Buceando en la leyenda

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miércoles, 14 de mayo de 2014

Temístocles, auge y caída (300: El origen de un imperio).

Temístocles, hijo de Neocles, de la familia de los Licónidas, nació en Atenas en el año 524 a.C. Eran los albores de la democracia griega, o mejor dicho de la Humanidad, y este gran personaje de la Antigüedad se movería como pez en el agua aprovechando los resortes e hilos en un nuevo marco político. No nació en el seno de ninguna familia aristocrática, y supo ganarse el favor de las capas más desfavorecidas, lo que le ayudó a ascender en los escalones de la política ateniense.

Con apenas 31 años de edad fue nombrado arconte epónimo, uno de los nueves magistrados o arcontes elegidos por el pueblo ateniense para gobernarlos. Temístocles tuvo claro que Atenas debía fortalecer su poder naval como una de sus principales prioridades, y no sólo para alcanzar la hegemonía en Grecia, sino para hacer frente a la futura amenaza que se cernía procedente de Oriente: la del Imperio Persa. Por eso mismo, fortificó el puerto de El Pireo y fomentó el poder naval de la ciudad-estado griega.


El actor australiano Sullivan Stapleton como Temístocles en la segunda parte de 300.

 


En el año 490 los persas desembarcaron en la bahía de Maratón. Venían con la intención de someter toda Grecia, y en esa ocasión los atenienses estaba prácticamente solos para hacer frente a las fuerzas invasoras; apenas contaron con la colaboración de los plateos. Casi 10.000 hoplitas se enfrentaron a unas fuerzas que les doblaban en número. En el centro de la formación se encontraba Temístocles, al mando de un millar de hombres, su cometido era el de aguantar el ataque persa, mientras que las alas de los griegos, reforzadas a costa de adelgazar el centro, intentaban vencer los flancos del adversario. La táctica usada por los helenos dio resultado, y los persas se retiraron a sus barcos para emprender la huida, dejando en el campo miles de cadáveres; volverían años después con fuerzas renovadas. Temístocles tuvo que ver como el general Milcíades se llevaba la gloria de la victoria, mientras aguardaba su gran momento.

Temístocles encontró en Arístides a un nuevo rival político, tras la muerte de Milcíades. Cuando se descubrió una nueva veta de plata en las atenienses minas de Laurio, Temístocles vio claro cual debía de ser el destino proporcionada por la riqueza generada en las minas: había que construir una poderosa flota para que Atenas se convirtiera en una potencia marítima. A pesar de contar con la oposición de la nobleza, su empeño y cabezonería se impuso finalmente, creándose así una fuerza de 200 trirremes de guerra. Como veréis más adelante, esta intuición sería crucial para que Grecia sobreviviera como civilización independiente ante la grave amenaza que se iba a cernir sobre ella.

Cuando estalló la Segunda Guerra Médica, los atenienses estaban bien preparados, gracias sobre todo a la labor de Temístocles. Éste quiso comandar la armada griega en el primer enfrentamiento naval de la contienda, la batalla de Artemisio, pero los intereses políticos hicieron que el mando recayera sobre un comandante espartano, aunque realmente era el ateniense el que mandaba a través del espartano. El dramático enfrentamiento naval se producía al mismo tiempo que la infantería helena resistía en el famoso paso de las Termópilas al mando del gran Leónidas; ambas combates se libraban en la primera línea de defensa griega. Cuando el rey espartano cayó y fue derrotado, la defensa en Artemisio dejó de tener sentido, y la flota, compuesta sobre todo de navíos atenienses, se retiró a aguas más seguras. El plan para taponar la enorme invasión oriental había sido diseñado por Temístocles, que dirigía a su pueblo en tan desesperada situación.

Entonces, en un golpe genial, el líder ateniense se jugó todo a una carta. Envió a la flota griega a Salamina, esperando atraer a las naves persas. En ese momento las fuerzas enemigas estaban todavía prácticamente intactas. Como consecuencia de su acción, casi despobló la misma Atenas, ya que hacían falta muchos brazos para manejar los buques atenienses. Para asegurarse de que la flota persa de Jerjes acudiera a la cita, Temístocles uso un ardid: envió a un sirviente asegurando que las fuerzas griegas estaban desmoralizadas y divididas, y que él mismo se cambiaría al bando de los persas; en definitiva, que era el momento propicio para asestar un golpe rápido y sin dilaciones a la flota griega que estaba reunida en Salamina. Además, para convencer al resto de los griegos de que siguieran su plan, amenazó con llevar a toda la población ateniense por mar a Sicilia y abandonar Grecia. Ante tamaño farol (los griegos no podían prescindir de la flota ateniense), todos aceptaron las condiciones de Temístocles.


 

Busto de Temístocles.


