Buceando en la leyenda

Buceando en la leyenda

martes, 30 de junio de 2015

El día que un ataque fue anunciado por la radio (Malvinas).

Una de las anécdotas de guerra más curiosas de las que tengo conocimiento, tuvo lugar durante la Guerra de las Malvinas (1982), o de las Falklands, como las llaman los ingleses. Fue justo antes de que comenzara una de las batallas más cruentas de todo el conflicto, y que hizo que el teniente coronel inglés Herbert Jones estallara en cólera, y que amenazara con denunciar a la mismísima primera ministra Margaret Thatcher. La anécdota en sí sucedió el día 27 de mayo.


El teniente coronel paracaidista Herbert Jones.


Un mes antes, el 2 de abril, el mundo se levantó con la noticia de que el ejército argentino había invadido las islas Malvinas, largamente reclamadas y añoradas por los habitantes de Argentina. Los escasos 70 soldados allí acantonados no pudieron hacer mucho para evitarlo y se tuvieron que rendir. Los británicos no iban a permitir tamaña humillación, y constituyeron una poderosa flota con más de cien barcos y miles de infantes para intentar recuperar su prestigio y un trozo de terreno que apenas sabían donde estaba.

El día 21 de mayo, los británicos empezaron a desembarcar en la bahía de San Carlos (isla Soledad). Entre las tropas que pusieron pie a tierra se encontraba el 2º batallón paracaidista, uno de los protagonistas de esta historia, con el bravo teniente coronel Herbert Jones al mando. Después de varios días de consolidación de la cabeza de playa, y de soportar los furiosos y valientes ataques de la aviación argentina, el alto mando le encomendó a Jones la importante tarea de avanzar al sur y afrontar un ataque a una importante posición enemiga, de unos 500 soldados según un informe elaborados por las fuerzas especiales sobre el terreno, de los afamados SAS, llamada Darwin-Goose Green (Pradera del Ganso).

Los británicos contaban con apoyo aéreo y artillero, además de unos 500 soldados de élite muy bien entrenados y recién desembarcados, mientras que los argentinos, que en realidad eran casi el doble, eran, en su mayoría, soldados de reemplazo, que llevaban más de un mes soportando un frío desgarrador y todo tipo de penurias, incluyendo hambre y desnutrición, aunque un alto grado de moral, ya que luchaban por lo que creían que era suyo. Además, tenían ametralladoras, morteros y cañones que les respaldaban.


Soldados argentinos.


Cual sería la sorpresa de los ingleses, que estaban apunto de atacar la posición, cuando encendieron el aparato de radio, sintonizaron el programa World Service de la famosa BBC (radio británica), y escucharon al locutor que orgullosamente decía "...un batallón de paracaidistas está preparado para asaltar Darwin y Goose Green". El teniente coronel Jones no daba crédito a lo que escuchaba, ¡la radio de su propio país estaba diciendo a todo el mundo, y lo que es peor, estaba advirtiendo a los argentinos, de un ataque que se había planeado en el máximo secreto para poder tener más éxito en el mismo! Viéndose, así, traicionado el oficial británico empezó a exclamar, lleno de rabia: -¡Denunciaré a John Nott! (Secretario de Estado para la Defensa), ¡denunciaré a Margaret Thatcher! (Primera Ministro). Su segundo al mando, el comandante Chris Keeble, le aconsejó posponer al ataque, cosa que no sucedió.

Lo siguiente que pasó fue una batalla cruel entre hombres que lucharon por una bandera. Docenas de ingleses y argentinos murieron, entre ellos el teniente coronel Jones, a la cabeza de un ataque, al frente de sus soldados. De una forma tan valiente, el oficial de 42 años perdió la vida, al igual que soldados y oficiales de ambas naciones, que dieron lo mejor de sí mismos por su patria, por su gente...

El teniente coronel Herbert Jones recibió la más alta condecoración que un militar británico puede recibir, la Cruz Victoria, una de las dos que hubo en toda la campaña. La otra la recibió otro paracaidista, el sargento Ian McKay, muerto, igualmente, lanzando un asalto a pecho descubierto en el Monte Longdon, al frente de sus hombres.

