Buceando en la leyenda

Buceando en la leyenda

sábado, 23 de noviembre de 2013

¿Quién fue el primer caníbal?

Gracias a la disciplina arqueológica sabemos que en la Prehistoria ya se daban casos de canibalismo. Aunque algunos eruditos piensan que fueron acciones de tipo ritual, lo más lógico es pensar que, ante la falta de alimentos, los seres humanos prehistóricos se consumían entre sí como método de supervivencia. No podemos saber si los restos hallados en el yacimiento de Atapuerca (en la provincia de Burgos, España), que presentan cortes producidos de manera inequívoca por una herramienta fabricada por un animal inteligente, fueron consumidos por seres de su mismo clan o familia, o por individuos procedentes de uno ajeno.


Marcas producidas por una herramienta sobre el hueso de un Homo Antecessor, antepasado del actual Homo Sapiens, es decir, nosotros mismos.
 


Aunque para nosotros, hoy en día, pueda resultar una acción terrible, para los habitantes de aquella época, que vivían en un entorno hostil, cruel y de carestía, comer seres humanos no debería ser una experiencia demasiado traumática (es un suponer mío).

El rico yacimiento arqueológico de Atapuerca (uno de los más importantes del mundo), se empezó a excavar en el último cuarto del siglo pasado. Aún se siguen produciendo hallazgos importantes. El conjunto arqueológico consta de distintas zonas, conocidas como Sima del Elefante, Galería, Sima de los Huesos... Pero es en la llamada Gran Dolina, donde se produjo un hallazgo de una trascendencia sobresaliente: se encontraron los restos de unos seres humanos de unos 800.000 años de antigüedad (lo más antiguos en la época en que se encontraron en Europa). Aquellos individuos que se encontraron, que eran muy jóvenes, y tenían diferencias morfológicas con el Homo heidelbergensis, que era el ser humano europeo hallado más antiguo hasta la época (unos 500.000 años). Por ello, se pensó que era una especie nueva, a la que se le bautizó como Homo antecessor.




Los restos de Homo antecessor hallados presentaban unos cortes producidos por unas herramientas afiladas que, además, eran muy similares a los presentados en los huesos de animales que habían sido consumidos por algún ser humano. Ello indicaba que, muy posiblemente, aquellos individuos, la mayoría niños, habían sido cortados en pedazos y consumidos por algún miembro de su clan o de algún otro grupo vecino o recién llegado.




Hasta la fecha, es el caso de canibalismo más antiguo del que se tiene conocimiento.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Señales en el cielo: Eduardo IV y los tres soles.

Tras la finalización de la guerra de los 100 años, Inglaterra se vio envuelta en un conflicto civil que duró más de treinta años, la llamada "guerra de las rosas". Fue un lucha entre la casa de Lancaster (la rosa roja) contra la casa de York (la rosa blanca), siendo ambas ramas descendientes de la dinastía Plantagenet que reinó en Inglaterra durante muchos años.




La guerra empezó cuando una serie de nobles, encabezados por el pretendiente al trono Ricardo de York, se rebeló contra el rey de Inglaterra Enrique VI. Tras muchos años de lucha, de muertes y traiciones, el resultado final de la lucha fue el ascenso al trono de la dinastía de los Tudor (con reyes tan famosos como Enrique VIII e Isabel I).

De las múltiples batallas que se dieron durante la guerra, hablaré de una en concreto. Fue la de Mortimer's Cross, librada el 2 de febrero de 1461. En aquella ocasión, las tropas yorkistas estaban comandadas por Eduardo, hijo de Ricardo de York que había muerto en batalla, mientras que las del bando contrario estaban dirigidas por Owen Tudor. Antes de que se produjera el sangriento choque entre soldados, se dio un extraño fenómeno en el cielo que asustó a los soldados de la rosa blanca: habían aparecido tres soles sobre sus cabezas. El joven Eduardo, hábil y rápido, convenció a los suyos de que era un mensaje divino que presagiaba su victoria. Más exactamente, le dijo a sus soldados que los tres soles representaban a la santa Trinidad, y que Dios estaba de su lado. Parece ser que sus soldados le creyeron pues lucharon con tenacidad para conseguir la victoria.











