Buceando en la leyenda

Buceando en la leyenda

miércoles, 24 de septiembre de 2014

¿Quién fue la "dama del candil"?

Es el año 1854, en el hospital de campaña británico de Escutari, en la península de Crimea. La guerra lleva meses provocando muertes y heridos sin cesar. Ha caído la noche y los médicos se han ido a dormir. Es entonces cuando Florence Nightingale inicia sus habituales rondas nocturnas, recorriendo los enormes pasillos (algunos dicen que andaba 6 km diarios), atestados de soldados heridos, con un candil en la mano atendiendo y cuidando, con cariño y la mayor diligencia, a cuantos lo necesitaran. Su sola imagen servía de consuelo a aquellos desdichados hombres, por otra parte acostumbrados a la dureza de sus mandos y a las penalidades de la guerra, al comprobar que había alguien que se preocupaba sinceramente de ellos. Se dice, que algunos besaban la sombra de su imagen que producía la luz de su lámpara.

El trabajo de Florence no pasaría desapercibida a los periodistas que cubrían la guerra de Crimea (1853-1856), y que contribuyeron de forma decisiva a la mitificación de la enfermera británica. Florence dirigió a un grupo de enfermeras durante el conflicto, ocupando un puesto oficial en el ejército británico; nunca antes, ninguna mujer había tenido una tarea de esa magnitud. Además, su estancia en Crimea no iba a ser un mero trámite, ya que ella lucharía con todas sus fuerzas para que la sanidad en los hospitales, y los cuidados a los heridos en la batalla, mejoraran y se tomaran más en serio. Como se comprobó al finalizar la guerra de Crimea, las cifras eran de lo más reveladoras. Hubo 4.000 muertos británicos en acción, una cifra sin duda alta, pero es que hubo 16.000 muertos por enfermedad, cuatro veces más.



Florence Nightingale nació en 1820, en el seno de una familia acomodada. Ella y su hermana tuvieron una educación esmerada, de la que se ocupó personalmente su padre. El destino final para Florence era el matrimonio y tener muchos hijos, no se esperaba más de ella. El mundo laboral estaba reservado a los varones. Pero Florence tenía energías para mucho más. No le faltaron pretendientes que le podían asegurar una vida cómoda y plena de eventos sociales, pero la vocación de ayuda al prójimo no le abandonó nunca. Hasta su llegada a Crimea, la oposición de sus padres a que fuera enfermera fue constante; en esa época, las mujeres de baja condición social eran las que ejercían ese tipo de profesión. Cuando tenía 17 años, sufrió una especie de experiencia mística, que le hizo conducir su vida al cuidado de los demás, como la gran enfermera que llegaría a ser. Después de ella, la disciplina de la enfermería ya no volvería a ser igual.

Cuando contaba 30 años de edad, fue a Kaiserworth donde aprendió el oficio. En los siguientes años, ya  estando en Inglaterra y Europa, complementó su educación en distintos hospitales. En 1853 visitó el hospital de Lariboisière, en París, donde pudo tomar apuntes del diseño del mismo, construido para recibir la luz y el aire fresco; esos factores podían hacer disminuir la mortalidad. Poco antes de su participación en el conflicto de Crimea, consiguió su primer empleo como directora de un sanatorio para señoras de la alta sociedad.


 

Cuando se desplazó al hospital que acogía heridos británicos, no paró de trabajar para mejorar las condiciones de los pacientes. Además, su primera medida fue la someter a sus enfermeras a la autoridad de los médicos, demostrando así gran habilidad para encontrar la concordia orientad a la lucha por el beneficio de los heridos. En poco más de un mes, había logrado mejorar el mantenimiento de las salas, ropa de cama, prendas de ropa, mejor comida; supervisó la asistencia a los pacientes, escribió las cartas de los soldados a sus familias, organizó un sistema para enviar dinero... En Inglaterra, el ciudadano medio vio con agrado los esfuerzos de aquella gran mujer. Incluso, su buena gestión le hizo ganar el respeto y la admiración de la reina Victoria de Inglaterra.

Cuando acabó la guerra, luchó para que las enseñanzas aprendidas en relación con la sanidad no quedaran en el olvido. Y hubo muchas, como por ejemplo que se les enseñara a los soldados y a los médicos a hacer las cosas mejor en cuestión de salud. Como Florence conocía muy bien los sistemas estadísticos, los aplicó de manera ejemplar y demostró como poder combatir la mortalidad en los hospitales de campaña aplicando, por ejemplo, medidas higiénicas.

De la escuela que instituyó en Inglaterra, salieron docenas de nuevas enfermeras, que a su vez enseñarían a otras tantas, a distintas naciones para que el esfuerzo de Florence persistiera. Hoy en día se le reconoce a Florence Nightingale como la primera enfermera moderna de la historia. Y yo añadiría, que pocos seres humanos han sido tan extraordinarios como lo fue aquella gran mujer.

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