¿Cómo se enteraron los de la BBC del ataque en ciernes? ¿Quién tuvo la culpa de que se filtrara la noticia, que casi arruina la operación y que pudo influir en el aumento de muertos por parte de los británicos? ¿Se enteraron los argentinos del mensaje radiofónico?

Pues si, tanto el general argentino Menéndez, al frente de las fuerzas terrestres, como el oficial al mando en Goose Green, el teniente coronel Piaggi, fueron informados del ataque que anunciaba la BBC, pero ninguno pensó que los británicos fueran capaces de tamaña estupidez; al contrario, pensaron que era un farol, y que lo que querían era desviar la atención en otras posibles operaciones que se iban a dirigir a otros puntos de las islas, por lo que no se reforzaron las defensas de Pradera del Ganso.

La filtración fue rastreada posteriormente hasta el 10 de Downing Street, residencia de la primera ministra, donde la ansiedad por retrasmitir noticias sobre el avance británico había primado sobre la seguridad de sus propios soldados. Es decir, cuando los políticos les dieron la información a los servicios informativos, les importó una higa la vida de esos hombres que se jugaban la vida en aquellas remotas y heladas islas, y que habían sido ordenados ir por aquellos que cómodamente seguían el conflicto desde la comodidad y la calidez de sus hogares.


Margaret Thatcher en la puerta del 10 de Downing Street.


La BBC tampoco se comportó de manera muy ética, e hizo caso omiso de las reglas fundamentales relativas a la difusión de información en tiempo de guerra, principalmente aquella que dice que la información que puede ser de utilidad al enemigo o que puede poner en peligro a las tropas propias no debe ser revelada hasta que la situación no haya sido resuelta.



Fuentes:

-Cueste lo que cueste, de Bryan Perrett
-The Falklands War 1982, de Duncan Anderson.




jueves, 25 de junio de 2015

La mala suerte del hermano del "Barón Rojo".

Los soldados que van a luchar en el frente, normalmente, sólo aspiran a seguir vivos cuando ha acabado la lucha, y poder volver a sus hogares. Solo hay algunos que consiguen ser héroes, pero hay unos pocos, muy pocos, que llegan a ser una leyenda. Ese fue el caso de Manfred von Richthofen, mejor conocido por su apodo, el Barón Rojo, llamado así por pilotar un avión de color rojo, comandando una escuadrilla, con cada avión pintado de un llamativo color también, durante la I Guerra Mundial (1914-1918).

Manfred fue el mejor piloto de combate de la contienda, derribando 80 aparatos enemigos, todo un récord sin duda, y cayó, para mayor gloria, un poco antes de que los fuegos de la guerra se apagaran..., pero no voy a hablar de él, sino de alguien que lo conoció muy bien, su hermano Lothar von Richthofen.

Dos años más joven que el afamado héroe, Lothar (1894-1922) comenzó siendo oficial de caballería, en una guerra en la que los jinetes no valían nada ante las ametralladoras, cañones y tanques. Y es que empezaba una nueva época, en la que los caballeros no cabalgaban en hermosos corceles, si no que volaban en toscos aeroplanos. Y así, el joven alemán fue transferido al servicio aéreo del ejército de su país en 1915, en concreto al llamado Jasta 11, que estaba comandado por su hermano. Éste fue el mentor de Lothar, repitiendo las enseñanzas que le trasmitiera a su vez el as de la aviación Boelcke. Cuando el Barón Rojo estaba de permiso, era Lothar el que le sustituía en la jefatura de la escuadrilla, y es que no tardó en demostrar su talento: en el mismo mes en el que ingresó como piloto de combate, marzo de 1917, obtuvo su primera victoria. En el mes siguiente logró 15 más, fue el llamado "abril sangriento".


Lothar von Ritchtofen.


Lothar, además de haber sido enseñado bien por su hermano, se había curtido como observador aéreo, siendo ambos factores fundamentales para obtener la destreza que le permitió ser uno de los mejores ases de toda la guerra. Es cierto que su increíble marca de 40 victorias palidece frente al doble que lograra su amado hermano antes de ser abatido, pero es que hay que tener en cuenta que Lothar von Richthofen fue derribado tres veces en combate, estando muchos meses convaleciente en algún hospital sin poder prestar servicio en el frente. Hay algunos que piensan que fue más eficiente, incluso, que su propio hermano Manfred.