Posteriormente, Eduardo se coronaría como Eduardo IV de Inglaterra. Fue un gran general, el mejor estratega de toda la guerra, e incorporó la figura del sol en su escudo de armas. Cierto genio literario, llamado Shakespeare, menciona el acontecimiento meteorológico en una de sus obras de teatro. Pero, ¿es posible que se puedan ver tres soles en el cielo?

La respuesta es si. Hay un fenómeno llamado Parhelio, que es de tipo óptico, que hace que parezca que el sol se vea en tres partes distintas del cielo. El fenómeno está asociado con la reflexión-refracción de la luz, producto de una gran cantidad de partículas de hielo en las nubes de cirro.


miércoles, 13 de noviembre de 2013

Las armadas perdidas: la Invencible y la mongola.

En esta nueva entrada de "historias paralelas", voy a hablar de dos momentos muy importantes de la Historia, en los que los fenómenos meteorológicos tuvieron mucha importancia, ya que ayudaron, de forma involuntaria, a que dos importantes flotas pertenecientes a grandes potencias mundiales de la época, no pudieran invadir unas islas, muy pequeñas en comparación con el territorio imperial de sus enemigos. Son el caso de la Armada Invencible española contra Inglaterra, y los intentos de la China mongola contra Japón, tal vez este último menos conocido.

En 1588 el imperio español estaba en la cumbre. Francia, la otra gran potencia occidental, se desangraba en las guerras de religión, Portugal, la otra gran potencia colonial del momento, había sido absorbida por los ejércitos españoles, y la rebelión holandesa parecía que iba a ser vencida por los bravos tercios españoles y por el gran general que resultó ser Alejandro Farnesio. Sólo quedaba Inglaterra como el país que incordiaba al gran imperio hispano, con ataques de piratería y su apoyo a los rebeldes de los Países Bajos.

Por ello, y por otras razones, Felipe II de España lanzó una gran flota, de más de 120 buques, contra Inglaterra. Era la Armada Invencible. El plan español era tan complejo, ya que necesitaba que dos grandes fuerzas navales a gran distancia entre sí tenían que coordinarse en una época en la que las telecomunicaciones no existían, que acabó fracasando. Después, cuando el almirante de la flota hispana, el marqués de Medina Sidonia, desistió de invadir Inglaterra, al comprobar que no pudo reunirse con la flota de barcazas procedente de Flandes, tomó un camino de regreso bordeando las islas británicas. Las tormentas que tuvieron que sufrir los navíos españoles en su regreso a casa diezmaron la flota. Se perdieron unas 50 o 60 naves, evitando que el rey español decidiera evitar una nueva aventura con Inglaterra, al menos, por un tiempo.




En 1274, los mongoles intentaron invadir otras islas, las de Japón. Por entonces, reinaba Kublai Kan (el que se acogería la expedición del célebre Marco Polo). A principio de ese año, ordenó construir una flota de 900 buques que transportarían casi 30.000 hombres mongoles, chinos y coreanos. El viaje desde Busan duró dos semanas, y desembarcaron los mongoles en la bahía de Hakata. Los efectivos desembarcados rechazaron a los japoneses en un principio. Por suerte para los japoneses, los desembarcados no pasaron la noche en tierra sino que volvieron a sus naves para dormir. Una gran tormenta nocturna acabó hundiendo a gran parte de la flota, y los mongoles regresaron perdiendo unos 13.000 hombres. Muchos de ellos, seguramente, cayeron ante los temibles samuráis japoneses.

Los mongoles volvieron a repetir el intento en 1281. Kublai Kan volvió su mirada hacia Japón, una vez más, tras conquistar a los song del sur. Mientras, los japoneses se preparaban: organizaron una guardia costera. La flota que emplearían los invasores era más imponente que la anterior: 6000 buques de guerra y 600 aportados por los coreanos. Las dos flotas debían reunirse en la isla de Iki, aunque nunca se pudieron reunir adecuadamente. Así, la flota del este intentó desembarcar en Hakata, pero fueron rechazados por los japoneses; los mongoles se establecieron en dos islas frente a la bahía. Los samuráis lanzaban ataques nocturnas y diurnas contra tales posiciones, haciendo auténticos estragos entre las filas mongolas. Éstos acabaron por abandonar las posiciones y se retiraron a la isla de Iki para esperar la llegada del grueso de la flota.




