Todas ellas fueron unas carreras muy largas sin duda alguna, aunque hay una figura histórica que reinó durante mucho más tiempo, el faraón Pepi II de Egipto. Si es cierto lo que dice el historiador egipcio Manethón, el monarca ascendió al trono con 6 años y estuvo en el hasta su muerte con 100 años, lo que nos da un reinado de casi 94 años.
Los egiptólogos discuten, siempre con argumentos razonados, cual fue el periodo exacto en el que Pepi II gobernó el país del Nilo, y aunque la mayoría no acepta la larga extensión que ofrece Manethón, si le dan un periodo de al menos 60 años, una cifra muy sobresaliente, teniendo en cuenta que la calidad de vida en general de ese periodo de la historia tan remoto no se puede comparar, ni lo más mínimo, con los avances en medicina o de conocimiento en general con los que se goza en época reciente.
Los restos de la pirámide de Pepi II en Saqqara.
El largo reinado de Pepi II es una muestra de que los reyes longevos -estoy hablando de las épocas antiguas en donde eran líderes absolutos los monarcas-, no eran beneficiosos para un estado o ciudad, ya que la corona en manos de un niño es débil, al igual que en manos de un anciano el poder real se ve en peligro ante la ambición de los poderosos que lo rodean. En este caso en concreto, y aunque se carezca de suficiente documentación ya que la época es muy remota, al poco de morir el faraón Pepi II, Egipto entró en una época de crisis que es denominada el Primer periodo intermedio, y que puede obedecer a varios motivos -crisis económica tras los excesos que supusieron los grandes gastos invertidos en las colosales construcciones de pirámides, el crecimiento del poder de la nobleza provincial...-, entre los que cabe la debilidad de un rey extraordinariamente anciano.
Fuente principal: Historia Universal. Edad Antigua, de Raquel López Melero y otros.
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