Buceando en la leyenda

Buceando en la leyenda

martes, 19 de diciembre de 2017

El terrible error del Mossad que no cuenta la película "Munich".



En el año de 2005 se estrenó Munich, de Steven Spielberg. El argumento de la historia es tan antiguo como el Hombre, ya que habla de la venganza, de cumplir la máxima escrita en la misma Biblia y que se puede resumir en aquella frase del ojo por ojo. En 1972 se celebraban en la ciudad alemana los Juegos Olímpicos, una celebración deportiva que los griegos antiguos consideraban época de tregua y de paz, pero que los palestinos de la organización terrorista de Septiembre Negro, aprovecharon para desencadenar los acontecimientos tan terribles que llevarían a la muerte de once atletas israelíes y de ellos mismos.

La cinta cuenta con detalle como el gobierno de Golda Meir (1898-1978) dispone todo para que un grupo de agentes secretos se encarguen de localizar y eliminar a todo aquel que hubiera participado de algún modo en aquel baño de sangre que conmocionó al mundo entero el verano de aquel año. Uno a uno, llegarían a ser eliminados de una manera casi quirúrgica, evitando daños colaterales, a palestinos supuestamente involucrados en la organización terrorista en diversas ciudades europeas, como Roma o París. Sirviéndose de la información proporcionada por diversos contactos, el servicio secreto del Mossad israelí empezaría a tejer la red de la que siempre se escapaba el principal sospechoso de ser el cerebro del atentado terrorista de los atentados de Munich, Alí Hassan Salameh.
 
 
Terrorista palestino asomado a un balcón durante los trágicos sucesos ocurridos durante las Olimpiadas de Múnich (IMAGEN DE WIKIPEDIA)
 

 
 
La eliminación del príncipe rojo, que era el apodo de Salameh, sería algo así como la guinda del pastel de la llamada operación Cólera de Dios, pero era como si se lo hubiera tragado la Tierra o hubiera emigrado a Marte; simplemente no se tenía constancia de su paradero. Pero todo cambió cuando un soplón dio un nombre y un lugar: Salameh se encontraba en una pequeña localidad de Noruega, Lillehamer.

La información se dio por buena y se envió de manera apresurada a un equipo hacia aquel frío país del norte de Europa donde todos eran rubios, y no sería difícil encontrar a un palestino, aunque tampoco sería sencillo pasar desapercibido a un grupo de agentes secretos de origen semita. Al seguir al supuesto terrorista, los israelíes no tuvieron en cuenta el detalle de que el objetivo conocía a la perfección las calles de Lillehamer, y es que el supuesto Salameh se trataba en realidad de Ahmed Bouchiki, un marroquí que llevaba cinco años viviendo en el lugar, y que trabajaba de camarero.

Tras dar el visto bueno la dirección del Mossad en Israel, se dispuso todo para la eliminación física del objetivo. Cuando paseaba por la calle acompañado de una mujer, que era la esposa noruega de Bouchiki y que se encontraba embarazada, los pistoleros se acercaron y descargaron sus armas sobre el marroquí acabando con su vida en el acto. De allí huyeron a toda prisa pero la policía noruega pudo apresar a seis agentes del Mossad. Tras el interrogatorio los sospechosos se derrumbaron y dieron los detalles, con pelos y señales, de toda la operación, desatando un auténtico escándalo de proporciones planetarias. Es decir, que el mundo se enteró de toda la operación que había puesto en marcha el gobierno de Israel para vengar la matanza de atletas israelíes en las Olimpiadas de 1972. Los agentes del Mossad serían juzgados y condenados en su mayoría, aunque los ejecutores habían logrado escaparse, la operación sería cancelada, y la vergüenza caería sobre el gobierno de Meir y de el Mossad en una auténtica chapuza que dejaría, -lo peor de todo-, a una mujer viuda con el hijo de una persona asesinada en sus entrañas, siendo huérfano antes de nacer.

Toda esta historia es omitida enteramente en la magnífica película de mi admirado Spielberg, aunque es posible que sirva de inspiración para que pueda ser contada en otra que hablara sobre los peligros que conlleva la venganza irracional, de como el odio que engendra una acción asesina y despiadada puede provocar otra acción igualmente abominable.

POSDATA: Salameh sería asesinado en 1979 tras ser localizado en Beirut. El método usado sería el de detonar un coche bomba. Además, se supo que el que dio la información falsa del paradero de Salameh de Noruega era un agente doble que la dio a sabiendas de que era falsa. Como curiosidad final, Ahmed Bouchiki, el inocente asesinado por el Mossad en Lillehamer, era hermano de Chico Bouchiki, uno de los fundadores del grupo musical Gipsy Kings.
 
Fuente principal: Wikipedia.

jueves, 23 de noviembre de 2017

El ocaso de los héroes: los Vara del Rey.



En la Edad Antigua y en la Medieval no era extraño ver a los monarcas y generales al frente de sus soldados durante el fragor de la batalla. Entonces era más importante que las tropas se vieran reconfortadas con la visión de su líder compartiendo los riesgos de la guerra, que el hecho de que el mismo estuviera en la retaguardia a salvo, pero dirigiendo de una manera acertada los movimientos tácticos del ejército. Cuando llegó el Renacimiento, hacia el siglo XV, la cosa cambió, y desde entonces los generales se mantuvieron en una posición atrasada pero segura lejos de las explosiones de la artillería y de las cargas de caballería; hay ejemplos notorios como es el caso de Carlos I de España o de Francisco I de Francia, que resultó cautivo tras la batalla de Pavía (1525), en los que los reyes-guerreros se comportaron de manera valerosa en ciertos enfrentamientos bélicos, evocando con su actitud antiguas costumbres medievales que se extinguirían al pasar los siglos.

 

En 1898 un acorazado norteamericano, el Maine, que se encontraba anclado en las aguas del puerto de La Habana, estalló en mil pedazos, sin saberse aún las causas reales que produjeron la explosión, pero sirviendo de excusa para que los poderosos Estados Unidos declarasen la guerra a España. En una guerra extremadamente desigual, un coloso aplastaría al decadente imperio español, que no pudo nada más que oponer gallardía y valentía contra la que llegaría a ser en unos pocos años la primera potencia mundial. Y de los muchos héroes que cumplirían con su deber, destacaría la figura del general español Joaquín Vara del Rey y Rubio (1840-1898), que compartiría con sus escasas tropas sufrimiento y valor en una de las acciones más heroicas de aquella guerra que cambiaría a España y al Mundo.
 
 
 

 

Vara del Rey nació en Ibiza, con 15 años hizo su ingreso en las fuerzas armadas, y se labró una dilatada experiencia bélica participando en las guerras del Sexenio Revolucionario y de Filipinas, donde logró desarticular la importante partida de José Maceo, lo que le valió el ascenso a general. Al estallar la guerra en Cuba pidió el traslado a la isla para seguir cumpliendo con su deber de guerrero.
 
 
 

 

El 1 de julio de 1898, en los altos de El Caney, 6.650 soldados norteamericanos se enfrentaron a 527 soldados españoles a cuyo mando se encontraba el veterano general Vara del Rey, acompañado de tres de sus hijos y un hermano suyo, todos oficiales.  Era una diferencia de 12 a 1, algo imposible de salvar, pero ni con esas se iban a echar atrás las tropas hispanas. Los yanquis, confiados, esperaban acabar con la débil guarnición en apenas un par de horas, pero se encontrarían con una tenaz resistencia de más de nueve horas; quedó manifiesto que el espíritu indomable de el general se extendió a los soldados a su mando. Para los norteamericanos fue un auténtico calvario avanzar palmo a palmo mientras las balas de los fusiles llovían sobre el terreno que intentaban tomar. Aunque la defensa fue a ultranza, la lógica de los números se impusieron y general español ordenó replegarse a las tropas supervivientes a la plaza de la iglesia donde ofrecería su defensa final. Una bala perdida le hirió de gravedad ambas piernas, y tuvieron que llevárselo en camilla. Cuando transitaban un camino oculto, una partida de soldados estadounidenses los descubrió y abrieron fuego sobre los españoles, matando al general y a dos de sus hijos. Su hermano, un teniente coronel, fue herido y hecho prisionero, además del hijo que sobrevivió, con el rango de capitán. Sin duda fue una auténtica tragediafamiliar, comparable a la sufrida por los Custer apenas unos años antes, en1876, luchando con los indios en Little Bighorn.

