Buceando en la leyenda

Buceando en la leyenda

sábado, 19 de mayo de 2018

¿Existió Artemisia?


Artemisia es un personaje femenino de la Antigüedad que rompe moldes. No es fácil encontrar en las páginas de los libros de Historia a mujeres que dirigieron hombres en los sangrientos campos de batalla, por lo que es chocante encontrar a la tirana de Halicarnaso al mando de una parte de la flota del rey Jerjes  durante las batallas navales de las Guerras Médicas (s. V a.C.).  Y por si fuera poco, fue una consejera muy valorada por el monarca persa, no solamente en el campo de batalla, si no fuera de él, ya que puso a sus propios hijos a su cuidado. Por todo ello, Artemisia se merece aparecer en como protagonista  en la película de 300, el origen de un imperio.

Gracias a Herodoto, el padre de la Historia, y nacido también en Halicarnaso, conocemos algunos detalles de su vida, y sobre todo de su actuación en la batalla de Salamina, encuentro decisivo que supuso la victoria de los griegos sobre los persas. En este punto hay que poner en relieve que hubo muchas ciudades-estado griegas que apoyaron a al rey Jerjes en su intento de conquista del resto de Grecia. Y entre ellos estaba Artemisia, dirigente de Halicarnaso, que se encontraba en la zona asiática, como muchas otras ciudades griegas. Por lo tanto no es la humilde joven vejada y resentida de los griegos que aparece en la película ya mencionada, si no que una mujer poderosa que opta por una opción política que cree más razonable para sus intereses y los de su pueblo.
La actriz Eva Green en la película 300, el origen de un imperio (blogtabula.blospot.com)

Sin entretenerme mucho en los sucesos que llevaron al gran enfrentamiento naval del 480 a. C., uno de los más decisivos de la historia de los conflictos bélicos, lo que engrandece aún más a la figura histórica de la que estoy hablando es el hecho de que ser mujer no le invalidara para dar consejos al mismísimo Jerjes, uno de los monarcas más poderosos de su época, sino que además presentara un plan de batalla alternativo distinto al que al final se adoptó y que dio como resultado la gran derrota persa de Salamina. Su propuesta, compartida por Mardonio y otros más, era la de no presentar batalla contra los barcos griegos, si no mantenerlos a raya mientras se llevaba a cabo un asalto a las tierras del Peloponeso para que las naves pertenecientes a las ciudades de dicha región (entre ellas de Esparta) dejaran la flota, quedando solos los atenienses y sus más firmes aliados. Sin duda, hubiera sido una baza ganadora que proponía dividir a los griegos aún más de lo que ya estaban.

Aunque Artemisia solo pudo sumar 5 barcos a la gran flota persa, Jerjes la nombró comandante de la división de naves dorias.

Una de las acciones más polémicas de la batalla de Salamina, y que es narrada por el gran Herodoto, tiene a Artemisia como protagonista. En un momento concreto, en medio de la vorágine que envuelve de caos y de muerte a las naves que se estaban enfrentando, una trirreme griega seguía a la nave de nuestra protagonista. Ella intentó zafarse de la amenaza que suponía que aquel barco embistiera con el poderoso espolón metálico que sobresalía a proa, y que podía dañar gravemente a cualquier barco hecho de madera. En un momento de la persecución, la nave de Artemisia se encontró obstaculizada por cinco naves persas, es decir, de su propio bando. Sin tener mucho tiempo para la reflexión, ordenó que embistieran a uno de los barcos que le obstaculizaban el trayecto para así poder escapar de la amenaza de tener a un enemigo ansioso de poder asaltarla y acabar con  ella y su tripulación; en este punto hay que reseñar que los atenienses habían puesto precio a su cabeza, ya que no podían tolerar que una mujer se hubiera alzado contra ellos.

Mientras todo esto ocurría en el mar, en una posición elevada en tierra los miembros del estado mayor de Jerjes anotaban el comportamiento de los comandantes navales para luego pasarle la información al rey. Pero hubo una malinterpretación de la actuación de Artemisia, ya que los generales persas pensaron que había embestido a un barco enemigo griego en vez de a uno de los suyos, antes de escapar. Por ello, y al pensar que se había comportado de una manera impecable y valiente, Jerjes exclamó aquella famosa frase que dice: “Mis hombres se han convertido en hombres, y las mujeres en hombres”, sin duda cuando estaba decepcionado por la actuación de la mayoría de sus almirantes en el transcurso de la batalla.


Fuente: Salamis 480 BC, de William Shepherd

lunes, 2 de abril de 2018

El guerrrero que no pudo huir de su destino.



Hay personas que parece que no pueden escapar a su destino. Es como si nada de lo que pudieran hacer o decir, pudiera evitar un fin establecido de antemano por algún tipo de fuerza invisible capaz de trazar el final de la biografía de algún hombre, aunque este sea el caso de un noble poderoso.

Ali ibn al-Athir (1160-1233) es un historiador árabe, que vivió en la zona que conocemos como Oriente Medio, durante parte de la época de las Cruzadas, ya sabéis aquella serie de guerras desastrosas que tiñeron de sangre, tanto cristiana como musulmana, las tierras de Palestina, Siria, Líbano… durante los siglos del Medievo. Es más, al-Athir participó en distintas batallas, ya que fue un soldado al servicio del famoso Saladino (c.1137-1193).