Hay gente que cree en las supersticiones, y otros muchos que no. Yo no sé si Lothar lo era, puede ser que sí, ya que las tres veces que cayó derribado fue un día 13, sin duda un número maldito para los que son supersticiosos. De este modo, el día 13 de mayo de 1917 fue alcanzado por fuego antiaéreo después de su vigésima cuarta victoria. El día siguiente recibió la Orden Pour le Mérite. Apenas seis días antes había derribado al as británico Albert Ball, que posiblemente murió a causa de un accidente más bien.

Después de cinco meses en el hospital, Lothar regresó a los mandos de un avión. El día 13 de febrero de 1918 su avión se estrelló sufriendo graves heridas en la mandíbula y en la cara. Durante el periodo que estuvo convaleciente, unos cuatro meses, tuvo lugar el derribo y muerte del Barón Rojo en combate, para muchos una leyenda, lo que supuso una tragedia que le afectó enormemente.

Herido tras el accidente del día 13 de marzo de 1918. Con un hierro retenedor para su mandíbula rota. Tiene, también, la nariz rota, y la herida de su ojo derecho le seguiría causando problemas al regreso a la acción el verano siguiente.




Lothar regresó una vez más a un frente de batalla que daba ya sus últimos coletazos. Tuvo que seguir combatiendo y logrando más victorias para engrandecer los laureles de su amado país. Fue en este periodo cuando trabó amistad con otro gran piloto, Löwenhardt, con el que colaboró en varias misiones, encontrando una gran afinidad con él y una confianza que no había tenido desde que perdiera a su hermano. El día 13 de agosto, Lothar se levantó con una extraña sensación:

Aquella mañana, cuando me levanté, en seguida me di cuenta de que estábamos a día 13, "tu día de la mala suerte, el día en el que te han herido ya dos veces". No hay que ser supersticioso. Volaré sólo para ahuyentar mis temores. Si hubiera sido otro día, quizá no hubiera despegado, porque debía ocuparme de tres viajes urgentes por carretera. Pero no; hoy debía romper el maleficio del día 13.

Pero el maleficio no se rompió y una bala le alcanzó en la pierna derecha cuando se enfrentaba a una patrulla de aviones norteamericanos. Su avión Fokker cayó varios cientos de metros, mientras que él luchaba para recuperar el control del aparato y la conciencia. Debilitado por la hemorragia, pudo aterrizar como buenamente pudo en el castigado campo de batalla del Somme. La guerra había acabado para Lothar von Richthofen.

Tras el conflicto, contrajo matrimonio con la condesa Doris von Keyserling. La pareja tuvo una hija, pero terminaron divorciándose. Lothar se unió a la Deutsche Luft Reederi como piloto comercial, pero el 4 de julio de 1922 el motor de su aeroplano sufrió un fallo y se estrelló, falleciendo en el accidente. A lo mejor, el 13 no era su número de la mala suerte, a fin de cuentas.


Fuente: El grupo de combate del Barón Rojo, de Greg VanWyngarden.

sábado, 13 de junio de 2015

Fernández de Córdoba, el ataque de un general solo contra un ejército.

Gonzalo Fernández de Córdoba (1453-1515), el Gran Capitán, ha sido uno de los más grandes generales de todos los tiempos. Fue tal su contribución al arte de la guerra, que esta ya nunca sería igual en los campos de batalla de Europa. Su obra maestra fue la batalla de Cerignola (1503), durante la segunda guerra de Nápoles contra los franceses, donde situó a una infantería armada con arcabuces en primera línea del ejército español, para hacer frente a la temible carga de la caballería acorazada francesa. Nunca nadie había optado a una maniobra tan innovadora: fusileros atrincherados contra jinetes con veloces caballos a la carga, lanza en ristre.