 

Fuentes:

-El desastre de Cuba, 1898, de Fernando Puell.

-San Juan Hill 1898, de Angus Konstan.
 
-Imágenes de la estatua de Vara del Rey en Madrid, por Benjamín Ávalon.

martes, 24 de octubre de 2017

El Cid, ¿un mercenario?

La figura histórica de Rodrigo Díaz, el llamado "Cid Campeador", ha sido y sigue siendo manoseada y maltratada tanto en el pasado, en la época franquista, como en la actualidad. El afamado héroe castellano vivió en una época en la que una España unida y cristiana, frente a un enemigo musulmán, es simplemente una idealización: la Península Ibérica durante la Edad Media era un crisol de reinos musulmanes y cristianos que luchaban de una manera desordenada entre sí, con la única intención de sobrevivir y hacerse más grandes para no acabar siendo absorbidos. Ante este panorama, no es de extrañar que algún reino cristiano se aliara con el reyezuelo de alguna taifa para luchar contra otro monarca musulmán, a su vez aliado con algún señor católico. No importaba la religión del enemigo, si no como lograr más poder. El mundo era así de complicado por entonces.

En cambio, en la actualidad, decir que el Cid era un mercenario, sin más, es un mantra demasiado usado, sin tener en cuenta que la biografía de este noble castellano es mucho más rica y nos da una serie de datos de gran interés que nos descubren la historia apasionante de un hombre hecho a sí mismo, y de unas cualidades excepcionales, aún teniendo en cuenta la parquedad de las fuentes y la siempre posibilidad de que el mito contamine las mismas, con ropajes legendarios adornando sus hechos y batallas.








Decir que Rodrigo era un señor, al mando de una mesnada compuesta de fieles guerreros, al servicio de reyes musulmanes unas veces, y otras al de cristianos, según se presentara la ocasión, aparte de ser una información parcial e incompleta, es como decir que Hitler fue simplemente un cabo alemán que luchó en la I Guerra Mundial, o que Churchill fue aquel joven y apuesto oficial británico que participara en la carga de caballería de Omdurmán a finales del siglo XIX. El Cid fue mucho más.

 Al revisar la lista de batallas en las que participó, o bien al mando o no, se puede comprobar que no solo fue capaz de sobrevivir a todas ellas con éxito, que teniendo en cuenta el gran número de ellas es de admirar, si no que salió victorioso en su totalidad. Lo que quiero decir con esto es que no solo estamos ante la figura de un gran guerrero mítico, si no que es palpable que el Cid fue un gran estratega de la Edad Media europea. A esto hay que añadir el hecho de que venciera a múltiples enemigos, tanto cristianos como musulmanes, con tácticas diferentes y guerreros determinados. Así, por ejemplo, venció en la batalla de Cabra (1079) a otro guerrero castellano, el alférez real García Ordoñez, reforzado con las tropas musulmanas del rey taifa de Granada; En la batalla de Almenar (1082) venció al conjunto de tropas catalanas (Berenguer Ramón II) y musulmanas de Lérida; y aplastó a los invencibles almorávides en la batalla de Cuarte (1094) sin ayuda, y con su aliado Pedro de Aragón en Bairén, tres años después.

Rodrigo Díaz, además de ser un gran director de tropas en los campos de batalla, como se ha visto hasta ahora, resultó ser un maestro en la técnica de asaltos a fortalezas, un arte distinto al de la batalla campal, como es muestra la conquista de la muy importante ciudad de Valencia en el año 1094. Resumiendo, el castellano dominada todos los terrenos del arte de la guerra de su época.

Además, demostró que tenía una gran visión política ya que manejaba el uso de las alianzas siempre con gran maestría. No hay nada más que ver que unas veces se unía en sus objetivos lo mismo a reyes musulmanes como a reyes cristianos, como con Pedro I de Aragón para luchar contra los almorávides. Estos procedían del norte de África, donde habían construido un imperio de grandes dimensiones, que acabarían por absorber toda la España musulmana, y con pretensiones abarcar el resto de la Península en manos de los diferentes reinos cristianos. Eran fundamentalistas radicales -el equivalente al actual Estado Islámico o Isis- y vencieron en múltiples ocasiones al rey de Castilla Alfonso VI, que fue incapaz de frenarlos. El único que pudo hacerlo fue el Cid, cuando era ya señor de Valencia, y había dejado de servir a su antiguo señor, el monarca castellano Alfonso.

El triunfo de su diplomacia es palpable en el hecho de que sus dos hijas fueran casadas con infantes de los principales reinos peninsulares. Así, Cristina, la hija mayor del Cid, contrajo matrimonio con Ramiro Sánchez de Navarra, de cuya unión nacería el futuro monarca García IV Ramírez, "El Restaurador". Además, la hija menor, María, contrajo matrimonio con Berenguer Ramón III "El Grande", conde de Barcelona, y gracias a su descendencia llegarían los genes de Rodrigo hasta el actual rey de España, Felipe VI.

Pero donde radica su verdadero éxito es en la construcción de un señorío independiente en Valencia. La carrera de este noble fue meteórica y siempre en ascenso, y solo ayudado por sus méritos propios, de sobra conocidos. Su fuerte brazo en las batallas, y su talento militar y político fueron las únicas herramientas que lo llevaron a lograr ser soberano de su propio destino. Tras ser desterrado por su señor, Alfonso VI de Castilla, hasta en dos ocasiones, y no sin falta de razón (en 1081, por saquear la taifa de Toledo que era tributaria del rey de Castilla, y en 1088 por no llegar a tiempo a Aledo para aliviarla de un asedio musulmán), el héroe castellano decidió que había llegado la hora de mostrar sus cartas y forjar su propio reino. Y, aunque su esposa doña Jimena lo heredó a su muerte (1099), la verdad es que la supervivencia de la Valencia del Cid no pudo continuar porque el que la creó era el único que podía sostenerla. A eso hay que añadir que su único hijo varón, y seguro heredero, Diego, había muerto en combate en 1097.

Si miramos más allá de los Pirineos, podemos observar que el ejemplo de superación del Cid, es decir de nobles que ascienden a reyes por su valor y su audacia, es más habitual de lo que nos podemos pensar. Así, en Normandía, el duque Guillermo pudo hacerse con el trono de Inglaterra tras los sucesos de 1066. El caso de Harald Hardrada de Noruega es también muy significativo: tras participar con 15 años en su primera batalla marchó al exilio, ofreciendo sus servicios a los soberanos de Kiev o Bizancio, ganando fama, fortuna y experiencia guerrera, retornando a Noruega para valer su derecho al trono; sus gestas fueron narradas en las sagas escandinavas. Y para acabar con este somero repaso, se pueden incluir los diversos nobles que marcharon a las cruzadas, donde forjarían diversos reinos como es el caso del noble francés Godofredo de Bouillón que se proclamaría rey de Jerusalén.


Fuente principal: El Cid, de José Ignacio Lago y otros.

lunes, 2 de octubre de 2017

El atleta que soñó en ser un tirano.

