Buceando en la leyenda

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sábado, 13 de junio de 2015

Fernández de Córdoba, el ataque de un general solo contra un ejército.

Gonzalo Fernández de Córdoba (1453-1515), el Gran Capitán, ha sido uno de los más grandes generales de todos los tiempos. Fue tal su contribución al arte de la guerra, que esta ya nunca sería igual en los campos de batalla de Europa. Su obra maestra fue la batalla de Cerignola (1503), durante la segunda guerra de Nápoles contra los franceses, donde situó a una infantería armada con arcabuces en primera línea del ejército español, para hacer frente a la temible carga de la caballería acorazada francesa. Nunca nadie había optado a una maniobra tan innovadora: fusileros atrincherados contra jinetes con veloces caballos a la carga, lanza en ristre.

El éxito del Gran Capitán fue de tal magnitud que las cifras de bajas nos dan una idea de lo que pasó en aquella memorable jornada para las armas españolas, que tuvieron apenas 100 hombres entre muertos y heridos, frente a las casi 4000 víctimas mortales entre los soldados galos, contando la flor y nata de la caballería. Anteriormente, durante la guerra de los Cien Años, la caballería francesa había obtenido, también, sonados fracasos, pero ante un arma plenamente medieval, los arcos largos de los ingleses (en batallas como la de Crécy, en 1346, por ejemplo).

A pesar de todo lo dicho, nunca veréis la batalla de Cerignola en ninguno de los diversos libros que se publican del tipo grandes batallas de la Historia, o similares. Pero lo cierto es que España, vamos a llamarla así, fue un gran imperio durante los siglos XVI y XVII, al menos, tanto de ámbito colonial como en el marco continental, uno de los más grandes que haya existido nunca, y como es lo normal en estos casos, tuvo grandes generales y unas tropas excelentes, sin duda dos herramientas fundamentales para que el poder de una nación pueda sobresalir frente a las demás que conforman su ámbito de actuación.

El Gran Capitán.


Así pues, el Gran Capitán fue uno de esos grandes generales que ayudaron a acrecentar la gloria de la Monarquía Hispánica. Pero además, tuvo un descendiente directo, también llamado Gonzalo Fernández de Córdoba (1585-1635), que fue un grandísimo jefe militar, aunque bastante desconocido por desgracia (no voy a ahondar más en la falta de conocimiento de los españoles de su propia historia y de la de sus héroes del pasado). Pues bien, el post de hoy tratará de una anécdota de lo más inverosímil que le ocurrió al general español durante una de las batallas de la llamada guerra de los Treinta Años (1618-1648).

El 6 de mayo de 1622 se produjo uno de tantos enfrentamientos entre los ejércitos español e imperial de un lado, defendiendo la causa católica, como no, y otro protestante, al mando de Federico de Baden-Durlach, en la localidad palatina de Wimpfen. Al mando de los españoles estaba Fernández de Córdoba, y al de los imperiales aliados se encontraba el general Tilly. Sin entretenerme mucho en el desarrollo de la batalla, hubo un momento en el que el general español se puso al mando de una unidad de caballería para atacar al enemigo. Cuando digo que se puso al frente, es que se puso literalmente a la cabeza de sus tropas, algo inverosímil en los tiempos actuales.

Cuando Fernández de Córdoba empezó a atacar sus jinetes le siguieron sin rechistar, como es debido, pero entendieron mal sus órdenes y en vez de acompañarlo en todo su recorrido, empezaron a girar hacia las filas de los españoles disparando sus armas de fuego, haciendo una maniobra que se denomina caracola; dicha acción consiste en eso mismo, en un movimiento curvo cuyo objetivo es acercarse al enemigo, disparar y alejarse del mismo para volver a atacar después. Pues así se hizo, y el resultado de ello fue que el general, en un momento dado, se encontró completamente solo asaltando a todo el ejército protestante...

Este cuadro lo podéis contemplar en el Museo del Prado de Madrid. La "victoria de Fleurus" de Vincenzo Carducci, batalla que venció Gonzalo Fernández de Córdoba a los protestantes.


Los soldados no saldrían de su asombro al ver al valeroso jefe militar atacándoles, sin nada más que un sable y su caballo, cuando ellos eras miles de hombres. Cuando Gonzalo se dio la vuelta para ver si sus soldados le seguían, ya era demasiado tarde y tuvo que rendirse al enemigo. Aunque el despropósito no acabó allí mismo, ya que los protestantes iniciaron un ataque, ¡estando el general español entre sus propias filas!, en lugar de haberlo llevado a buen resguardo a la retaguardia de su ejército.

Cuando las fuerzas llegaron a las filas españolas dispuestas a atacar, en concreto al Tercio Viejo de Nápoles, cuyo jefe era el mismísimo Fernández de Córdoba, éste les gritó y les dijo su nombre, siendo reconocido de inmediato por sus hombres que lo acogieron sin mayores contratiempos, logrando de esta manera escapar el general español de sus captores.

Si queréis saber más sobre esta interesante batalla podéis visitar el magnífico blog, del que he sacado la mayor parte de la información, de Historia militar:

www.gehm.es/edad-moderna/tercios-de-espana-la-batalla-de-wimpfen-i

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