Lo cierto es que el verdadero descubridor de Troya fue un funcionario consular inglés llamado Frank Calvert (1828-1908).
Frank Calvert.
Su familia vivía en la Tróade desde los tiempos de Lord Byron, y conocía aquella comarca mejor que nadie. Para encontrar Troya dirigió su atención a la colina de Hisarlik, a diferencia de otros investigadores que no la tuvieron en cuenta. Así, en 1865, realizó cuatro excavaciones de prueba durante las cuales dejó al descubierto partes del templo griego de Atenea y, tal vez también, fragmentos de un muro de Troya VI (o sexto nivel de los nueve que componían los restos urbanos de los casi 3000 años de historia de Troya). Bajo el templo de Atenea, Calvert debió de tropezar con estratos de la Edad de Bronce.
La mala suerte hizo que sus excavaciones no prosperasen. Charles Newton hizo una petición a Londres de 100 libras para que Calvert excavase el lugar. Como los fondos no le llegaron nunca, el que se llevó la gloria del gran descubrimiento arqueológico (uno de los más grandes de toda la historia de la arqueología, sino el que más), fue Schliemann, que no hizo nada por rescatar la figura de Calvert que, a la postre, caería en el olvido.
De forma paralela, algo muy similar ocurrió con la ciudad de Angkor Vat. Henri Mouhot era un explorador y naturalista francés (1826-1861), al que se le atribuía el descubrimiento de la antigua ciudad camboyana, que había alcanzado su máximo esplendor en el siglo XII, pero que fue abandonada en el siglo XV, siendo absorbida por la vegetación selvática. El caso es que los habitantes del lugar siempre habían sido conscientes de la existencia de la ciudad, por lo que no se podría decir que se hallara perdida. Además, el dominico español fray Gabriel de San Antonio, en su obra Breve y verdadera relación de los sucesos del Reyno de Camboxa, nos hace una descripción de la ciudad abandonada a principios del siglo XVII, muchos años antes de que el francés naciera.
Angkor.
Fray Gabriel, hablando de Angkor: "...en el año de mil y quinientos y setenta, se descubrió en este reino, una ciudad nunca antes vista ni conocida de los naturales". Sobre su decoración nos cuenta: "Tiene muchos escudos y letreros que no se conocen ni entienden; las casas son de piedra muy hermosas, repartidas en calles con mucho orden, y la labor de sus patios, salas y cámaras, parece romana."
Parece obvio que la fama rara vez es justa con los osados y valientes, con los primeros que se enfrentan a los retos. La fama es caprichosa y le concede sus dones a los que más suerte tienen en encontrarla.
Bibliografía:
-"Troya", de Michael Siebler.
-"Martínez se va a la guerra", de Francisco A. Marín.
-Wikipedia.
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