El éxito del Gran Capitán fue de tal magnitud que las cifras de bajas nos dan una idea de lo que pasó en aquella memorable jornada para las armas españolas, que tuvieron apenas 100 hombres entre muertos y heridos, frente a las casi 4000 víctimas mortales entre los soldados galos, contando la flor y nata de la caballería. Anteriormente, durante la guerra de los Cien Años, la caballería francesa había obtenido, también, sonados fracasos, pero ante un arma plenamente medieval, los arcos largos de los ingleses (en batallas como la de Crécy, en 1346, por ejemplo).

A pesar de todo lo dicho, nunca veréis la batalla de Cerignola en ninguno de los diversos libros que se publican del tipo grandes batallas de la Historia, o similares. Pero lo cierto es que España, vamos a llamarla así, fue un gran imperio durante los siglos XVI y XVII, al menos, tanto de ámbito colonial como en el marco continental, uno de los más grandes que haya existido nunca, y como es lo normal en estos casos, tuvo grandes generales y unas tropas excelentes, sin duda dos herramientas fundamentales para que el poder de una nación pueda sobresalir frente a las demás que conforman su ámbito de actuación.

El Gran Capitán.


Así pues, el Gran Capitán fue uno de esos grandes generales que ayudaron a acrecentar la gloria de la Monarquía Hispánica. Pero además, tuvo un descendiente directo, también llamado Gonzalo Fernández de Córdoba (1585-1635), que fue un grandísimo jefe militar, aunque bastante desconocido por desgracia (no voy a ahondar más en la falta de conocimiento de los españoles de su propia historia y de la de sus héroes del pasado). Pues bien, el post de hoy tratará de una anécdota de lo más inverosímil que le ocurrió al general español durante una de las batallas de la llamada guerra de los Treinta Años (1618-1648).

El 6 de mayo de 1622 se produjo uno de tantos enfrentamientos entre los ejércitos español e imperial de un lado, defendiendo la causa católica, como no, y otro protestante, al mando de Federico de Baden-Durlach, en la localidad palatina de Wimpfen. Al mando de los españoles estaba Fernández de Córdoba, y al de los imperiales aliados se encontraba el general Tilly. Sin entretenerme mucho en el desarrollo de la batalla, hubo un momento en el que el general español se puso al mando de una unidad de caballería para atacar al enemigo. Cuando digo que se puso al frente, es que se puso literalmente a la cabeza de sus tropas, algo inverosímil en los tiempos actuales.

Cuando Fernández de Córdoba empezó a atacar sus jinetes le siguieron sin rechistar, como es debido, pero entendieron mal sus órdenes y en vez de acompañarlo en todo su recorrido, empezaron a girar hacia las filas de los españoles disparando sus armas de fuego, haciendo una maniobra que se denomina caracola; dicha acción consiste en eso mismo, en un movimiento curvo cuyo objetivo es acercarse al enemigo, disparar y alejarse del mismo para volver a atacar después. Pues así se hizo, y el resultado de ello fue que el general, en un momento dado, se encontró completamente solo asaltando a todo el ejército protestante...

Este cuadro lo podéis contemplar en el Museo del Prado de Madrid. La "victoria de Fleurus" de Vincenzo Carducci, batalla que venció Gonzalo Fernández de Córdoba a los protestantes.


Los soldados no saldrían de su asombro al ver al valeroso jefe militar atacándoles, sin nada más que un sable y su caballo, cuando ellos eras miles de hombres. Cuando Gonzalo se dio la vuelta para ver si sus soldados le seguían, ya era demasiado tarde y tuvo que rendirse al enemigo. Aunque el despropósito no acabó allí mismo, ya que los protestantes iniciaron un ataque, ¡estando el general español entre sus propias filas!, en lugar de haberlo llevado a buen resguardo a la retaguardia de su ejército.

Cuando las fuerzas llegaron a las filas españolas dispuestas a atacar, en concreto al Tercio Viejo de Nápoles, cuyo jefe era el mismísimo Fernández de Córdoba, éste les gritó y les dijo su nombre, siendo reconocido de inmediato por sus hombres que lo acogieron sin mayores contratiempos, logrando de esta manera escapar el general español de sus captores.

Si queréis saber más sobre esta interesante batalla podéis visitar el magnífico blog, del que he sacado la mayor parte de la información, de Historia militar:

www.gehm.es/edad-moderna/tercios-de-espana-la-batalla-de-wimpfen-i

lunes, 8 de junio de 2015

Nerón, corrupción en la antigua Roma.