Hay muchas maneras de acceder a un cargo político. En la sociedad actual nadie se extraña de que personas que proceden del mundo del espectáculo o del cine engrosen las listas electorales. En los Estados Unidos hay estrellas de Hollywood que han sido alcaldes, gobernadores e incluso presidentes del gobierno, -es el caso de Ronald Reagan, que dirigió los designios de su nación entre 1981 y 1989-. Es natural que alguien famoso, por la razón que sea, aproveche la situación para presentarse a unas elecciones y consiga así más votos. Es evidente, y no se puede negar, que los votantes eligen a sus representantes por algo más que el programa de gobierno que proponen.

El rol de los actores que se buscan otro empleo como políticos, si hablamos de la antigua Grecia, lo cumplían los atletas vencedores en los Juegos Olímpicos. El caso del ateniense Alcibíades (450-404 a.C.) es bastante notorio: un joven agraciado y de buena familia que ganaba las carreras de carros en las Olimpiadas, convirtiéndose, en su madurez, en uno de los políticos más influyentes en la política de Grecia en las últimas fases de la Guerra del Peloponeso (431-404 a. C.).



La Acrópolis de Atenas fue escenario del intento de Cilón por implantar una tiranía en Atenas.



Pero hoy no voy a tratar el tema, por otra parte muy interesante, del maquiavélico Alcibíades, si no de otro gran atleta de la Antigüedad, que no es otro que Cilón, ateniense y perteneciente a una familia aristocrática. Este joven fue vencedor en la prueba de díaulos en los juegos olímpicos del 640 a.C.: la prueba de velocidad que constaba de una carrera de doble estadio (un estadio suponían 192,27 metros).

En una época en la que la democracia no había surgido en Atenas, los aristócratas dominaban los órganos de gobierno de las ciudades-estado que salpicaban la Hélade. En el siglo VII a.C., un sistema de gobierno se implantó en un buen número de polis griegas: la tiranía, lo que suponía poner el control del gobierno en manos de un tirano. Cilón buscó el apoyo de un buen número de seguidores, y contó con el respaldo de su suegro, el tirano de Mégara, ciudad cercana y rival de Atenas, para alzarse con el poder, y, así, implantar una nueva tiranía.

El año 632 Cilón, acompañado de sus partidarios, asaltó la Acrópolis en una clase de golpe de estado. Las cosas no salieron como ellos esperaban y se encontraron con la oposición firme de los arcontes y del pueblo ateniense, que consiguieron acorralar a los conspiradores. Tras una negociación, y la promesa de que se les iba a respetar la vida, se procedió a la rendición del grupo de Cilón, aunque este escapara y se perdiera su pista en las páginas de la historia. Sin un juicio previo, se procedió a la ejecución sumaria de los rebeldes, acción que parece indicar el temor real de los atenienses a que lo de implantar una tiranía en su ciudad iba en serio.

Para terminar querría añadir un par de cosas. Lo primero es que antes de que naciera la primera democracia de la Humanidad, un tal Pisístrato (c.607-527) tuvo ocasión de convertirse en tirano de la ciudad de la Acrópolis.



Fotografía de los restos de los posibles seguidores de Cilón tras su ejecución (Imagen de National Geographic).





Y lo segundo es que en el año 2016 los arqueólogos sorprendieron al mundo con un hallazgo excepcional: se desenterraron los esqueletos de 80 jóvenes en la bahía de Fáliro, al sur de Atenas, maniatados y pertenecientes al siglo VII a. C., que bien podrían pertenecer a los desdichados seguidores del arrogante y temerario Cilón.


Fuentes:

-Historia Universal, de Raquel López Melero y otros.
-Siracusa, el desastre ateniense, de Nic Fields.
-Historia de la Grecia Antigua, de Juan José Sayas.
-Wikipedia.
-Imágenes: Wikipedia y National Geographic.

sábado, 23 de septiembre de 2017

El libro que condenó a los jesuitas.

En el siglo XVIII se produjo un hecho sin precedentes en toda Europa. La orden católica de los jesuitas fue expulsada en un plazo de breves años de una gran cantidad de países: en 1759 de Portugal, en 1762 de Francia, en 1767 de España y Nápoles, en 1768 de Malta. Incluso, en el caso de España, de las colonias tuvieron que emigrar y pedir asilo en los Estados Papales. ¿Cuál fue la razón de que todos aquellos países, que no dejaban de ser cristianos, tomaran una medida tan drástica?

Si analizamos caso por caso, podemos encontrar variantes que, en un principio, no estarían conectadas entre sí. Lo que desconcierta de todo este fenómeno es que, aparentemente, no haya ninguna razón común que lo explique para que surgiera en tan diversos lugares y en un espacio tan breve de tiempo.

El fundador de la Compañía de Jesús fue el español Íñigo de Loyola (1491-1556), militar de profesión que fue herido durante el sitio de Pamplona. Tras sufrir una conversión religiosa, fundó la Orden, tras ser aprobada por el papa de aquel momento, Paulo III. Una de las características más originales y controvertidas de los jesuitas es que obedecían en exclusiva al Santo Padre, sin importar en el país en donde estaban instalados, cosa que no era bien vista por los monarcas que estaban acostumbrados a ejercer su poder sobre las otras congregaciones religiosas. Al poco tiempo de producirse su fundación, los miembros de la orden no tardaron en demostrar su eficacia, ayudando de forma decisiva a evangelizar el Extremo Oriente (san Francisco Javier llevaría las enseñanzas cristianas hasta el mismo Japón), y defendiendo la ortodoxia católica en el Concilio de Trento (1545-1563). Por sus colegios se formarían académicamente las élites dirigentes durante muchas generaciones.

Tras dar un breve repaso a la historia de la Orden, me dispongo a tratar de manera somera los acontecimientos que produjeron su expulsión de las distintas naciones europeas:

-En Francia, se procesó al padre jesuita Lavalette, que había fundado una compañía comercial cuya ruina arrastró a diversos comerciantes marselleses. Los acreedores reclamaron pero la Compañía de Jesús se desentendió. Esto provocaría la chispa que finalizaría en la expulsión del país.

-En España se los echaría tras el motín de Esquilache, movimiento popular que no tiene una única razón para que estallara. Se presentó a los jesuitas como los principales instigadores, aunque no este nada claro.

-En Portugal el marques de Pombal  se propuso acabar con los jesuitas de una vez por todas, ya que los consideraba una clase privilegiada por poseer grandes propiedades en Brasil y que, ademas, contaban con grandes privilegios fiscales. Para añadir mas leña al fuego, despues del terrible terremoto de Lisboa de 1755 el misionero jesuita Gabriel Malagrida publico un panfleto titulado Juizo da verdadeira causa do terremoto, en el que atribuia el desastre a la ira de Dios provocada por las políticas de Pombal. Por si fuera poco, la rebelión  armada de los indios guaraníes termino de convencer al ministro portugués de que las misiones jesuíticas se habían convertido en un poder independiente que debía de ser anulado.

El frustrado intento de asesinato del rey Jose I en 1758 fue la excusa perfecta para que Pombal se deshiciera de toda oposición en Portugal (en uno de los hechos mas atroces y terribles de toda su historia), incluyendo a los nobles de mayor peso, que no tardaron en desfilar ante los verdugos, y a la orden de los Jesuitas que acabaron siendo expulsados del país. Algunos de sus miembros, como el mencionado Malagrida, serian salvajemente ejecutados.




Monumento dedicado al Padre Juan de Mariana en Talavera de la Reina (Toledo), de donde era originario.
 
