Buceando en la leyenda

Buceando en la leyenda

martes, 8 de julio de 2014

Alejandro Magno, la crueldad del vencedor.

En el verano del año 356 a.C., nació un niño que iba a cambiar el mundo para siempre. Admirado por muchos, el héroe por antonomasia de los amantes de la historia, la apasionante vida de Alejandro Magno ha inspirado a docenas de generales y gobernantes, entre muchos otros, durante cientos de años tras su muerte. Tras la muerte de su padre, el gran Filipo II, le sucedió en el trono de Macedonia cuando apenas tenía 20 años. Tras sofocar diversos intentos por desestabilizar el status quo en Grecia, partió hacia oriente, para conquistar el inmenso imperio persa, proeza que lograría alcanzar en los siguientes años. Como era poco para él, aún continuó con la conquista llegando a la India. Cuando se encontraba de regreso, murió supuestamente de enfermedad, con tan sólo 32 años de edad, después de haber conquistado el mayor imperio que la historia hubiera conocido hasta entonces.

Alejandro Magno y Filipo II, en la película de 2004 dirigida por Oliver Stone.


·Alejandro Magno como villano. Aunque no hay pruebas que lo impliquen directamente, Alejandro siempre será sospechoso de haber participado en el complot de la muerte de su padre. Filipo había contraído matrimonio, poco antes de morir, con una joven noble macedonia, por lo que su nueva posible descendencia podría desplazarlo en la sucesión al trono. Además, los preparativos por parte de Filipo para conquistar Asia estaban ya en marcha: Parmenión había sido enviado con un ejército a Asia Menor en calidad de avanzadilla. En el año 336 a.C., cuando se celebraba la boda de su hija, Filipo II de Macedonia fue apuñalado hasta morir por Pausanias, que , a su vez, fue muerto a manos de los soldados macedonios. Alejandro fue enseguida proclamado como sucesor de una manera muy oportuna, demasiado oportuna. Algunos piensan que la mano de su madre, Olimpia, pudo estar detrás del magnicidio. Tampoco hay indicios que la puedan incriminar, aunque la sospecha sobre su autoría siempre señalará en su dirección.

Antes de iniciar sus campañas asiáticas, el nuevo rey tuvo que solucionar las distintas rebeliones que había surgido tras su ascenso al trono. Así, marchó hacia Tebas para sofocar su intento de dinamitar la unión que había surgido tras el Congreso de Corinto, cuando Filipo todavía estaba vivo; el resultado de aquel fue el de construir un ejército compuesto de efectivos de las distintas ciudades-estado griegas, y bajo la dirección del rey macedonio, con el objetivo de destruir el imperio persa, vengando, de esa manera, antiguas agresiones pasadas. Tras arrasar Tebas, Alejandro ordenó que 30.000 supervivientes, entre ellos muchas mujeres y niños, fueran vendidos como esclavos. La ciudad fue completamente arrasada, excepto los templos. Los que habían conseguido huir, fueron declarados fuera de la ley. Esta fue la primera acción importante llevada a cabo por el nuevo líder que había surgido en Grecia, y releja a las claras la poca compasión que iba a ejercer con los que se resistían a su autoridad.

Cuando las cosas se habían tranquilizado en su "propia casa", entonces marchó hacia Asia. Paralela a la campaña militar, hizo otra llena de propaganda, repleta de gestos simbólicos, encaminada a demostrar su categoría de héroe, y su presunta descendencia con respecto a los "dioses"; en esto último tuvo mucha culpa su madre, que desde bien pequeño le había inculcado que Alejandro era descendiente del dios Zeus. Así, visitó Troya, donde ofrecería sus armas a cambio de un escudo sagrado de la Guerra de Troya. Otros de sus objetivos marcados en su ruta de conquista, que le hicieron desviarse de una manera poco provechosa, fueron su visita a Gordio, para desatar el famoso nudo, ya que había un profecía que anunciaba que el que lograra tal hazaña sería dueño de Asia. Finalmente, su cita con la inmortalidad le llevó al oasis de Siwa, donde el entendió "a su manera" que el sacerdote egipcio del lugar le había llamado "hijo de Zeus".


Alejandro Magno en un mosaico de Pompeya.


