Buceando en la leyenda

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viernes, 26 de enero de 2018

Señales en el cielo: Augusto y el cometa.



Julio César fue asesinado en el año 44 a.C. en Roma, en lo que sería uno de los magnicidios más famosos de la Antigüedad. Con un historial repleto de victorias ante su rival político y militar, Pompeyo, y contra los galos, César parecía destinado a alcanzar el poder absoluto de la renqueante república y convertirse en su primer emperador, pero la conspiración perpetrada por un grupo de senadores hizo que el honor recayera en otro hombre: Octavio Augusto, su heredero y, a la vez, sobrino-nieto.

El heredero de Julio César no lo iba a tener fácil, y los habitantes de los territorios  romanos tendrían que seguir sufriendo las penalidades de la guerra ya que había otros que codiciaban acceder a la cúspide el poder, entre los que destacaba Marco Antonio, hombre de confianza de César, y militar muy capaz y aguerrido.

El periodo de transición que supuso el cambio de sistema político de república a imperio es verdaderamente apasionante y seguro que lo seguiré tratando en otras entradas, pero esta se la dedico a un fenómeno meteorológico en concreto dentro de la sección que he bautizado como “señales en el cielo”, y que fue la aparición de un cometa en un momento verdaderamente oportuno.
 
 
 
Moneda acuñada hacia el 19 a.C., con la imagen de Augusto en el anverso y la de un cometa en el reverso (Wikipedia).
 


Hay que reconocer la habilidad que tenían los hombres poderosos de los siglos pasados para verter a su favor los fenómenos de la naturaleza desconocidos, haciendo ver a sus mesnadas o redes clienterales que un cometa, por ejemplo, se podría considerar como una señal divina que quería mostrarles algún tipo de mensaje en relación con el monarca de turno para que hiciera tal cosa o la otra, y que la divinidad correspondiente le ayudaría a ganar alguna batalla o tomar al asalto algún trono. Durante la Guerra de las Rosas (1455-1487), se produjo en el cieloun fenómeno óptico llamado parhelio que produce la percepción de que el sol sedivide en tres, y que atemorizó a los soldados que iban a librar la batalla; el líder de un bando, el que llegaría a ser Eduardo IV de Inglaterra, le aseguró a sus mesnadas que el triple sol que veían en realidad era la santa Trinidad, y que Dios estaba de su lado. El farol surtió efecto y la victoria se decantó de su lado.

Bastantes cientos de años antes, a finales del año 43 a.C., en los estertores del periodo republicano de la Antigua Roma, durante unos juegos ofrecidos en recuerdo de Julio César, apareció en los cielos un cometa. De forma deliberada y aprovechando la ignorancia lógica de unas gentes humildes que no tenían unos conocimientos de los que gozamos en la actualidad en gran parte del mundo, se hizo entender al pueblo de Roma que era el espíritu de César que se dirigía a la morada de los dioses. Como consecuencia de todo ello, Octaviano, su heredero, se convertía en “hijo del divino de César”, lo que lo legitimaba a ojos de los dioses, ni más ni menos. Con el tiempo, Octaviano llegaría a ser el primer emperador de uno de los imperios más grandes y duraderos de toda la Historia.

Fuentes:

-Historia Universal. Roma. De Julio Mangas.

-El ejército de César Augusto, de Ross Cowan.