La segunda armada, procedente del sur, mucho más numerosa que la anterior, fue arribando poco a poco a varios puntos de la costa japonesa. Las flotas se reunirían al final cerca de la isla de Takashima, al sur de Iki, donde los japoneses lanzaron un osado ataque conocido como la batalla de Takashima: los japoneses fueron rechazados por la abrumadora superioridad numérica de sus enemigos. Pero, la fortuna sonrió a los nipones. Al poco, se despertó un furioso tifón, el kamikaze o viento de los dioses. La flota mongola fue casi aniquilada. Las bajas coreanas fueron de casi el  30 %. Las de los mongoles y chinos puede que llegaran al 90% en hombres y naves. Sería injusto atribuir el fracaso de la derrota en su totalidad a las causas meteorológica, ya que los samuráis lucharon extremadamente bien.

Igualmente, sería injusto no atribuirle el mérito del rechazo de la invasión de Inglaterra a los magníficos marinos británicos que lucharon muy bien contra los españoles. Hubo otro intento de los mongoles de invadir Japón por parte de Kublai Kan, pero no se llevó a cabo.

Ambos intentos de invasión son unos magníficos ejemplos de como la suerte influye en el trascurso de una batalla. Parece, en el caso de un enfrentamiento naval, que las causas climatológicas pueden ser más decisivas que en un combate terrestre.

Fuente principal: "Las hordas de Gengis Kan", de Stephen Turnbull.

sábado, 9 de noviembre de 2013

¿Existió el rey leproso? ("El reino de los Cielos")

A la muerte de Amalarico I, su hijo, el que sería conocido como Balduino IV de Jerusalén, o el rey leproso, fue coronado, aún a pesar de sufrir tan terrible enfermedad. Solamente tenía 13 años de edad. Murió con tan solo 24 años, estando ciego y teniendo las manos y piernas mutiladas, pero sería, a pesar de todo, uno de los más grandes, sino el que más, hombres que lucharon en las cruzadas. Demostró ser un valeroso guerrero, y un hábil general que le hizo morder el polvo al gran líder musulmán, Saladino.


El actor norteamericano Edward Norton interpretando al rey Balduino IV de Jerusalén en la película "El reino de los Cielos" (2005).



Balduino nació en Jerusalén en 1161. Fue educado por Guillermo de Tiro (historiador, canciller y arzobispo), que escribió sobre las cruzadas; su obra es fundamental para entenderlas. Además, como tutor del menor, fue el primero que se dio cuenta de la enfermedad que sufría el muchacho. Cuando estaba jugando con otros niños, sufrió algunas heridas, pero no se quejaba de ellas porque no le dolía. Guillermo se dio cuenta de que podía ser el síntoma de que sufría la lepra. La enfermedad era incurable en aquella época. Además, a causa del contagio que podía causar a los que le rodearan, ni se casaría ni tendría descendencia. De hecho, sería su sobrino, Balduino V, el que heredaría el reino de Jerusalén a su muerte.

Su padre murió en 1174 y Balduino ascendió al trono. Durante su minoría, el reino fue gobernado por dos regentes sucesivos, primero Miles de Plancy, aunque de forma no oficial, y luego por Raimundo III de Trípoli.

En 1177, ya teniendo la mayoría de edad, dirigió a los ejércitos cruzados contra las tropas de Saladino que habían invadido los estados cruzados. Como la superioridad en hombres era aplastante del lado de los musulmanes, Balduino no podía atacar de frente. Por lo tanto, con hábiles movimientos tácticos, lanzó a sus hombres contra la retaguardia de Saladino. El resultado fue una gran victoria, si acaso la última, de los cruzados en Oriente. El combate se le conoce como la batalla de Montgisard.


El historiador Guiilermo de Tiro se percata de la terrible enfermedad que sufre su pupilo.