El persa mordió el anzuelo. Los griegos no estaban desunidos ni Temístocles pensaba en cambiarse de chaqueta. Al contrario, la flota helena esperaba impaciente a que los más numerosos navíos persas se introdujeran en las estrechas aguas de Salamina, donde la superioridad numérica se vería mermada por la dificultad de maniobrar en un espacio menor. Jerjes, seguro de la victoria, se buscó un lugar en alto para contemplar el combate. En el año 480 tuvo lugar una de las batallas más importantes de la Historia de la Humanidad. No sólo se combatía por la supervivencia de Grecia, sino por la de un continente, Europa, y una de las ideas políticas más revolucionarias y justas que haya concebido el hombre, y que había sido recién adoptada: la Democracia. Y al mando de los griegos estaba un hombre de orígenes humildes, que había diseñado todo el dispositivo militar y que había dirigido con acierto hasta ahora a su pueblo: Temístocles.

Nunca sabremos si le movían los deseos de gloria, o si lo que quería era simplemente defender a su pueblo amado, pero ese día las inferiores en número naves griegas derrotaron de forma fulminante a los buques persas en la batalla de Salamina, mientras que el emperador persa se desesperaba al ver el fracaso de la campaña ante sus ojos. Todavía no había acabado la guerra, pero Jerjes se marchó con el grueso de su ejército de vuelta a su patria.

En el año 479, una vez expulsados los persas de Grecia, Temístocles emprende la reconstrucción de Atenas, y la reparación de las murallas. Gracias a su labor se pudo completar dicha tarea, ya que los espartanos no estaban por la labor de que los atenienses se rehicieran tras la guerra que acababa de librarse en el solar griego.

·EL OCASO DE TEMÍSTOCLES. Una de las características más originales de la democracia griega era el poder de decisión del pueblo para poder mandar al exilio a los políticos que ellos consideraban oportuno, mediante el proceso que era llamado ostracismo. El pueblo se reunía, y si eran más de 6.000 los presentes, mediante unos tejos (óstraca) en donde escribían el nombre del político que querían que fuera exiliado, la votación se podía realizar con efectividad. Tras realizarla, se hacía el recuento, y el que sacara mayor número de óstraca con su nombre era expulsado de Atenas.



Óstracas griegos con los nombres de los políticos seleccionados para que sean elegidos para el exilio.


Hacia el año 471 el pueblo ateniense se reunió para decidir sobre el ostracismo del héroe que les había salvado de los persas. En tiempos modernos, gracias a la arqueología, se descubrió en la Acrópolis un depósito de óstracas con el nombre de Temístocles escrito en ellas. Al analizar la escritura se determinó que solo 14 manos habían sido necesarias para escribir de un total de 190 halladas. Lo que se deduce de ese hallazgo es que alguien se tomó la molestia de distribuir tales objetos para facilitar la votación que dio como resultado el exilio de Atenas. No es que Temístocles hubiera sido acusado de nada en concreto, simplemente era una manera de que el pueblo llano manifestara su poder e impidiera que un político se afianzara demasiado en las altas esferas del gobierno. Además, el cambio de tendencia que suponía el cambio de enfoque de Persia como enemigo de Atenas, al de los espartanos, como el futuro rival (y que en verdad lo llegaría a ser años después; otra vez se observa la capacidad de anticipación tan extraordinaria que tenía este personaje), pudo influir en la caída en desgracia del ateniense. Las envidias por sus éxitos también contarían.

Temístocles pasó el resto de sus años exiliado de un lugar para otro, hasta que acabó en la corte del rey persa, muriendo en el año 459 a.C. Nunca volvió en vida a su amada Atenas, aunque si sus restos mortales para ser enterrados allí, y que fueron llevados a escondidas, ya que no se podía enterrar en Ática a alguien que había dio expulsado por traición.

No le faltan críticas a su persona, que van de tener una ambición desmedida a ser un auténtico corrupto. Críticas sin duda inevitables hacia cualquier persona de su relieve. Lo que es indudable es que fue el auténtico arquitecto de la victoria ateniense en una guerra por la supervivencia de Grecia, y no solo eso, fue el que puso los cimientos para la creación del imperio ateniense que ejercería la supremacía en el Egeo durante décadas, hasta la finalización de la Guerra del Peloponeso.
 
·ELOGIOS A TEMÍSTOCLES. Para acabar el post he decidido colocar en este párrafos final lo que Tudícides, uno de los grandes historiadores griegos, opinaba del personaje. Su alabanza consiste en resaltar sus condiciones naturales, pues sobresalía por su inteligencia innata, y que tomaba decisiones de manera rápida, y que se hacía una idea acertada del futuro. Ante cualquier asunto que llegara a sus manos, tomaba la mejor determinación, aunque no tuviera experiencia sobre ello. La improvisación era una de sus mejores armas.

Bibliografía consultada:

-Historia Universal. Edad Antigua, de R. López Melero y otros.
-De Maratón a Platea, de Philip de Souza.
-Historia de la Grecia Antigua, de Juan José Sayas Abengochea.


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