La primera batalla importante que ganó frente a los persas fue la del río Gránico (334). En aquella ocasión casi perdió la vida, ya que en el fragor de la batalla, cuando Alejandro combatía cuerpo a cuerpo contra los sátrapas (gobernadores de provincia persas y generales) Resaces y Espitríades, uno de los hombres de confianza del macedonio, Clito el Negro, jefe del escuadrón real, tuvo que intervenir para salvarle la vida. Aunque hay varias versiones del suceso, voy a referirme a la que narra el historiador Arriano. Según el mismo, Alejandro, tras acometer contra el sátrapa Mitríades, al que derribó, recibió un golpe del otro sátrapa, Resaces, a quien, sin embargo, logró matar con su lanza, que rompió en el envite. Pero el golpe propinado por Resaces partió el casco de Alejandro, que quedó aturdido y momentáneamente vulnerable. Fue entonces cuando un tercer sátrapa, Espitrídates, levantó el brazo para descargar su espada sobre el rey macedonio, asestándole así un golpe fatal. En el último momento irrumpió Clito, cortando el brazo agresor, salvándole la vida así a Alejandro. Más adelante me referiré al pago que recibiría Clito por su oportuna intervención.

Cuando la caballería persa fue puesta en fuga, quedó la infantería sin posibilidad de escapatoria. Se trataba de un magnífico cuerpo de unos 5000 hoplitas griegos mercenarios. Como no tenían nada que hacer frente a las fuerzas de Alejandro, le ofrecieron un trato: cambiar de bando. En un principio, al macedonio le venían muy bien unos refuerzos tan notables, debido a que una empresa tan ambiciosa, como la conquista del gigantesco Imperio Persa, requería de todas las fuerzas que se pudieran disponer. Pero el resultado final fue más dramático. No se sabe la razón, puede que por orgullo, puede que se viera traicionado por otros griegos, pero Alejandro Magno dio la orden de rodear y atacar a la falange enemiga. Muchos fueron masacrados, y los que quedaron vivos, unos 2000, fueron llevados encadenados a Macedonia para trabajar como siervos. Puede que algún afortunado huyera de tan triste destino oculto tras las montañas de cadáveres, que se quedarían pudriéndose lejos de su amada patria, aunque es algo que nunca se sabrá.

Tras una nueva victoria frente a los persas en Issos, se dirigió a Tiro para intentar tomarla. La empresa le llevó siete largos meses de asedios, y muchos cientos de bajas en el intento. La frustración del macedonio por la tardanza se reflejó en el asalto final: dejó rienda suelta a la matanza producida en el interior de la ciudad llevada a cabo por sus hombres. Además, los supervivientes tirios (la mayoría eran civiles) y otros extranjeros que allí se encontraban (por negocios o por otras cuestiones), unos 30.000 en total, fueron vendidos como esclavos, excepto a unos peregrinos cartaginenses que se encontraban refugiados en el templo de Melcart. Previamente, había crucificado a 2.000 soldados.


El imperio de Alejandro.


El objetivo siguiente fue la ciudad de Gaza, que, estando a las órdenes del gobernador Batis, ofreció una heroica resistencia. Cuando finalmente cayó la ciudad, el rey macedonio se entrevistó con el dirigente depuesto. Parece ser que algo no le gustó a Alejandro, que no se inclinara ente él o su mirada desafiante, y ordenó que Batis recibiera un castigo ejemplar: fue atado de pies a un carro y fue arrastrado por todas las calles de la ciudad, para que todos los habitantes pudieran contemplar el terrible espectáculo. Tarde o temprano, el gobernador moriría tras los golpes recibidos sobre todas las partes de su anatomía, que estaría temiblemente magullada, quedando su cuerpo inerte hasta que alguien parara la macabra cabalgada de los caballos, que poca culpa tendrían de los delirios de aquel que había ordenado tal atrocidad: el mismo que se creía hijo de un dios. El destino del resto de la población no fue mucho mejor: los que no fueron asesinados fueron vendidos como esclavos. Estos hechos sucedieron en el año 332.

Al igual que su padre, el hijo tuvo graves problemas con los excesos con el consumo de bebidas alcohólicas. Tanto es así, que por culpa de una borrachera mandaría quemar los magníficos edificios de Persépolis, la suntuosa residencia real de los soberanos persas. En otra ocasión, mataría con sus propias manos a Clito, el mismo que la había salvado la vida en combate unos años antes. En esta muerte tendría que ver mucho el hecho de que Alejandro quería instaurar el culto a su persona como un dios, algo que no veían con buenos ojos los griegos de la época, además del consumo desmedido de vino.