 



Tras este breve repaso de los incidentes que llevaron al destierro de los jesuitas de los países en los que estaban asentados, queda en evidencia que los monarcas absolutos sacaron grandes beneficios en forma de propiedades y tierras confiscadas. Ademas, como es visible en el caso de Portugal, la influencia que la Compañía de Jesús podía suponer sobre los indígenas de Brasil o de la población católica en Europa podía ser preocupante en unos reyes que no estaban acostumbrados a tener a ningún tipo de oposición, ni de compartir su poder con ningún tipo de cámara representativa, típica de los gobiernos modernos.

Como colofón a todo ello, había un libro publicado en 1598 por el jesuita español Juan de Mariana (1537-1624), titulado De rege et regis institutione, y que pendia como la espada de Damocles sobre las cabezas de los soberanos absolutistas europeos. Era tal la preocupación que despertaban las letras impresas en aquella obra, que fue prohibida en varios países. ¿Qué se exponía en el libro del Padre Mariana para causar tanto temor en las conciencias de los reyes europeos?

Era una reflexion lucida sobre el tiranicidio: los hombres, unidos en sociedad, confían sus cuidados al príncipe para que, a través del ejercicio de su Soberania, sirva a su pueblo. Si no cumpliera con esta función para la cual existe, los miembros de la Comunidad podrían deponerlo tras haber hecho el anuncio correspondiente mediante una asamblea. Mas si el rey persistiera en su actitud, ella misma estaría autorizada para ordenar su muerte. Previamente, el Pontifice, con potestad sobre los soberanos temporales, habría desligado a los súbditos del juramento de fidelidad que debían guardarle. El asesinato de Enrique IV de Francia (1610) apareció a los ojos de algunos observadores como un ejemplo vivo de la influencia de la tesis de Mariana.


Posdata: Pido disculpas por ciertos errores de acentuación debido a fallos del programa de escritura.


Fuentes:

-Europa del Viejo del Nuevo Orden, de Manuel Bustos.
-Historia Moderna Universal, de Alfredo Floristan y otros.

lunes, 8 de mayo de 2017

El presidente que se vistió de mujer (aunque no era un travesti)

Ehud Barak (nac. 1942) fue presidente de Israel entre los años 1999 y 2001, aunque no voy a relatar sus acciones al frente del gobierno.

Hay una película de Steven Spielberg, llamada Múnich (2005), que cuenta la historia que aconteció tras los terribles atentados producidos en los juegos olímpicos (por la organización terrorista llamado Septiembre Negro) que en aquel año se produjeron en la ciudad alemana que da nombre a la cinta cinematográfica. Los terroristas palestinos causaron la muerte de once atletas judíos, y el gobierno de la presidenta Golda Meir tomó la determinación de perseguir a los causantes de la conspiración  y eliminarlos. Todos los mecanismos secretos del Estado se pusieron en marcha para llevar a cabo la misión, incluido el Mossad, los implacables servicios secretos de Israel.




Cartel de la película "Múnich".




La película es bastante fiel a los hechos: se "cazaron" palestinos vinculados a la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), de la que nació Septiembre Negro, por todas las grandes ciudades de Europa: Roma, París..., hasta que les llegó información de que se habían encontrado a tres de ellos en la ciudad de Beirut (Líbano). Sus nombres eran Kamal Nasser, Kamal Adwan y Muhammad Youseff. El problema que se les planteó a los agentes del Mossad es que el objetivo era mucho más ambicioso que los precedentes, ya que se encontraba en un país hostil y, para más inri, en un santuario de los palestinos: el cuartel general en el Líbano. A los agentes secretos no les quedó más remedio que solicitar el apoyo del ejército israelí, y más en concreto de sus magníficas y entrenadas fuerzas de élite.

Por aquel entonces Ehud Barak formaba parte de los Sayeret Matkal, la élite de los comandos de Israel, unos de los grupos de operaciones especiales más afamados y eficaces del mundo. El plan israelí para eliminar los objetivos palestinos era el de que un grupo de soldados se hiciera pasar por un grupo de chicos jóvenes dispuestos a pasárselo bien durante la noche del 9 al 10 de abril de 1973. Para levantar las menores sospechas posibles, algunos de los militares israelíes se tuvieron que disfrazar de mujeres, y entre ellos se encontraba el que llegaría a ser el primer ministro de Israel (aunque por entonces no lo sabía).

La operación fue llevada a cabo con éxito, en el sentido de que los tres objetivos fueron "eliminados",  además de otras decenas de palestinos militantes de la OLP, aunque de parte judía contaran con dos bajas mortales. Los demás integrantes del comando fueron evacuados en helicóptero y partieron rumbo a Israel.



Ehud Barak.





Hay otro presidente que se vistió de mujer, aunque, sí esta vez, estando ejerciendo de presidente de los Estados Unidos.

Aunque no lo parezca, Abraham Lincoln se tuvo que vestir de señora en cierta ocasión por causa de fuerza mayor. En febrero de 1861 tuvo que ir a pasar unos días en Illinois. Los rumores de un atentado llegaron a sus oídos por lo que tuvo que recurrir a la contratación de los servicios del detective Allan Pinkerton, que le aconsejó disfrazarse de mujer y apearse en una parada anterior a la estación de Baltimore, que era adonde le aguardaban los posibles asesinos. El plan fue exitoso y, esta vez, Lincoln salió bien parado, aunque, como todos sabemos, apenas unos años después, en 1865, moriría abatido en un atentado que si sería exitoso.



Fuentes:

-Wikipedia.
-Blog Supercurioso.



miércoles, 26 de abril de 2017

¿Existió Sherlock Holmes?

Hay una dirección en Londres en la que llegan cartas casi a diario. La gente que las escribe pide ayuda a cierto detective que tiene fama de ser el mejor de Gran Bretaña. La dirección es el 221 B de Baker Street, y la persona que se supone que vive allí es un tal Sherlock Holmes. ¿Vive el famoso investigador inglés todavía allí? ¿Ha existido realmente alguna vez?

Como hay que empezar por algún sitio, vamos a hacerlo aclarando que el escritor escocés sir Arthur Conan Doyle creó y puso nombre a la figura literaria de Sherlock Holmes, por lo que no ha existido nunca de manera física. Es cierto que se inspiró en personajes reales y en hechos ciertos, como cualquier escritor, pero su genio y talento dio forma al inolvidable investigador, así como a su inseparable amigo, el doctor Watson, o el malvado Moriarty, y a la serie de historias detectivescas (recopiladas en 60 libros y relatos cortos) que hicieron, hacen y harán las delicias de miles de lectores en todo el mundo.


Estatua dedicada a Sherlock Holmes en Edimburgo (Wikipedia)





·¿Quién es Sherlock Holmes? ¿Cómo es? Es un gran detective privado entregado totalmente a su profesión a la que ama con gran devoción. Es tal su entrega, que cuando no se encuentra enfrascado en la resolución de ningún enigma recurre a la ingesta de cocaína (disuelta al 7 %). Es un gran observador y no se le escapa ningún detalle, ni al investigar el escenario de un crimen ni al escuchar el testimonio de algún testigo. Ve lo que nadie ve, y deduce de manera acertada los indicios que le llevan a resolver los casos que se le presentan. Toca el violín y es un gran boxeador. Además de ser analítico es un hombre de acción, y recurre a la técnica de disfrazarse para mimetizarse con el ambiente y pasar desapercibido. Además, cuenta con una extensa red de informantes. Colabora con la policía de Scotland Yard para atrapar a los distintos criminales que cometen sus fechorías en el Reino Unido. Hace experimentos de Química, pero en lo que destaca es en la profundidad de los conocimientos en la historia criminal anterior a su propia existencia.

