Buceando en la leyenda

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jueves, 10 de noviembre de 2016

¿Ha empleado alguna vez el ejército español armas químicas?

Uno de los mayores desastres militares españoles ha sido la batalla de Annual (1921), derrota producida por las tribus rifeñas del norte de Marruecos. Miles de jóvenes murieron por la incompetencia y la mala dirección ejercida por los políticos y generales del momento. La desolación y la humillación ejercida por la acción de aquellos guerreros norteafricanos, que no tuvieron piedad con los moribundos soldados españoles, sirvió de caldo de cultivo para que se tomara la horrible decisión de emplear armas químicas en un campo de batalla maldito para las fuerzas armadas hispánicas.

Hay registrada una conversación telegráfica del 12 de agosto de 1921 entre Eza (ministro de Guerra) y el general Berenguer (Alto comisario en Marruecos), y extraída del libro Historia secreta de Annual, de Juan Pando que dice:


Alto comisario: «—Siempre fui refractario al empleo de los gases asfixiantes contra estos indígenas, pero después de lo que han hecho, y de su traidora y falaz conducta, he de emplearlos con verdadera fruición».

Ministro: «—Mi propósito respecto de los gases es instalar ahí (en Melilla) su utilización, quedando a juicio de V. E. la apreciación del uso de los mismos. Nada más se me ocurre, sino despedirme con todo afecto».
 
Alto comisario: «—Créame V. E. que los emplearé, y me despido y pongo a sus órdenes con el mayor afecto»
 
 
Cuadro de John Singer Sargent, que expresa las terribles consecuencias de un ataque químico en los hombres. (Imagen de Wikipedia).
 
 

Los mismos gases, iperita y fosgeno, que habían sido usados con terribles efectos en los campos de batalla de la I Guerra Mundial, llegarían finalmente al norte de África donde los españoles llegarían a usarlos lanzados desde sus aviones de combate. Con una composición basada en el sulfuro de cloroetilo, la iperita generaba un compuesto letal de violentos efectos: destrucción de las mucosas, provocando asfixia y muerte, lesiones graves en la piel y ceguera. Los tratados internacionales que había firmado el rey Alfonso XIII para prohibirlos, una España rabiosa por la derrota se los iba a saltar de pleno.

Contando con la colaboración de Alemania, que ofreció con gusto sus secretos de fabricación, se montó una fábrica en las cercanías de San Martín de la Vega (Madrid) con el nombre de "Alfonso XIII". Cuando fracasó el proyecto se trasladó la fabricación a Melilla. El elemento base (el Diglictol) fue comprado a Alemania de contrabando y, al final, el proyecto gozó de éxito. La guerra química desde los aviones fue una realidad desde 1923 hasta 1926, incluyendo el célebre Desembarco de Alhucemas, y favoreció el final del conflicto con resultado positivo para las armas españolas.


Las bombas de los aviones estaban cargadas con iperita, fosgeno y cloropricina, en depósitos de 50, 25 y 10 kg. Un informe cifrado del general Sanjurjo a Primo de Rivera (dictador en España en ese momento), a diez días de los desembarcos en las playas de Alhucemas, expondría:

Telegrama n.º 215, de 29-VIII-1925. Melilla a Tetuán.
«Según partes diarios que conoce V. E. se tienen noticias del crecido número de rebeldes que han resultado muertos o iperitados a consecuencia último bombardeo, y como confirmación hoy recibo confidencias de que, desde Quilates a Alhucemas, se han encontrado unos 180 hombres ciegos y unos 160 muertos; habiendo manifestado confidentes que toda la arboleda ha quedado quemada, y los indígenas de dicha región han reclamado a Abd el-Krim diciéndole que no pueden seguir más. Aunque estas cifras sean exageradas, la noticia coincide, en el fondo, con las recibidas por conducto de Oficinas de Intervención, lo que demuestra que, aunque las cifras no sean exactas, el hecho es cierto».

 

Fuente: Historia secreta de Annual, de Juan Pando.


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