Gracias a su obra escrita, conocemos la historia del visir de Egipto al-Afdal (1066-1121), y más en concreto de su hijo Sharaf, bastante supersticioso, por cierto, como tendréis ocasión de conocer en breve.
 
 
 
 
 
 

Sharaf fue un general victorioso, pero cuando trataba de rematar al adversario surgía alguna complicación de última hora que evitaba un triunfo que hubiera sido decisivo para acabar con los cruzados. Así, en 1102, un ejército egipcio de 20.000 hombres cogió por sorpresa a las tropas de Balduino I cerca del puerto de Jaffa. El mismo rey cristiano de Jerusalén tuvo que esconderse boca abajo entre los juncos para no caer prisionero, mientras la mayoría de sus soldados eran masacrados. Ese día, el ejército de El Cairo podía haberse apoderado de Jerusalén pues la ciudad carecía de defensores y el rey estaba desaparecido, según nos cuenta el cronista al-Athir, pero la llegada de refuerzos cruzados por mar y la indecisión de Sharaf hizo que no prosperara la operación militar.

Al año siguiente, y al otro, el señor de El Cairo volvió a intentarlo, pero siempre algún acontecimiento improvisto frustraba las intentonas de Sharaf. Era un general valeroso, pero -nos dice Ibn al-Athir-, sumamente supersticioso:

“Le habían predicho que iba a morir de una caída de caballo y, cuando lo nombraron gobernador de Beirut, mandó que levantaran todo el empedrado de las calles por miedo a que resbalara su cabalgadura. Pero la prudencia no pone a cubierto del destino.”

Sharaf murió finalmente en el campo de batalla: se le encabritó el caballo en un momento de calma, sin que nadie lo atacara, y murió tras la caída. De esta manera murió haciendo cierta aquella profecía maldita, haciendo vano cualquier esfuerzo de intentar evitar su aciago destino.

 

Fuente principal: Las cruzadas vistas por los árabes, de Amin Maalouf.
Imágenes: Wikipedia.

 

 

viernes, 23 de febrero de 2018

¿Fue Nelson Mandela un terrorista?



La Historia está repleta de mitos y personajes glorificados, marginados y despreciados, que los historiadores tienen el deber de poner en su sitio con la equidad que ejerce un juez cuando preside los tribunales. La imagen que se tiene de Nelson Mandela (1918-2013), en general, es la de un hombre negro que luchó hasta el fin porque en su país, Sudáfrica, convivieran en libertad y con los mismos derechos cualquier persona sin tener en cuenta su credo o raza. No hay que olvidar que la segregación racial que supuso la instauración del llamado apartheid, hizo que la comunidad nativa viviera de manera marginal, con respecto a los blancos, en una tierra que había sido suya antes de que llegaran los colonos procedentes de Europa. En este sentido, los esfuerzos de Nelson Mandela, su implicación política, fueron legítimos y justos por alcanzar una sociedad igualitaria donde los negros eran por ley marginados.

Todo ello es indiscutible. Lo que se pasa por alto, cuando se analiza la figura de Mandela en cualquier biografía o documental, o se comenta de pasada sin hacer hincapié, es que el sudafricano, a diferencia de Gandhi, legitimó el uso de la violencia para intentar conseguir sus fines que eran de una justicia innegable.

El 18 de julio de 1918 nació en Mvezo con el nombre de Rolihlahla, que quiere decir en lengua isixhosa “el que empuja la rama de un árbol”, o el “que causa alboroto”. Creció en el seno de una tribu alejado del mundo de los blancos. Su padre tenía un cargo importante de consejero que el acabaría heredando. Su maestra le puso de nombre Nelson, cuando tenía 7 años, para que los occidentales no tuvieran problema en pronunciar su nombre. Cuando el regente de la tribu le concertó un matrimonio de conveniencia, Mandela huyó a Johannesburgo donde tomaría conciencia de la discriminación sufrida por la población de color.
 
 
 



En 1941 entró a formar parte del ANC (Congreso Nacional Africano), partido político fundado en 1912 para acabar con la discriminación. En 1948 el Partido Nacional ganó las elecciones, implantándose la segregación racial del apartheid. Mandela pudo sacarse el título de abogado, y alternaría la defensa de los ciudadanos negros que acudían en masa al único bufete de abogados que podía defenderlos, con su participación política en el ANC.

En 1960 se produjo la matanza de Shaperville: 69 muertos en manifestaciones contra el gobierno racista. Se ilegalizó el partido de Mandela, y la actividad de éste pasó a la clandestinidad. Tras la matanza, el radicalismo se impuso en Mandela y el resto de sus compañeros: fundaron la agrupación Umkhoto we Sizwe (“arpón del pueblo”), el que sería el brazo armado del ANC. Es decir, Mandela optó claramente por la violencia.

