche la situación para presentarse a unas elecciones y consiga así más votos. Es evidente, y no se puede negar, que los votantes eligen a sus representantes por algo más que el programa de gobierno que proponen.

El rol de los actores que se buscan otro empleo como políticos, si hablamos de la antigua Grecia, lo cumplían los atletas vencedores en los Juegos Olímpicos. El caso del ateniense Alcibíades (450-404 a.C.) es bastante notorio: un joven agraciado y de buena familia que ganaba las carreras de carros en las Olimpiadas, convirtiéndose, en su madurez, en uno de los políticos más influyentes en la política de Grecia en las últimas fases de la Guerra del Peloponeso (431-404 a. C.).



La Acrópolis de Atenas fue escenario del intento de Cilón por implantar una tiranía en Atenas.



Pero hoy no voy a tratar el tema, por otra parte muy interesante, del maquiavélico Alcibíades, si no de otro gran atleta de la Antigüedad, que no es otro que Cilón, ateniense y perteneciente a una familia aristocrática. Este joven fue vencedor en la prueba de díaulos en los juegos olímpicos del 640 a.C.: la prueba de velocidad que constaba de una carrera de doble estadio (un estadio suponían 192,27 metros).

En una época en la que la democracia no había surgido en Atenas, los aristócratas dominaban los órganos de gobierno de las ciudades-estado que salpicaban la Hélade. En el siglo VII a.C., un sistema de gobierno se implantó en un buen número de polis griegas: la tiranía, lo que suponía poner el control del gobierno en manos de un tirano. Cilón buscó el apoyo de un buen número de seguidores, y contó con el respaldo de su suegro, el tirano de Mégara, ciudad cercana y rival de Atenas, para alzarse con el poder, y, así, implantar una nueva tiranía.

El año 632 Cilón, acompañado de sus partidarios, asaltó la Acrópolis en una clase de golpe de estado. Las cosas no salieron como ellos esperaban y se encontraron con la oposición firme de los arcontes y del pueblo ateniense, que consiguieron acorralar a los conspiradores. Tras una negociación, y la promesa de que se les iba a respetar la vida, se procedió a la rendición del grupo de Cilón, aunque este escapara y se perdiera su pista en las páginas de la historia. Sin un juicio previo, se procedió a la ejecución sumaria de los rebeldes, acción que parece indicar el temor real de los atenienses a que lo de implantar una tiranía en su ciudad iba en serio.

Para terminar querría añadir un par de cosas. Lo primero es que antes de que naciera la primera democracia de la Humanidad, un tal Pisístrato (c.607-527) tuvo ocasión de convertirse en tirano de la ciudad de la Acrópolis.



Fotografía de los restos de los posibles seguidores de Cilón tras su ejecución (Imagen de National Geographic).





Y lo segundo es que en el año 2016 los arqueólogos sorprendieron al mundo con un hallazgo excepcional: se desenterraron los esqueletos de 80 jóvenes en la bahía de Fáliro, al sur de Atenas, maniatados y pertenecientes al siglo VII a. C., que bien podrían pertenecer a los desdichados seguidores del arrogante y temerario Cilón.


Fuentes:

-Historia Universal, de Raquel López Melero y otros.
-Siracusa, el desastre ateniense, de Nic Fields.
-Historia de la Grecia Antigua, de Juan José Sayas.
-Wikipedia.
-Imágenes: Wikipedia y National Geographic.

sábado, 23 de septiembre de 2017

El libro que condenó a los jesuitas.

En el siglo XVIII se produjo un hecho sin precedentes en toda Europa. La orden católica de los jesuitas fue expulsada en un plazo de breves años de una gran cantidad de países: en 1759 de Portugal, en 1762 de Francia, en 1767 de España y Nápoles, en 1768 de Malta. Incluso, en el caso de España, de las colonias tuvieron que emigrar y pedir asilo en los Estados Papales. ¿Cuál fue la razón de que todos aquellos países, que no dejaban de ser cristianos, tomaran una medida tan drástica?

Si analizamos caso por caso, podemos encontrar variantes que, en un principio, no estarían conectadas entre sí. Lo que desconcierta de todo este fenómeno es que, aparentemente, no haya ninguna razón común que lo explique para que surgiera en tan diversos lugares y en un espacio tan breve de tiempo.

