En el año de 2005 se estrenó Munich, de Steven Spielberg. El argumento de la historia es tan
antiguo como el Hombre, ya que habla de la venganza, de cumplir la máxima
escrita en la misma Biblia y que se puede resumir en aquella frase del ojo por ojo. En 1972 se celebraban en la ciudad alemana los Juegos Olímpicos, una celebración deportiva que los griegos
antiguos consideraban época de tregua y de paz, pero que los palestinos de la organización terrorista de Septiembre Negro,
aprovecharon para desencadenar los acontecimientos tan terribles que llevarían
a la muerte de once atletas israelíes y
de ellos mismos.
La cinta
cuenta con detalle como el gobierno de Golda Meir (1898-1978) dispone todo para
que un grupo de agentes secretos se encarguen de localizar y eliminar a todo
aquel que hubiera participado de algún modo en aquel baño de sangre que
conmocionó al mundo entero el verano de aquel año. Uno a uno, llegarían a ser
eliminados de una manera casi quirúrgica, evitando daños colaterales, a
palestinos supuestamente involucrados en la organización terrorista en diversas
ciudades europeas, como Roma o París. Sirviéndose de la información
proporcionada por diversos contactos, el servicio secreto del Mossad israelí empezaría a tejer la red
de la que siempre se escapaba el principal
sospechoso de ser el cerebro del atentado terrorista de los atentados de
Munich, Alí Hassan Salameh.
Terrorista palestino asomado a un balcón durante los trágicos sucesos ocurridos durante las Olimpiadas de Múnich (IMAGEN DE WIKIPEDIA)
La eliminación
del príncipe rojo, que era el apodo
de Salameh, sería algo así como la guinda del pastel de la llamada operación Cólera de Dios, pero era como si se lo hubiera tragado la
Tierra o hubiera emigrado a Marte; simplemente no se tenía constancia de su
paradero. Pero todo cambió cuando un soplón
dio un nombre y un lugar: Salameh se encontraba en una pequeña localidad de Noruega, Lillehamer.
La
información se dio por buena y se envió de manera apresurada a un equipo hacia
aquel frío país del norte de Europa donde todos eran rubios, y no sería difícil
encontrar a un palestino, aunque tampoco sería sencillo pasar desapercibido a
un grupo de agentes secretos de origen semita. Al seguir al supuesto
terrorista, los israelíes no tuvieron en cuenta el detalle de que el objetivo
conocía a la perfección las calles de Lillehamer, y es que el supuesto Salameh
se trataba en realidad de Ahmed Bouchiki,
un marroquí que llevaba cinco años viviendo en el lugar, y que trabajaba de
camarero.
Tras dar el
visto bueno la dirección del Mossad en Israel, se dispuso todo para la
eliminación física del objetivo. Cuando paseaba por la calle acompañado de una
mujer, que era la esposa noruega de Bouchiki y que se encontraba embarazada,
los pistoleros se acercaron y descargaron sus armas sobre el marroquí acabando
con su vida en el acto. De allí huyeron a toda prisa pero la policía noruega
pudo apresar a seis agentes del Mossad. Tras el interrogatorio los sospechosos
se derrumbaron y dieron los detalles, con pelos y señales, de toda la
operación, desatando un auténtico escándalo de proporciones planetarias. Es
decir, que el mundo se enteró de toda la operación que había puesto en marcha
el gobierno de Israel para vengar la matanza de atletas israelíes en las
Olimpiadas de 1972. Los agentes del Mossad serían juzgados y condenados en su
mayoría, aunque los ejecutores habían logrado escaparse, la operación sería
cancelada, y la vergüenza caería sobre el gobierno de Meir y de el Mossad en
una auténtica chapuza que dejaría, -lo peor de todo-, a una mujer viuda con el
hijo de una persona asesinada en sus entrañas, siendo huérfano antes de nacer.
Toda esta
historia es omitida enteramente en la magnífica película de mi admirado
Spielberg, aunque es posible que sirva de inspiración para que pueda ser
contada en otra que hablara sobre los peligros que conlleva la venganza
irracional, de como el odio que engendra una acción asesina y despiadada puede
provocar otra acción igualmente abominable.
POSDATA:
Salameh sería asesinado en 1979 tras ser localizado en Beirut. El método usado
sería el de detonar un coche bomba. Además, se supo que el que dio la
información falsa del paradero de Salameh de Noruega era un agente doble que la
dio a sabiendas de que era falsa. Como curiosidad final, Ahmed Bouchiki, el
inocente asesinado por el Mossad en Lillehamer, era hermano de Chico Bouchiki,
uno de los fundadores del grupo musical Gipsy
Kings.
Fuente principal: Wikipedia.
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