Buceando en la leyenda

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viernes, 17 de julio de 2015

La luna de miel de un soldado, Yossi Ben Hanan.

¿Qué harías tú si estuvieras disfrutando de tu luna de miel con tu esposa, a miles de kilómetros en un lugar remoto, y alguien te dijera que un ejército enemigo estaba atacando a tu país? Es probable que se te pasara por la cabeza la idea de que nadie te echaría en falta y que había suficientes hombres para entablar la defensa, mientras que tú te harías un poco el despistado para tardar lo máximo posible en cancelar tu permiso de boda y regresar a tus deberes militares. O a lo mejor, actuarías como el protagonista de esta historia, el teniente coronel Yossi Ben Hannan.

Yossi había entregado el mando de su batallón en la Brigada Barak el 4 de septiembre de 1973 y había decidido que su luna de miel no sería nada convencional. De modo que, en compañía de Naty, su flamante esposa, voló al Himalaya. En vísperas de Yom Kippur (el día más sagrado de la religión judía) viajaron en motocicleta hasta la frontera con China. Al regresar a Katmandú para celebrar Yom Kippur, la recepcionista del hotel le dijo: "Usted es de Israel, ¿verdad? Algo está pasando por sus tierras. Tendría que oír las noticias"...

Yossi Ben Hanan.


A las 1as 14:00 horas del 6 de octubre de 1973 los cañones de los sirios en la frontera norte de Israel, y de los egipcios en la del sur, se pusieron de acuerdo para vomitar toneladas de munición sobre las posiciones de las escasas tropas judías, ya que la mayoría de los hombres y mujeres se encontraban de permiso en sus hogares celebrando su más afamada fiesta religiosa. Poco después, siguió la tormenta, esta vez en forma de decenas de miles de soldados y miles de carros de combate que desbordaron la primera línea de defensa, y se afincaron en la península del Sinaí, los egipcios, y en los Altos del Golán, los sirios. Y es en este escenario geográfico donde continuaré el relato.

Para frenar los casi 1400 carros de combate sirios, los israelíes solo contaban con apenas 180, encuadrados en dos brigadas, la 7ª que defendía el norte del Golán, y la Barak, al sur. La desventaja era atroz y solo era cuestión de tiempo de que los blindados judíos fueran desbordados por aquella infernal marea de acero, antes de que llegaran los refuerzos, cuestión que sería un tanto peliaguda ya que Israel es un país pequeño y estrecho, y que puede fácilmente ser partido en dos. No hace falta mucha imaginación para adivinar la lucha épica que estaba a punto de desarrollarse.

Los pocos carros judíos pronto se vieron envueltos en una lucha a ultranza y a quemarropa, cediendo terreno mientras que los sirios avanzaban inexorablemente. Los combates se prolongaron durante la noche del día 6, sin que nadie echara una mano a las agobiadas, y cada vez más mermadas dotaciones de carros. Para más inri, los árabes contaban con visores nocturnos en sus tanques para combatir en la oscuridad, ventaja con la que no contaban los de Israel.


Restos de la batalla en los Altos del Golán.


Al día siguiente, el frente sur del Golán estaba a punto de colapsar, y los sirios estaban a escasos 8 km de la frontera, cuando aparecieron los primeros refuerzos que salvaron por muy poco la batalla, aunque las cosas no eran tan halagüeñas para los defensores del norte, los carros de la 7º brigada blindada, que tuvieron que seguir luchando sin dormir para intentar frenar a los árabes que no cejaban en su empeño. En un lugar, que más tarde sería conocido como el Valle de las Lágrimas, 105 carros judíos tuvieron que enfrentarse a más de 500 sirios, durante 4 días y 3 noches.

Cuando amaneció el día 9, sólo quedaban siete carros y casi sin munición, mientras que el jefe de la 7ª brigada pedía de forma desesperada a sus hombres que resistieran, pero estaban ya al límite de sus fuerzas, y los sirios estaban lanzando un ataque que se adivinaba que sería el definitivo..., pero de repente aparecieron refuerzos, escasos, tan sólo 13 carros, pero suficientes para poder frenar la acometida del enemigo, que empezó a abandonar el lugar, ya cansado del intento de romper un frente que les parecía ya imposible. Despedazados y llameantes, se quedaron los restos de 260 blindados sirios. Gracias a esos refuerzos que llegaron a última hora, los israelíes pudieron salvar una jornada que se antojaba muy difícil, en uno de los combates más épicos que se han dado tras la Segunda Guerra Mundial, y fue gracias, entre muchos otros, a Yossi Ben Hanan, que apenas cuatro días antes se encontraba disfrutando de su luna de miel en Nepal.

Yossi y su esposa, tras recibir la desagradable noticia del ataque sorpresa el día del Yom Kippur, en una carrera contra reloj y utilizando todos los subterfugios posibles, consiguieron coger un avión para regresar a Israel a través de Teherán y Atenas. Desde la capital griega Yossi llamó a su familia para le llevasen el uniforme y el equipo al aeropuerto. Mientras se dirigía velozmente hacia el Golán poco podía imaginar que le darían el mando de lo que quedaba de su antigua brigada. Lo que se encontró fue un puñado de carros reparados a toda prisa, unos hombres con barba de varios días, muertos de sueño de no dormir, algunos quemados y la mayoría ennegrecidos por el humo y las llamas. Era una visión conmovedora y tranquilizadora a la vez. Y con esas escasas fuerzas se dirigió Yossi con sus hombres para salvar a Israel en una de sus batallas más difíciles, mientras Naty se preguntaba con desasosiego si vería regresar con vida al hombre con quién había decidido pasar el resto de su vida.

Por fortuna para ella, si pudo abrazarlo al terminar la guerra, aunque  no tendrían tanta suerte los 2500 soldados judíos que cayeron en el campo de batalla, o los miles de soldados árabes que tan valientemente dejaron sus vidas.


Fuente: La Guerra del Yom Kippur, de Chaim Herzog.





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