El fundador de la Compañía de Jesús fue el español Íñigo de Loyola (1491-1556), militar de profesión que fue herido durante el sitio de Pamplona. Tras sufrir una conversión religiosa, fundó la Orden, tras ser aprobada por el papa de aquel momento, Paulo III. Una de las características más originales y controvertidas de los jesuitas es que obedecían en exclusiva al Santo Padre, sin importar en el país en donde estaban instalados, cosa que no era bien vista por los monarcas que estaban acostumbrados a ejercer su poder sobre las otras congregaciones religiosas. Al poco tiempo de producirse su fundación, los miembros de la orden no tardaron en demostrar su eficacia, ayudando de forma decisiva a evangelizar el Extremo Oriente (san Francisco Javier llevaría las enseñanzas cristianas hasta el mismo Japón), y defendiendo la ortodoxia católica en el Concilio de Trento (1545-1563). Por sus colegios se formarían académicamente las élites dirigentes durante muchas generaciones.

Tras dar un breve repaso a la historia de la Orden, me dispongo a tratar de manera somera los acontecimientos que produjeron su expulsión de las distintas naciones europeas:

-En Francia, se procesó al padre jesuita Lavalette, que había fundado una compañía comercial cuya ruina arrastró a diversos comerciantes marselleses. Los acreedores reclamaron pero la Compañía de Jesús se desentendió. Esto provocaría la chispa que finalizaría en la expulsión del país.

-En España se los echaría tras el motín de Esquilache, movimiento popular que no tiene una única razón para que estallara. Se presentó a los jesuitas como los principales instigadores, aunque no este nada claro.

-En Portugal el marques de Pombal  se propuso acabar con los jesuitas de una vez por todas, ya que los consideraba una clase privilegiada por poseer grandes propiedades en Brasil y que, ademas, contaban con grandes privilegios fiscales. Para añadir mas leña al fuego, despues del terrible terremoto de Lisboa de 1755 el misionero jesuita Gabriel Malagrida publico un panfleto titulado Juizo da verdadeira causa do terremoto, en el que atribuia el desastre a la ira de Dios provocada por las políticas de Pombal. Por si fuera poco, la rebelión  armada de los indios guaraníes termino de convencer al ministro portugués de que las misiones jesuíticas se habían convertido en un poder independiente que debía de ser anulado.

El frustrado intento de asesinato del rey Jose I en 1758 fue la excusa perfecta para que Pombal se deshiciera de toda oposición en Portugal (en uno de los hechos mas atroces y terribles de toda su historia), incluyendo a los nobles de mayor peso, que no tardaron en desfilar ante los verdugos, y a la orden de los Jesuitas que acabaron siendo expulsados del país. Algunos de sus miembros, como el mencionado Malagrida, serian salvajemente ejecutados.




Monumento dedicado al Padre Juan de Mariana en Talavera de la Reina (Toledo), de donde era originario.
 
 



Tras este breve repaso de los incidentes que llevaron al destierro de los jesuitas de los países en los que estaban asentados, queda en evidencia que los monarcas absolutos sacaron grandes beneficios en forma de propiedades y tierras confiscadas. Ademas, como es visible en el caso de Portugal, la influencia que la Compañía de Jesús podía suponer sobre los indígenas de Brasil o de la población católica en Europa podía ser preocupante en unos reyes que no estaban acostumbrados a tener a ningún tipo de oposición, ni de compartir su poder con ningún tipo de cámara representativa, típica de los gobiernos modernos.

Como colofón a todo ello, había un libro publicado en 1598 por el jesuita español Juan de Mariana (1537-1624), titulado De rege et regis institutione, y que pendia como la espada de Damocles sobre las cabezas de los soberanos absolutistas europeos. Era tal la preocupación que despertaban las letras impresas en aquella obra, que fue prohibida en varios países. ¿Qué se exponía en el libro del Padre Mariana para causar tanto temor en las conciencias de los reyes europeos?

Era una reflexion lucida sobre el tiranicidio: los hombres, unidos en sociedad, confían sus cuidados al príncipe para que, a través del ejercicio de su Soberania, sirva a su pueblo. Si no cumpliera con esta función para la cual existe, los miembros de la Comunidad podrían deponerlo tras haber hecho el anuncio correspondiente mediante una asamblea. Mas si el rey persistiera en su actitud, ella misma estaría autorizada para ordenar su muerte. Previamente, el Pontifice, con potestad sobre los soberanos temporales, habría desligado a los súbditos del juramento de fidelidad que debían guardarle. El asesinato de Enrique IV de Francia (1610) apareció a los ojos de algunos observadores como un ejemplo vivo de la influencia de la tesis de Mariana.


Posdata: Pido disculpas por ciertos errores de acentuación debido a fallos del programa de escritura.


Fuentes:

-Europa del Viejo del Nuevo Orden, de Manuel Bustos.
-Historia Moderna Universal, de Alfredo Floristan y otros.