Buceando en la leyenda

Buceando en la leyenda

domingo, 20 de septiembre de 2015

El ataque de París por Ragnar Lothbrok

En el año 845 los daneses quemaron la ciudad de Hamburgo después de navegar por el río Elba. En marzo de ese mismo año, penetraron en la desembocadura del Sena con 120 barcos y ascendieron por sus anchas y profundas aguas hasta llegar a París. El jefe de la expedición fue, según la mayoría de los estudiosos del tema, Ragnar Lothbrok, el héroe de tantas sagas nórdicas, cuyos actos reales fueron oscurecidos por el impacto que produjo su leyenda. Su raid, en el corazón del reino de los francos, fue un suceso sobresaliente y destacado.


Ragnar Lothbrok.


La travesía por el Sena supuso una auténtica tortura para la indefensa población que tuvo que sufrir el saqueo y los ataques, aunque los más perjudicadas, a la postre, fueron las propiedades religiosas y las de los dueños de las prósperas granjas que salpicaban las orillas del gran río galo. Los aldeanos entraban en pánico según llegaban noticias acerca de la flota vikinga que se avecinaba, y huían sin entretenerse en establecer ningún tipo de defensa, ya que no tenían ni el coraje ni la capacidad de organizarse convenientemente; en su marcha transportaban los objetos de valor que podían acarrear con ellos y, en algunos casos, las reliquias y los cuerpos exhumados de sus santos patronos. Por orden del rey franco, Carlos el calvo, los restos de Saint Denis, y otros santos, enterrados en el monasterio del mismo nombre, en los alrededores del oeste de París, estaban entre los objetos sagrados que serían alejados de la amenaza de los paganos.

El rey franco había reunido un ejército de manera apresurada, aunque tenía sus razones para desconfiar de la calidad del mismo, el que una vez fuera una magnífica fuerza combativa, el orgullo de Carlomagno. Sus pasados altos estándares de calidad habían declinado y sus fallos eran notorios. Como León el sabio escribiera en mordaces términos:

...ellos rápidamente entraban en caos si tenían que atacar por los flancos o la retaguardia -algo fácil de realizar- y, además, eran profundamente descuidados y negligentes en el uso de centinelas y en el reconocimiento del terreno... Enseguida se desesperaban si carecían de agua y provisiones, y al poco desertaban dejando atrás sus estandartes. Ellos carecían del respetos de sus comandantes, siendo estos fácil de ser sobornados...

Ante este negro panorama, Carlos el calvo decidió sensatamente retroceder a la salvaguarda que le suponían los muros del monasterio (el de Saint Denis), jurando defenderlo a toda costa. La moral de sus soldados, sin embargo, se hizo añicos al contemplar la ejecución de sus camaradas que habían tenido la desgracia de caer en manos de los daneses. El ahorcamiento de los pobres desgraciados, visto con detalle por los francos desde la otra parte del río, fue cuidadosamente realizada para minar la moral de la tropa franca.

Ragnar no encontró ninguna razón para demorar su ataque sobre las fuerzas del rey Carlos. El 28 de marzo desembarcó en París. Era Pascua y la ciudad, que en otras circunstancias hubiera estado rebosante de trabajadores, se encontraba vacía. A la mañana siguiente, los vikingos ocuparon el monasterio de St Germain-des-Prés, en la orilla sur del Sena, y desde allí le enviaron un mensaje a Carlos el calvo, con la oferta de su pronta marcha a cambio de un suculento rescate.

La situación no era fácil para ambos líderes. El tesoro que esperaba capturar el jefe de los piratas había sido trasladado a un lugar vecino. Si Ragnar enviaba una fuerza suficiente a capturarlo, le esperaba un ejército de francos, atrincherado en el monasterio de Saint Denis, y dispuesto a cumplir la debida revancha, amenazando con hacer fracasar el conjunto de la operación. Sin embargo, sus hombres empezaban a mostrar crecientes signos de estar enfermos. Carlos, por su parte, desconfiaba de sus nobles y de sus soldados. Además, el sector sur del río había sido perdido tras el anterior ataque vikingo y sus hombres, que habían sido dispersados, no pudieron ser reunidos y reorganizados.

Carlos el calvo, por lo tanto, accedió a pagarle un tributo de 7.000 libras de oro y plata, y permitir que los paganos marchasen sin resistencia. A fin de reunir la fabulosa suma se incrementaron los impuestos entre los habitantes del reino de los francos; hicieron falta dos meses para poder reunir el pago. Cuando llegó la fecha de la entrega, los vikingos estaban más que dispuestos para la marcha, ya que la enfermedad -posiblemente disentería-que habían sufrido casi desde el día que el rey accedió a pagarles, los había diezmado de manera atroz. Las calamidades que sufrieron los vikingos antes de partir, fueron vistas por los habitantes de París como un milagro producido ante las numerosas súplicas y rezos realizados por ellos con fervor. De camino a casa, y aún teniendo los barcos repletos de riquezas, Ragnar no perdió el tiempo y siguió saqueando todo lugar que encontraba en su ruta.


Miniatura que representa a Carlos el calvo.


El gobernante supremo en Dinamarca en esa época era Horik, que no quería entrar en conflictos con sus poderosos vecinos del sur, y que se veía en aprietos para dominar a sus nobles. Cuando se enteró de la expedición de Ragnar a París, y del supuesto castigo divino que azotó a sus hombres, el envió con premura un mensaje a su vecino, Luis el germánico, hermano de Carlos el calvo, ofreciendo liberar a todos los cautivos cristianos y restaurar el tesoro robado, en la medida de sus posibilidades. Además, para evitar la propagación de la enfermedad en Dinamarca, y para aplacar la ira del dios de los cristianos -por si acaso-, ordenó que todos los que habían participado en el ataque a París fueran trasladados allí para ser ejecutados.

Ragnar y su familia se autoexiliaron a las islas Órcadas, según parece, donde moriría años después, aunque haya relatos que aseguren que fue capturado por el rey Aella de Northumbria, y arrojado a un pozo de serpientes.

Si queréis saber más sobre Ragnar Lothbrok:


-buceandoenlaleyenda.blogspot.com/2013/.../existio-ragnar-lothbrok.htm...
 
 
 
-Fuente: Alfred the good soldier, de John Peddie.

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