·Antes de Sherlock Holmes. El protagonista de Conan Doyle es fruto de unas influencias literarias muy concretas. Es hijo de Edgar Allan Poe, en particular del Auguste Dupin de Los crímenes de la calle Morgue. También leyó a Wilkie Collins, fijándose sobre todo en su sargento Cuff (modelado a su vez a partir de Jack Whicher, un detective de Scotland Yard que investigó uno de los casos más truculentos de la época), y a Robert Louis Stevenson (buen amigo de Doyle), de quién admiró sus New Arabian Nights, que le sirvió de patrón para los relatos de Holmes así como para la caracterización de algunos rasgos de Watson. Otros escritores, contemporáneos a él,  que fueron su fuente de inspiración fueron el francés Émile Gaboriau y Dickens.

·¿Hubo algún Sherlock real? Conan Doyle siempre reconoció que se había inspirado en el cirujano llamado Joseph Bell, precursor de la medicina forense, al que había conocido en un hospital de Edimburgo (trabajó para él), y que sacaba conclusiones de hasta los más minimos detalles. Entre los muchos delincuentes que persiguió se encuentra el afamado Jack el Destripador. Además, hubo otras personas reales de las que tomó prestados ciertos caracteres para trasladarlos a sus novelas, como sir Henry Littlejohn, el que fuera una antiguo destacado cirujano-policía.

Hace pocos años se publicó la teoría de una historiadora británica, Angela Buckley, que habla de policía que pudo ser el auténtico Sherlock Holmes. El sujeto en cuestión es Jerome Caminada (1844-1914). Era llamado el Garibaldi de los detectives, por su ascendencia italiana. Ya era considerado una  auténtica figura nacional cuando apareció la primera novela de Sherlock Holmes, Estudio en escarlata (1887). Profundamente dedicado a su profesión, con 30 años era respetado por ser un magnífico detective. En el tiempo que estuvo persiguiendo a los distintos criminales del país, detuvo a unos 1225 y echó el candado a 400 establecimientos ilegales de bebidas alcohólicas. Se dice que tenía tendencia a merodear las peores calles de Manchester (su ciudad) completamente solo en medio de la noche, interviniendo a la menor ocasión que se le presentara.

¿Además de ser un adicto al trabajo, como la criatura de Doyle, Jerome Caminada, tenía más parecidos con Sherlock? Pues sí. Se disfrazaba para perseguir los delitos de tal forma que la gente que le conocía le pudiera reconocer: su mismo superior no le pudo identificar en cierta ocasión. Se ponía en la piel de obreros, de borrachos...



Jerome Caminada. ¿Pudo ser el auténtico Sherlock Holmes? (Wikipedia)




Al igual que Holmes, contaba con una amplia red de informadores, con los que se reunía en un lugar en concreto, la iglesia de Santa María (la verdad es que cualquier detective que se precie ha de contar con buenos soplones que le pongan al día de los movimientos delictivos que se producen en las calles: hay un dicho que dice que un detective es tan bueno como los informadores que tenga).

Cuando Jerome Caminada se retiró del servicio activo, en 1899, se buscó la vida siendo detective privado (al igual que Sherlock). También fue concejal, y escribió un libro de sus memorias.

El trabajo de la historiadora, Angela Buckley, no se queda en la figura del investigador, ya que da los nombres de los que fueron los mayores rivales del detective de ficción. Así, el archienemigo profesor Moriarty era la encarnación de Bob Horridge, al que estuvo persiguiendo durante 20 años hasta que pudo encerrarlo entre rejas (realmente, Moriarty no es el villano pertinaz que aparece en la mayoría de los relatos de Sherlock Holmes, ya que solo es protagonista de uno de ellos, El problema final). En un principio Caminada consiguió encerrar a Horridge por el robo de un reloj durante 7 años, una condena muy dura, por lo que pergeñó su propia venganza estando en prisión, y después se escapó de la misma. Tras disparar a unos policías, Caminada le persiguió sin descanso por Liverpool, incluso disfrazado, hasta que le pudo dar caza, y lograr que le sentenciaran de una manera más contundente.

Otra malvada que aparece en la serie, y que impresionó a Sherlock, fue Irene Adler. Según Buckley, se trataba de Alicia Ormonde, que fue una destacada falsificadora, de aristocráticos orígenes y gustos caros. Según parece Caminada quedó cautivado por los encantos de la delincuente en cuestión.










viernes, 14 de abril de 2017

El ocaso de los héroes: el Empecinado.

El 20 de agosto de 1825, en la localidad de Roa (Burgos), están dispuestos a llevar cabo la ejecución de un preso. La orden de la pena de muerte está firmada por el rey Fernando VII, el mismo que se pasó toda la guerra entre algodones en un palacete de Francia, dándole coba a Napoleón, mientras que su pueblo se desangraba buscando líderes que los guiara en su lucha contra el invasor. El preso, que era trasladado entre los abucheos y los escupitajos de la gente, fue acusado y sentenciado por alzarse contra su rey, ya que había renegado de una constitución (la de 1812) que había jurado años atrás, y que limitaba su poder, y sus deseos de tiranía, ya que daba poder a los españoles, los mismos que ahora estaban ansiosos de ver morir a Juan Martín Díez, el Empecinado.

·¿Quién es el Empecinado? España es un país que, históricamente hablando, nunca mira más atrás de su Guerra Civil (1936-1939), y pierde la noción de quienes fueron sus héroes con mayúsculas. En la guerra de la Independencia (1808-1814) hubo una enorme cantidad de ellos: jóvenes oficiales, mujeres como Agustina de Aragón, algunos curas, e incluso agricultores, como el Empecinado, que fue uno más entre tantos y tantos que dieron sus vidas por su patria. Si en esta entrada hablo de uno solo de ellos no es que le reste importancia a los demás (que eso quede claro), si no que intento hacer un homenaje a la persona que se esconde tras el mito, y que cuanto más me acerco a ella más admiración me produce.

Juan Martín nació en Castrillo de Duero (Valladolid) en 1775. Aunque era hijo de un agricultor acomodado, sintió la llamada a las armas desde muy joven, Cuando tenía 18 años participó en la Guerra del Rosellón (ya antes, siendo menor de edad ya había intentado ir a la guerra, pero su padre se lo impidió). La experiencia bélica le abriría los ojos: el ejército español tenía multitud de deficiencias. Años después, cuando se les daba paso a los ejércitos napoleónicos para que invadieran Portugal, dos soldados franceses abusaron de una joven del lugar. Cuando Juan Martín se enteró de la fechoría, acabó con la vida de los franceses, y después se echó al monte para huir de las represalias. Todavía no se había producido el alzamiento nacional del 2 de mayo de 1808 en Madrid, y la leyenda del Empecinado había empezado a tomar forma.




Retrato realizado por Goya (Wikipedia).





Los golpes de mano, los ataques fugaces, el apoyo de la población local..., todos los ingredientes de la guerra de guerrillas moderna se dieron en España, de manera que podemos afirmar que el imperio francés tuvo su propio Vietnam aquí 150 años antes de que lo tuvieran los norteamericanos en aquel lejano país asiático. Y en este ambiente fue cuando el Empecinado se empezó a mover como un pez en el agua y llegó a convertirse en un artífice destacado en la expulsión de los invasores gabachos. Si en 1808 apenas tenía unas pocas docenas de seguidores, en los años finales de la contienda la cifra subiría hasta los 6.000, una cantidad enorme en una partida guerrillera.