En 1179 se libró la batalla del Vado de Jacobo, en la que Balduino no pudo llegar a tiempo para impedir que Saladino desmantelara un gran castillo que estaban construyendo los cruzados. En cambio, si pudo evitar que el líder musulmán tomara el castillo de Al Kerak, que estaba al mando de Reinaldo de Chatillón, que no paraba de provocar a los musulmanes al atacar continuamente sus caravanas. Balduino dirigió sus tropas rápidamente, hay que tener en cuenta su estado tan delicado, ante lo cual Saladino se tuvo que retirar de manera vergonzosa para no quedar atrapado entre las tropas del rey de Jerusalén y las formidables murallas de la fortaleza cristiana.

Balduino murió en 1185. Se ocultaba el rostro tras una máscara de plata, ya que la enfermedad le desfiguraba el rostro. A pesar de la brevedad de su reinado, los logros producidos por este gran personaje, e injustamente olvidado (gracias a Ridley Scott que lo resucitó en su magnifica película) fueron extraordinarios para que los reinos latinos perduraran por más tiempo. No creo que sea muy atrevido decir, que si no se hubiera sentado en el trono de Jerusalén el rey leproso, los reinos cristianos hubieran desaparecido mucho antes de Tierra Santa.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Filípides, ¿el primer maratoniano?

La leyenda cuenta que los persas quisieron conquistar Grecia. Eso si es cierto. Desembarcaron un gran ejército en las llanuras de Maratón y, desde ese lugar, pretendían tomar primero Atenas y, después, el resto de la Hélade. Los atenienses, prácticamente sin la ayuda del resto de los griegos, si exceptuamos un pequeño contingente de soldados plateos, plantaron cara a los asiáticos en dicha llanura, les hicieron morder el polvo, estando en gran inferioridad numérica, y les persiguieron hasta los barcos que estaban anclados cerca de la costa. La victoria fue aplastante. Los atenienses mandaron a un corredor, llamado Filípides, para participar la buena noticia a los habitantes de Atenas. La distancia entre ambos puntos era de unos 40 kilómetros de distancia, y cuando llegó el corredor para decir que los atenienses habían vencido la batalla, cayó muerto debido al gran esfuerzo realizado. En su honor se celebra en la actualidad una modalidad de carrera a pie llamada Maratón, que consta de poco más de 42 kilómetros.




En lo referente a la batalla, si es completamente cierta la información añadida. En lo respecto al mensajero, se pueden aclarar unas pocas cuestiones que están poco definidas.

Cuando los persas desembarcaron en las costas griegas, se envió a un corredor llamado Filípides, que recorrió la distancia desde Atenas hasta Esparta (es decir, 240 kilómetros) en menos de dos días (se ha comprobado, en los tempos recientes, que es una hazaña posible para un ser humano debidamente entrenado), para pedir refuerzos de su ejército. Los espartanos negaron la petición de auxilio, debido a que estaban celebrando unas fiestas religiosas; en realidad, parece ser, estaban ocupados en aplastar una rebelión  de los mesenios. Esa es la razón por la cual los atenienses lucharon prácticamente solos en la batalla de Maratón.

Una vez que finalizó dicho enfrentamiento, y los persas hubieron embarcado y pusieran rumbo hacia Atenas, se dice que los griegos enviaron un mensajero para avisar a la urbe griega, no sólo de la victoria que se había producido, sino, algo mucho más importante, que los persas, resentidos por la derrota, se dirigían hacía la ciudad, desprovista del grueso del ejército que se encontraba en Maratón para defenderla, para avisarlos debidamente. El nombre de dicho corredor es Tersipo Erquieo (según el historiador Plutarco), o Eucles (según otros). Según Luciano (un historiador muy posterior), fue Filípides el que llevó la noticia. Algunos eruditos modernos piensan que no se envió a ningún corredor.




Al final, después de una marcha forzada que dejó exhaustos a los hoplitas griegos, que ya estarían agotados de luchar en la encarnizada batalla de Maratón, llegaron a Atenas con suficiente prontitud para que la flota persa, que los veía en la lejanía, desistiera de desembarcar en tierras griegas. De esta manera, Grecia se salvó de la amenaza de la invasión, durante unos cuantos años.


Fuente principal: "Desafío heleno a Persia", de Nicholas Sekunda.