Nerón (54-68) ha sido uno de los emperadores romanos más famoso de todos los tiempos, y no por sus bondades precisamente. Dejando aparte su larga lista de asesinatos, hoy centraré la entrada en su política económica, no menos truculenta, que se puede resumir en como arruinar un Estado, con derroches innecesarios, que había heredado con unas arcas bastante saneadas. Y como guinda al pastel, se puede añadir las trampas corruptas que empleó en su tiempo, y que gracias a las investigaciones modernas hemos podido conocer en la actualidad... Pero vayamos poco a poco.

El gran actor Peter Ustinov en su inolvidable interpretación de Nerón, en la película Qvo Vadis? 


Como he dicho en el párrafo anterior, la administración del Imperio funcionaba con regularidad cuando Nerón accedió al trono; la ausencia de guerras ayudaba a ello. Incluso se llegó a plantear la posibilidad de eliminar los impuestos indirectos. Se puede decir incluso que los primeros años del reinado no fueron malos del todo. Pero la cosa cambió cuando Nerón en los años en que Nerón empezó a construir su domus aurea, un palacio cuyos lujos fueron descritos por el historiador Suetonio:

...en su vestíbulo se erigió una estatua colosal de Nerón de 120 pies de altura; la morada era tan amplia que contenía pórticos de 1000 pasos de largo con tres pares de columnas, un estanque de agua semejante a un mar, rodeado de casas como si fueran villas y, además una extensión de campo donde se veían a la vez cultivos, viñedos, pastizales y bosques en los que había gran cantidad de animales domésticos y salvajes de toda especie; en el resto del edificio, todo estaba recubierto de dorados, incrustaciones de piedras preciosas y conchas con perlas; el techo de los comedores estaba hecho con tablillas de marfil con perforaciones para poder difundir desde lo alto sobre los comensales flores o perfumes...

La construcción de esta costosa obra no fue el único derroche en un estado en el que había muchas decenas de miles de personas que vivían en la pobreza:

-Obras monumentales: el proyecto de hacer una piscina desde Miseno al lago Averno, el de la perforación de un canal desde el Averno a Ostia, la remodelación del trazado de la capital del Imperio, tras el célebre incendio de Roma del año 64...

-La celebración de numerosos juegos y espectáculos.

-En el año 66, se procedió en Roma a la entronización de Tiridates como rey de Armenia; se gastaron 800.000 sestercios diarios de los fondos públicos.

Denario de plata.


El resultado de todo ello fue, como no, que las arcas del Estado se vaciaron. Para afrontar tan negro panorama financiero, Nerón acudió a diversos métodos legales, aunque no muy populares: algunos impuestos indirectos se incrementaron, se acudió al uso de la ley de majestad para proceder a la confiscación de los bienes de los condenados, reformas monetarias..., y a alguno que es del todo ilegal...

El denario era una moneda de plata maciza con la que se pagaba a los soldados y funcionarios. Hasta el reinado de Nerón así se funcionaba. Pero ante la alarmante falta de liquidez, el monarca ideó una manera de restarle el metal precioso a la moneda, sustituyéndolo por cobre, de mucho menos valor, y sin que nadie se enterara de la estafa. De esa manera, se podían acuñar un número mayor de monedas. Aunque fuera un monarca absoluto, lo más probables es que si el Pueblo se enterara de la enorme estafa, se alzaría, junto a los soldados del ejército, en rebelión contra la cabeza del Estado, y acabara con él.

Gracias a las investigaciones del profesor Mattew Ponting, en los denarios de la época, y usando un espectómetro de absorción atómica, se ha podido descubrir que las monedas acuñadas por Nerón contenían solo un 80 % de plata, siendo el resto de cobre. El engaño se pudo llevar a cabo y no se tiene constancia de que nadie se enterara de la turbia artimaña de Nerón, que acabaría su vida suicidándose cuando se vio acosado por el Senado que concluyó que había que apartar del trono a tan siniestro personaje.


Fuentes:
-Historia Universal. Roma, de Julio Mangas.
-El siguiente documental (los malos de la Historia: Nerón):