La prueba de lo eficaces que fueron los métodos de Juan Martín es que Napoleón le tuvo que encargar en exclusiva a el mariscal Joseph Léopold Sigisberth Hugo (el padre de Victor Hugo, creador de los Miserables, y padre del personaje literario Quasimodo) que le diera caza de la manera que fuera, usando cualquier artimaña que se le ocurriera, por muy mezquina y cruel que fuera, y el mariscal Hugo no tuvo reparos en hacerlo. En un principio, cansado de perseguirlo por las tierras de España, intentó atraerse al jefe guerrillero comprando de manera generosa su voluntad: este método ya había funcionado con otros, aunque no con una persona tan honrada como Juan Martín. Al fracasar en la intentona, el francés cayó en la bajeza de secuestrar a su propia madre y amenazó con matarla si no se entregaba en un breve espacio de tiempo. Sin temblarle el pulso, el Empecinado le envió un mensaje diciendo que declinaba la oferta, y que si la mataba que él haría lo propio con los cien prisioneros que tenía en su poder, y que luego seguiría matando franceses sin descanso. Poco después, la madre sería liberada. Fue una decisión muy dura en medio de una época muy difícil. Estas conductas nos hablan de una persona recta, honrada y de fuertes convicciones, y es que el Empecinado tenía mucha madera de héroe.

La guerra acabó, y su fama se disparó. Volvió el rey Fernando VII y quiso dejar las cosas como estaban antes de la guerra, es decir, quitando la libertad a su pueblo que tanta sangre le había costado. Así, que abolió la constitución y empezó a encadenar a los liberales, los que defendían la separación de poderes. Aunque Juan Martín se encontraba entre los mismos, el monarca no se metería con él, ya que era un héroe en vida. Incluso le escribió una carta en la que le aconsejaba que volviera a devolverle las libertades a los españoles, cosa que rechazó. Tras el alzamiento del general Riego, el rey Fernando se vio obligado a jurar la constitución de 1812, pero la lucha entre liberales y monárquicos continuaría, sobre todo tras la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis, un ejército con contingentes de la mayoría de las naciones monárquicas de Europa. El Empecinado lucharía, en una España dividida, con los liberales, lo que le costaría la vida a la postre. Conociendo su enorme valía, el Borbón le ofreció una enorme suma de dinero y un título nobiliario, pero fue rechazado por el obstinado y honrado Juan Martín.

·El ocaso de el Empecinado. Tuvo que exiliarse a Portugal, pero volvió a España en 1824 atraído por la oferta del rey de un indulto general, pero era mentira. Fue apresado por los soldados del rey, con la intención de llevarlo a Valladolid para ser juzgado, pero por el camino las gentes de Roa lo apresaron a su vez y lo metieron en un calabozo, donde estaría un año hasta ser ejecutado. El proceso llevado a cabo fue bastante irregular, ya Juan Martín era Mariscal de Campo (general) por lo que solo podía ser procesado por un tribunal militar. De vez en cuando era sacado de su prisión y era llevado a rastras por las calles del pueblo atado a una soga (algunos dicen que era dejado en un carro enrejado) donde era escupido, apedreado o le tiraban basura vecinos del pueblo.




 
 
 


El día de la ejecución era llevado con unos fuertes grilletes de hierro que le impedían escapar, además de ser escoltado por los soldados armados con fusiles y bayonetas. Según se cuenta, su propia mujer estaba entre los asistentes al macabro espectáculo disfrutando del acontecimiento. Si de algo se quejó el Empecinado fue de que un militar debía de ser ejecutado por un pelotón de fusilamiento, no colgado como un vulgar delincuente, pero el patíbulo le esperaba.

En un descuido de los soldados, se logró quitar los grilletes de un fuerte golpe en el suelo, y se quedó con las manos libres, e intentó arrebatar un sable a un militar, pero no pudo. En cuanto vio una iglesia se dirigió hacia ella para acogerse a sagrado (ya que los civiles no tenían jurisdicción) y poder salvarse de la ejecución, pero los mismos habitantes del pueblo, que no le perdonaban la traición a su rey, se lo impidieron a puñetazos y patadas. Tras la paliza, vinieron las bayonetas que lo ensartaron hasta matarlo: el bravo guerrero había luchado hasta el fin.









Aún así, la condena fue cumplida de manera escrupulosa y el cuerpo ya sin vida de Juan Martín fue colgado de una soga para que toda España supiera quién era su amo, el rey Fernando VII.












Todas las imágenes en blanco y negro pertenecen a la serie de los Desastres de la Guerra, de Francisco de Goya.


Fuentes principales:

-Podcast de Personas con Historia de OndaCampus (el Empecinado).
-Podcast del programa radiofónico La Rosa de los Vientos de Onda Cero, por Juan Antonio Cebrián.



sábado, 1 de abril de 2017

Señales en el cielo (V): terremoto en Esparta.

"Señales en el cielo" consiste en una serie de entradas con una idea en común en todas ellas: como los elementos de la naturaleza, o de la meteorología, pueden influir en una batalla, en una guerra o en el curso de la Historia, en general. En esta ocasión, nos trasladaremos a la Grecia clásica, en concreto al siglo V a.C., la época del mayor esplendor de aquella cultura, de cuando Atenas y Esparta dominaban la región, y luchaban entre sí por conseguir su hegemonía, y de las complicadas relaciones entre aquellas dos potencias, tan distintas entre sí.

Hacia el año 464 a.C. Esparta sufrió las consecuencias de un terrible terremoto, cuyo resultado fue devastador. Si consideramos como ciertas las afirmaciones de los antiguos historiadores, solo quedaron en pie cinco casas y murieron 20.000 espartanos, una cifra tremenda para aquella época. Aprovechando la debilidad de sus amos espartanos, los ilotas se rebelaron, y comenzó la llamada Tercera guerra mesenia.

No se sabe con certeza, debido la escasez de fuentes, la naturaleza social de los ilotas: podrían ser esclavos, siervos con un estatus similar a los campesinos medievales... Lo que si parece seguro es que eran vitales para la economía de Esparta (eran los que trabajaban la tierra, mientras que los espartanos se dedicaban a entrenarse todo el día para estar en forma para el combate). Además, cuando era necesario, los ilotas eran armados y luchaban en la guerra (en la batalla de Platea lucharon muchos miles de ellos). Eran tantos que sus amos temían que se rebelaran, por lo que a sus jóvenes cachorros les era encomendada la tarea de salir a matarlos, como si fuera un método de aprendizaje para endurecerse (Krypteia).



Ruinas de la antigua Mesenia con el monte Íthome al fondo (Wikipedia).



Así, no es de extrañar que cuando Esparta se encontraba sumida en la destrucción y debilitada por el seísmo, los ilotas se rebelaran y lucharan por conseguir su libertad. Era tan desesperada su situación que se vieron obligados a pedir ayuda a su eterna rival y enemiga, Atenas. Aunque muchos atenienses eran reticentes a ofrecérsela, finalmente Cimón consiguió que la asamblea popular votara la ayuda para no dejar coja a Grecia ni dar lugar a que su ciudad quedara sin pareja (Plutarco, Cimón, 16). Una vez pasados los primeros apuros de la rebelión de los ilotas, Cimón y los 4000 hoplitas atenienses fueron despachados de allí, por el temor (seguramente) de los espartanos a que las ideas democráticas de aquellos pudieran contaminar a sus propios soldados. Fue tan humillante la situación, que los ciudadanos votaron el exilio de Cimón durante 10 años (este poder que tenía la asamblea popular hacia sus políticos es denominado como ostracismo: podéis ver otro caso de ostracismo en la entrada sobre Temístocles).

La lucha se centraría en el monte Íthome, donde los ilotas se encontraban asediados. Finalmente, hacia el año 456 (por la contradicción de los autores antiguos no se conocen con exactitud las fechas), se llega a un acuerdo por lo que los espartanos les dejaron marchar a los supervivientes, que finalmente se asentarían en una posesión ateniense, Naupacto.


Fuentes principales:

-Historia Universal. Edad Antigua., de R. López Melero y otros.
-Historia de la Grecia Antigua, de Juan José Sayas Abengochea.

martes, 7 de marzo de 2017

¿Existió King Kong?

