Buceando en la leyenda

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jueves, 23 de noviembre de 2017

El ocaso de los héroes: los Vara del Rey.



En la Edad Antigua y en la Medieval no era extraño ver a los monarcas y generales al frente de sus soldados durante el fragor de la batalla. Entonces era más importante que las tropas se vieran reconfortadas con la visión de su líder compartiendo los riesgos de la guerra, que el hecho de que el mismo estuviera en la retaguardia a salvo, pero dirigiendo de una manera acertada los movimientos tácticos del ejército. Cuando llegó el Renacimiento, hacia el siglo XV, la cosa cambió, y desde entonces los generales se mantuvieron en una posición atrasada pero segura lejos de las explosiones de la artillería y de las cargas de caballería; hay ejemplos notorios como es el caso de Carlos I de España o de Francisco I de Francia, que resultó cautivo tras la batalla de Pavía (1525), en los que los reyes-guerreros se comportaron de manera valerosa en ciertos enfrentamientos bélicos, evocando con su actitud antiguas costumbres medievales que se extinguirían al pasar los siglos.

 

En 1898 un acorazado norteamericano, el Maine, que se encontraba anclado en las aguas del puerto de La Habana, estalló en mil pedazos, sin saberse aún las causas reales que produjeron la explosión, pero sirviendo de excusa para que los poderosos Estados Unidos declarasen la guerra a España. En una guerra extremadamente desigual, un coloso aplastaría al decadente imperio español, que no pudo nada más que oponer gallardía y valentía contra la que llegaría a ser en unos pocos años la primera potencia mundial. Y de los muchos héroes que cumplirían con su deber, destacaría la figura del general español Joaquín Vara del Rey y Rubio (1840-1898), que compartiría con sus escasas tropas sufrimiento y valor en una de las acciones más heroicas de aquella guerra que cambiaría a España y al Mundo.
 
 
 

 

Vara del Rey nació en Ibiza, con 15 años hizo su ingreso en las fuerzas armadas, y se labró una dilatada experiencia bélica participando en las guerras del Sexenio Revolucionario y de Filipinas, donde logró desarticular la importante partida de José Maceo, lo que le valió el ascenso a general. Al estallar la guerra en Cuba pidió el traslado a la isla para seguir cumpliendo con su deber de guerrero.
 
 
 

 

El 1 de julio de 1898, en los altos de El Caney, 6.650 soldados norteamericanos se enfrentaron a 527 soldados españoles a cuyo mando se encontraba el veterano general Vara del Rey, acompañado de tres de sus hijos y un hermano suyo, todos oficiales.  Era una diferencia de 12 a 1, algo imposible de salvar, pero ni con esas se iban a echar atrás las tropas hispanas. Los yanquis, confiados, esperaban acabar con la débil guarnición en apenas un par de horas, pero se encontrarían con una tenaz resistencia de más de nueve horas; quedó manifiesto que el espíritu indomable de el general se extendió a los soldados a su mando. Para los norteamericanos fue un auténtico calvario avanzar palmo a palmo mientras las balas de los fusiles llovían sobre el terreno que intentaban tomar. Aunque la defensa fue a ultranza, la lógica de los números se impusieron y general español ordenó replegarse a las tropas supervivientes a la plaza de la iglesia donde ofrecería su defensa final. Una bala perdida le hirió de gravedad ambas piernas, y tuvieron que llevárselo en camilla. Cuando transitaban un camino oculto, una partida de soldados estadounidenses los descubrió y abrieron fuego sobre los españoles, matando al general y a dos de sus hijos. Su hermano, un teniente coronel, fue herido y hecho prisionero, además del hijo que sobrevivió, con el rango de capitán. Sin duda fue una auténtica tragediafamiliar, comparable a la sufrida por los Custer apenas unos años antes, en1876, luchando con los indios en Little Bighorn.

 

Fuentes:

-El desastre de Cuba, 1898, de Fernando Puell.

-San Juan Hill 1898, de Angus Konstan.
 
-Imágenes de la estatua de Vara del Rey en Madrid, por Benjamín Ávalon.