Cuando se descubrieron varios complots contra su vida, a Alejandro no le "tembló la mano" cuando ordenó la muerte de un general tan leal y útil como había sido Parmenión, además de al hijo de éste, Filotas. No fueron los únicos en sufrir la ira del rey. En el caso de Parmenión, no había evidencias de que hubiera intrigado en ninguna conspiración.

Cuando Alejandro decidió dar por terminada su campaña de conquista, dividió sus fuerzas en tres grupos para el viaje de regreso. Uno de ellos, en el que viajaba él mismo, tuvo que atravesar las cálidas arenas del desierto de Gedrosia. Aquella opción le costó miles de muertes al ejército macedónico. Sin duda, fue una opción mucho más que controvertida.


Alejandro a punto de ser atacado en el fragor del combate.


·Justificando al villano. Si Alejandro fuera un personaje actual, no quedaría más remedio que calificarlo de sádico, asesino, psicópata, entre otras muchas cosas. Pero no podemos caer en la trampa en juzgarlo con ojos de alguien del siglo XXI, ya que en la época en la que vivió la vida era totalmente distinta a la actual; entre otras cosas, no existía el Derecho internacional, no había un organismo como la O.N.U., los derechos humanos...  En definitiva, los actos crueles de los dirigentes quedaban impunes, a manos que la situación diera un vuelco, y que los vencidos se convirtieran en vencedores, y cumplieran debida venganza. Me explico. La conquista del Imperio Persa por parte de Alejandro fue, en gran medida, consecuencia de los intentos frustrados por parte de los persas en el siglo V por conquistar Grecia (véase las Guerra Médicas), y que tanto sufrimiento llevó a los griegos. De la misma manera, el incendio por parte de Alejandro de Persépolis, pudo tener como última razón, el que los persas quemaran la Acrópolis ateniense en el marco de las citadas Guerras Médicas.

Los actos de crueldad sobre la población civil, incluyendo a mujeres y niños, de destrucción de ciudades, de muerte de inocentes, de venta de esclavos de población no combatiente..., llevados a cabo en Tebas, Gaza, Tiro..., sirvieron para que otros muchas ciudades griegas o del Imperio Persa, se plegaran a los deseos del conquistador, y que le abrieran las puertas, evitando así la muerte de miles o decenas de miles de personas inocentes. Aunque sea cruel decirlo, las decisiones de castigo evitaban mucho más dolor. En cierto modo, cuando los norteamericanos, en el marco de la II Guerra Mundial, lanzaron las bombas atómicas sobre Hiroshima o Nagasaki (1945), matando a cientos de miles de japoneses, la mayoría de ellos mujeres, niños y ancianos, que no estaban capacitados para combatir, evitaron a la larga una prolongación de la guerra, que podía haber matados a millones de personas.

Por último, diré que la información ofrecida por las fuentes históricas siempre ha de ser cuestionable. Las versiones ofrecidas por los distintos historiadores antiguos difieren en algunos matices, y desconocemos el punto de vista de los persas, por ejemplo, lo que nos podría iluminar un poco mejor nuestro conocimiento de aquellos años. De esta manera, hay episodios de crueldad, supuestamente cometidos por Alejandro, que sólo son ofrecidos por un único historiador de los varios que escribieron sobre el macedonio. Así, el episodio relatado sobre la ejecución del gobernador de Gaza, Batis, es descrito por el historiador romano Quinto Curcio, autor del s. I d.C. (escribió más de 400 años después de la vida y muerte de Alejandro), y nadie más. Si fuera poco, cuando expone como es ejecutado el gobernador, atado por los pies y tirado por un carro, nos recuerda bastante la descripción de un episodio de la Ilíada: cuando Aquiles ordenó que se atara el cadáver de Héctor a un carro, a los pies de las murallas de Troya.

La prueba final de que sus políticas fueron efectivas, aunque duras, fue que su imperio se mantuvo firme mientras estuvo vivo. Cuando murió, se derrumbó como un castillo de naipes.


Bibliografía consultada:

-Historia de la Grecia Antigua, de Juan José Sayas Abengochea.
-La conquista de Asia, de Jonh Warry.
-El Gránico, la forja de un mito, de Michael Thompson.
-Wikipedia.








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