En 1933 se estrenó en las pantallas de cine, en blanco y negro, el clásico King Kong. El protagonista de la misma no necesita presentación - ya sabéis, aquel aterrador mono gigante enamorado hasta el tuétano de una bella humana de tamaño estándar, en lo que podría considerarse un amor imposible, y que pagaría con su vida la osadía de luchar contra las normas establecidas-. No es casualidad que el extraordinario guión y el buen trabajo de los realizadores, que hicieron una cinta memorable (no me canso nunca de verla), teniendo en cuenta las limitaciones de la época, haya producido una serie de remakes, estando el último a punto de estrenarse en España.

Sería tentador decir que toda esta historia tiene un origen real. Sabemos que hace decenas de millones de años los animales que poblaban la Tierra eran mucho más grandes de lo que son ahora. Tal vez, un primate gigante pudiera también  haber habitado el planeta, y tal vez hubiera convivido con los seres humanos. Quizás algún descendiente de aquellos simios enormes hubiera sobrevivido en alguna isla perdida, o en una selva remota y que alguien haya rescatado la historia para que pudiera ser llevada a la Gran Pantalla. ¿Es esto posible? Lo intentaré aclarar en las siguientes líneas.



Fotograma de la película de 1933. Fue la presentación al mundo del inmortal King Kong.




Tan solo dos años después de que se produjera el estreno del citado film, en 1935, el paleontólogo alemán, Ralph von Koenigswald, hizo un descubrimiento espectacular. Como si se tratara de una película de Steven Spielberg, viajó hasta la remota China, y se dispuso a buscar en todas las tiendas de la ciudad de Nanning en busca de algo mítico. Al alemán le había llegado el rumor de que en las boticas de aquel país se preparaban medicinas con huesos fósiles de todo tipo que extraían de cuevas y otros lugares similares. Con la esperanza de encontrar algún vestigio de algún ser antiguo sin catalogar, von Koenisgswald entró en alguna de aquellas tiendas, y lo que encontró allí iba a revolucionar el conocimiento humano para siempre.

En medio de todas los huesos antiguos, y algún que otro cuerno de animal, lo que llamó la atención al alemán, y ante la indiferencia del dependiente, fue el que estuviera la pieza de un molar mucho más grande de la de cualquier primate conocido. Se calcula que pudiera pertenecer a un gran simio de hasta 3 metros de altura; sin lugar a dudas, alguna especie de King Kong. Tras el interesante hallazgo, aparecieron algunas especies dentales más y alguna mandíbula de aquel gigantesco animal, que sería bautizado como Gigantopithecus.







Esta especie existió desde hace 1.000.000 de años hasta hace 100.000, habitando los actuales países de China, India y Vietnam. ¿Pudo haber interactuado con el hombre? Sí, es muy posible que hubiera compartido el espacio con algún Homo Erectus, antepasado del hombre actual, aunque en una época demasiado remota para que hubieran llegado los ecos de aquel lejano encuentro.

Entonces, y para terminar, ¿de donde puede proceder la inspiración de la historia de King Kong? ¿En quién o en qué se fijaron los guionistas del citado film? Pues en varias novelas de principios del siglo XX, sobre todo El mundo perdido (1912) de Arthur Conan Doyle -claro que os suena su nombre ya que fue el padre del archifamoso Sherlock Holmes-, y La tierra olvidada por el tiempo (1918), de Edgar Rice Burroughs, siendo este autor famoso por haber creado, ni más ni menos, la figura literaria de Tarzán.

Todas estas novelas mencionadas tratan de mundos perdidos donde se hallarían grandes saurios supervivientes de la Gran Extinción, situados en las grandes selvas, como las de Sudamérica, que en esos momentos estaban sin explorar, o muy poco transitadas.

Como curiosidad final, hay que mencionar que Edgar Wallace, uno de los padres de King Kong, moriría un año antes de que la película se estrenara en los cines de todo el mundo, y se convirtiera en un éxito universal.


Imágenes y fuentes de Wikipedia.





viernes, 24 de febrero de 2017

Mentiras de la Historia (III): mentiras árabes.

La Guerra de los Seis Días (1967) fue un desastre para los países árabes. Sus ejércitos fueron destruidos y la reputación de sus dirigentes se vio seriamente dañada. Millones de dólares invertidos en todo un arsenal compuesto de flamantes tanques y aviones modernos, y comprados a la Unión Soviética en su mayoría, fueron consumidos por el fuego, y de las cenizas surgió Israel como la brillante vencedora. Sin la ayuda de absolutamente nadie, las tropas del pequeño y joven país hebreo habían vapuleado a la de sus vecinos árabes en un abrir y cerrar los ojos. La humillación había sido total.

La clave de la victoria se encuentra en las primeras horas del día 5 de junio de 1967. Al amanecer y sin previo aviso, los aviones de la Fuerza Aérea israelí despegaron de sus bases y se dirigieron hacia los aeródromos egipcios, donde sus pilotos se encontraban desayunando, ajenos a los tambores de guerra que empezaban a sonar al otro lado de sus fronteras. Volando casi a ras del suelo, para no despertar las alertas de los radares, y ascendiendo solo al llegar a sus objetivos, los aparatos judíos devastaron a la flamante Fuerza Aérea egipcia en apenas unos minutos, ante los ojos horrorizados de sus pilotos, que nada pudieron hacer para salvar a los carísimos Migs, que estaban estacionados en las pistas de despegue, y que tampoco se salvaron de la destrucción. Cuando acabó la segunda oleada de bombardeo por parte de los aviones de Israel, había destruidos en el suelo más de 300 aparatos. Tras acabar con los egipcios, los aviones repitieron su hazaña contra las bases aéreas jordanas y sirias, cuyos aviones fueron diezmados igualmente. La guerra se prolongaría durante cinco días más, pero se podía decir que el golpe casi dejó cao a los ejércitos de Nasser, presidente de Egipto, y Hussein, rey de Jordania.



Los protagonistas de la mentira: Nasser de Egipto a la izquierda, y el rey Hussein a la derecha de la foto.



Al principio, los generales del Alto Mando egipcio decidieron ocultarle la mala noticia a Nasser, mientras que en las emisoras de radio se engañaba de forma masiva a la población, dando falsas noticias de victorias militares (hoy en día sería impensable hacer algo así ya que los servicios de Internet están al alcance de una gran parte de la población mundial). Cuando la realidad golpeó de lleno en el líder árabe (el corazón de Nasser no viviría muchos años más), se empezó a gestar una gran mentira para contarla al mundo, y así poder paliar parte del daño producido por la incompetencia militar de los altos mandos de los ejércitos árabes: se trataba de decir al mundo entero que los aviones estadounidenses, desde sus portaaviones, y británicos, desde sus bases cercanas en el Mediterráneo, habían participado en la gran escabechina que había acabado con sus fuerzas aéreas y sus sueños de liquidar al país de los judíos. Tal vez, -ellos pensaban- podían arrastrar a la guerra a los soviéticos, y así equilibrar la balanza militar.

Se hizo una declaración al respecto, y las relaciones de Egipto con Estados Unidos se empezaron a romper de inmediato. Los británicos bautizaron el asunto como la "Gran Mentira". En Estados Unidos, el presidente Johnson se disgustó enormemente por la fabricación de la historia, y cualquier pequeña simpatía que pudo albergar por Nasser se disipó de inmediato. Para colmo, y a para añadir más leña al fuego, los servicios de inteligencia israelíes (el famoso Mossad), habían grabado la conversación entre los dos grandes líderes árabes, y la trama se puso al descubierto. La conversación, que fue transcrita a los medios, habría hecho sonrojar a cualquiera y es la siguiente:

Nasser: ¡Hola! ¿Diremos que los Estados Unidos e Inglaterra o sólo Norteamérica?