En 1962 viajó a Etiopía y Argelia donde recibió adiestramiento militar. Tras regresar a Sudáfrica, en junio de 1964, tras el proceso de Rivonia, sería condenado a cadena perpetua, con otros 19 compañeros; se libró de la pena de muerte por poco. Estuvo en la cárcel casi 30 años. Pudo salir en 1990. En 1993 se le otorgó el Premio Nobel de la Paz y, al año siguiente, fue elegido presidente de Sudáfrica. Murió en 2013.  Como dirigente de su país, se preocupó por la conciliación de todos sus ciudadanos, fueran blancos y negros, olvidando el pasado violento, siendo un ejemplo para el resto de las naciones.

Ahora bien, cuando estaba en prisión le propusieron un trato: si renunciaba a la violencia le liberaban; esto fue en el año 1985. El rehusó. Lo que refleja este dato es que la postura de Mandela respecto a la violencia fue clara en ciertos periodos de su larga vida. No he encontrado en ningún sitio su implicación en ningún acto terrorista, pero la organización armada de la que era miembro (Umkhonto we Sizwe) haría multitud de sabotajes antes de que él ingresara en prisión y, una vez dentro de ella, una serie de atentados producirían víctimas civiles, entre los que destacan:

-Atentado  con 19 muertos en Church Street en Pretoria (1983).

-Atentado con coche bomba en Durban, con 3 muertos (1986).

-Atentado de Roodeport contra el banco Standard, 6 muertos (1988).

 

El Congreso estadounidense aprobó incluir a la Lanza de la Nación en la lista de organizaciones terroristas extranjeras: Nelson Mandela permaneció en la lista estadounidense de terroristas hasta el año 2008.

La organización Umkhonto we Sizwe se disolvió en el año 1990, en el mismo año que Mandela obtuvo la libertad.

 

Fuentes:

-Podcast Personas con Historia.

-Los grandes personajes de la Historia, de Canal de Historia.

-Wikipedia.

viernes, 26 de enero de 2018

Señales en el cielo: Augusto y el cometa.



Julio César fue asesinado en el año 44 a.C. en Roma, en lo que sería uno de los magnicidios más famosos de la Antigüedad. Con un historial repleto de victorias ante su rival político y militar, Pompeyo, y contra los galos, César parecía destinado a alcanzar el poder absoluto de la renqueante república y convertirse en su primer emperador, pero la conspiración perpetrada por un grupo de senadores hizo que el honor recayera en otro hombre: Octavio Augusto, su heredero y, a la vez, sobrino-nieto.

El heredero de Julio César no lo iba a tener fácil, y los habitantes de los territorios  romanos tendrían que seguir sufriendo las penalidades de la guerra ya que había otros que codiciaban acceder a la cúspide el poder, entre los que destacaba Marco Antonio, hombre de confianza de César, y militar muy capaz y aguerrido.

El periodo de transición que supuso el cambio de sistema político de república a imperio es verdaderamente apasionante y seguro que lo seguiré tratando en otras entradas, pero esta se la dedico a un fenómeno meteorológico en concreto dentro de la sección que he bautizado como “señales en el cielo”, y que fue la aparición de un cometa en un momento verdaderamente oportuno.
 
 
 
Moneda acuñada hacia el 19 a.C., con la imagen de Augusto en el anverso y la de un cometa en el reverso (Wikipedia).
 


Hay que reconocer la habilidad que tenían los hombres poderosos de los siglos pasados para verter a su favor los fenómenos de la naturaleza desconocidos, haciendo ver a sus mesnadas o redes clienterales que un cometa, por ejemplo, se podría considerar como una señal divina que quería mostrarles algún tipo de mensaje en relación con el monarca de turno para que hiciera tal cosa o la otra, y que la divinidad correspondiente le ayudaría a ganar alguna batalla o tomar al asalto algún trono. Durante la Guerra de las Rosas (1455-1487), se produjo en el cieloun fenómeno óptico llamado parhelio que produce la percepción de que el sol sedivide en tres, y que atemorizó a los soldados que iban a librar la batalla; el líder de un bando, el que llegaría a ser Eduardo IV de Inglaterra, le aseguró a sus mesnadas que el triple sol que veían en realidad era la santa Trinidad, y que Dios estaba de su lado. El farol surtió efecto y la victoria se decantó de su lado.

Bastantes cientos de años antes, a finales del año 43 a.C., en los estertores del periodo republicano de la Antigua Roma, durante unos juegos ofrecidos en recuerdo de Julio César, apareció en los cielos un cometa. De forma deliberada y aprovechando la ignorancia lógica de unas gentes humildes que no tenían unos conocimientos de los que gozamos en la actualidad en gran parte del mundo, se hizo entender al pueblo de Roma que era el espíritu de César que se dirigía a la morada de los dioses. Como consecuencia de todo ello, Octaviano, su heredero, se convertía en “hijo del divino de César”, lo que lo legitimaba a ojos de los dioses, ni más ni menos. Con el tiempo, Octaviano llegaría a ser el primer emperador de uno de los imperios más grandes y duraderos de toda la Historia.

Fuentes:

-Historia Universal. Roma. De Julio Mangas.

-El ejército de César Augusto, de Ross Cowan.