Hussein: Los Estados Unidos e Inglaterra.

Nasser: ¿Tiene Inglaterra portaaviones?

Hussein: (Respuesta ininteligible).

Nasser: ¡Por Dios! Digo que haré un anuncio, que también lo haréis como monarca jordano y veremos que los sirios lo hagan asimismo en el sentido de que aviones norteamericanos y británicos participan en la lucha contra nosotros partiendo de portaaviones. Pondremos de relieve la cuestión y remacharemos el clavo...

Como se pudo comprobar una vez más, la mentira tiene las piernas muy cortas, y además de quedar la credibilidad en entre dicho de los dirigentes árabes, tanto Nasser como el rey Hussein, debieron de sufrir una de las más humillantes derrotas del siglo XX, y, por si fuera poco, tuvieron que afrontar el dolor de tener que soportar la responsabilidad de que miles de jóvenes perdieran la vida en la guerra contra Israel.

·Reflexión final.

Hay una creencia generalizada de que las numerosas victorias israelíes contra sus vecinos árabes han sido fruto de la enorme ayuda prestada, en dinero y en equipo, por los Estados Unidos. Nunca se repara en el hecho de que Rusia apoye de manera masiva a sus aliados árabes, como a Siria, por ejemplo. La Guerra de los Seis Días fue un éxito espectacular de las Fuerzas Armadas judías contra varios ejércitos que, juntos todos ellos, sobrepasaban en mucho el poderío de las armas israelíes. Acciones como el brillante ataque preventivo de la aviación en el primer día de la guerra, y que acabó con un buen número de aparatos en tierra, y que denotan un alto grado de entrenamiento y de eficacia de unos soldados comprometidos por la causa (en este caso la pervivencia de una nación), explican la victoria final del pequeño país de Israel. En su momento de mayor gloria, su arsenal estaba compuesto por una enorme mezcolanza de tanques británicos, franceses, norteamericanos, aviones comprados a Francia, armas portátiles fabricadas en Israel (el subfusil Uzi)..., mientras que los ejércitos árabes seguían la doctrina soviéticas, y eran armados casi totalmente por la gran potencia rival de los Estados Unidos en esos momentos.

Me pregunto entonces si la falsa creencia de que las victorias israelíes se deben exclusivamente al apoyo incondicional de los Estados Unidos (que como he explicado que no se atiende a razón) no se deban al complot perpetrado por Nasser y Hussein en los peores momentos de desesperación ante la derrota frente a Israel en 1967 (y puesto en evidencia de manera magistral por el Mossad), y que sus ecos hayan pervivido hasta nuestros días, y que la opinión general solo le haya llegado una parte de la historia (la cual acusa a británicos y estadounidenses de apoyar con su aviación a la causa sionista), que es la que ha triunfado en el imaginario colectivo.




Fuentes:

-La Guerra de los Seis Días, de Michael B. Oren.
-La Guerra de los Seis Días, de A. J. Barker.
-The Six Day War 1967, de Simon Dunstan.
-Imágenes: Wikipedia.




martes, 14 de febrero de 2017

El presidente estadounidense que se encontró un Bigfoot.

Theodore Roosevelt (1858-1919) ha sido uno de los presidentes más carismáticos que ha gobernado en los Estados Unidos de América. Además de haber sido un valeroso oficial en la guerra contra España (1898), Roosevelt amaba la caza y la vida al aire libre. Así, que no es de extrañar que en una de sus memorables jornadas de caza, por uno de los inmensos bosques de Norteamérica, se diera de bruces con un Bigfoot o Pies Grandes, el mítico ser peludo de aspecto simiesco y de más de dos metros de altura, físicamente parecido al encantador Chewbacca, compañero inseparable de Han Solo de la saga de películas de Star Wars.

Hay versiones que cuentan que incluso el presidente hizo uso de su escopeta de caza y que hirió el gigantesco animal, y hay algunos que aseguran que pudo matarlo, aunque su cadáver se haya perdido para siempre, so pena de que la Ciencia se haya visto privada de una ocasión única para así analizar sus restos y así aclarar de una vez si se trata de un simio gigante o de una especie de ser humano primitivo peludo pariente lejano del Homo Sapiens, que anda vagando de manera solitaria, ajeno a la evolución del hombre moderno actual.


Supuesta imagen de un auténtico Bigfoot.




En realidad, esta historia no deja de ser una leyenda: no esta documentado en ningún sitio que Roosevelt se viera frente a frente con ningún tipo de Bigfoot o Yeti u Hombre de las Nieves. Aunque sí es cierto que se conoce el lugar donde se aloja la semilla del asunto, el sitio de donde procede el sustrato del que creció la historia acerca del encuentro entre un personaje histórico y real, como lo fue el presidente de los Estados Unidos -ni más, ni menos-, y el ser mítico y fantástico que. supuestamente, habita en los recónditos bosques del Tíbet, Siberia o América del Norte, según cuentan miles de testigos, que aseguran haberlo visto.

Roosevelt fue, también, escritor. En una de sus obras, The Wilderness Hunter (1892), nos informa de una historia que le llegó de la mano de un viejo cazador y trampero llamado Bauman. Cuando era joven, el citado Bauman y un amigo suyo llegaron a un paraje que consideraron adecuado para ejercer su oficio, conocido como Salmon River, donde construyeron un campamento para refugiarse, además de colocar trampas para castores en los alrededores. Cuando regresaron para descansar, los amigos se encontraron con los restos de su cabaña esparcidos por el suelo, ya que alguien o algo había destrozado el improvisado asentamiento. Al principio pensaban que el culpable era un oso, pero al descubrir las huellas observaron que el animal en cuestión andaba con solo dos patas.

Cuando llegó la noche el asunto empeoró todavía más: ese ser los acechaba desde la maleza, y pudieron vislumbrar a través de la oscuridad que se trataba de un ser de enormes proporciones. Ellos dispararon su armas y la criatura huyó.


Theodore Roosevelt.




Al amanecer los cazadores fueron a buscar sus trampas, y cuando regresaron se encontraron nuevamente el campamento destrozado, y por la noche el ser les volvió a acechar, además de montar un enorme escándalo en el bosque cercano.

Ambos amigos, y socios, pensaron que no podían aguantar más la situación y decidieron dar por finalizada la expedición comercial, así que a la mañana siguiente, Bauman salió al bosque para recoger las trampas, pero al regresar se encontró el cadáver de su amigo tirado en el suelo del campamento, con el cuello roto y mordido, aunque intacto.

Roosevelt en ningún momento menciona la palabra Bigfoot para referirse a la bestia asesina, aunque esta historia es una de las más memorables del archivo histórico de los encuentros con el mítico ser. Al respecto, hay que tener en cuenta que fue a partir de la década de 1950 cuando se publicaron las primeras fotografías de las supuestas pisadas gigantes de un animal desconocido, que sería bautizado como Pies Grandes o Bigfoot, por lo que es imposible que el futuro presidente de los Estados Unidos usara tal acepción para referirse a la bestia.

Otro rasgo que hay que tener en cuenta de la historia aparecida en The Wilderness Hunter, y que la hace verdaderamente inquietante, es el hecho de presentar a una especie animal inteligente, enorme, que anda a dos patas y que molesta y mata a las personas porque sí, ya que no aprovecha el cadáver para usarlo como alimento. Estos rasgos lo hacen muy distinto de la imagen simpática que se tiene del Bigfoot, que se le ve como a un ser Grande y tímido que huye en cuanto se cruza con algún excursionista o cazador que anda por cualquier gran bosque de Norteamérica o del Tíbet.