Buceando en la leyenda

Buceando en la leyenda

sábado, 4 de octubre de 2014

Como intentar rendir un castillo.

Los castillos medievales eran unas magníficas fortalezas de piedra muy difíciles de conquistar. Solamente, cuando los cañones hicieron acto de presencia en la escena de los enfrentamientos bélicos, se hicieron vulnerables. De los muchos asedios, que duraban meses e incluso años, realizados a esos baluartes en los siglos que duró la Edad Media (de hecho las grandes batallas fueron escasas), pocos fueron eficaces. La rendición por hambre o por traición, fueron métodos que pudieron tener algo de éxito. Hay que tener en cuenta que si un ejército acampaba durante un largo periodo en un sitio concreto, las bajas por enfermedad diezmaban de una manera brutal al número de soldados, por lo que la toma de una fortaleza solía ser demasiado costosa.

Por ejemplo, en el sitio de Harfleur, realizado en suelo francés por los ingleses en 1415, los atacantes sufrieron unas 4.000 bajas de un total de 10.000 hombres que iniciaron el asedio, y que duraría unas semanas. El ejército inglés fue terriblemente afectado por la disentería, ya que acamparon en un lugar lleno de brezales y pantanos; el agua que bebían era la misma que se usaba para echar los deshechos de la defecación. Además, las bacterias pasaban a los peces y a los moluscos, los cuales eras después consumidos. Posiblemente, casi todos los hombres cayeron enfermos.

Guzmán el Bueno, cuadro de Salvador Martínez Cubells.


Hay una leyenda española que cuenta como un noble leonés, Guzmán el Bueno (1256-1309), que defendía el castillo de Tarifa, se vio asediado por un ejército de cristianos y moros, al mando del infante Juan, hermano del rey Sancho IV de Castilla. Como los sitiadores tenían en su poder al hijo de Guzmán, le obligaron a decidir si rendía la plaza o ver morir a su hijo, si no accedía al chantaje. El bravo leonés les lanzó una daga con la que facilitarles el trabajo a los captores de su hijo, si lo que decidían finalmente era matar a su vástago, cosa que así hicieron. Como he dicho anteriormente, es una leyenda sin mucho fundamento histórico.

Un hecho similar ocurriría en Inglaterra unos años antes. El protagonista era el hijo de un noble al servicio de la emperatriz Matilde, durante la guerra civil que mantuvo contra Esteban I. John FitzGilbert, que es como se llamaba el caballero leal a Matilde, defendía el castillo de Newbury en 1152 cuando las tropas rivales asediaron la plaza. Como Esteban tenía en su poder a su hijo, le dio la opción de abrir las puertas a cambio de liberar al pequeño. Las palabras de FitzGilbert tras escuchar la macabra oferta fueron: "aún tengo el martillo y el yunque con los que forjar más y mejores hijos".


Guillermo el Mariscal derribando a un caballero en una justa.


Esteban se apiadó del muchacho y no cumplió su amenaza. Con el tiempo, aquel niño se convertiría en uno de los más grandes caballeros que haya existido nunca. Aficionado a los torneos, se dice que ganaría unos 500 combates. Sirvió a cuatro reyes, y llegaría a ser regente de Inglaterra. En el curso de una escaramuza, derribó de su caballo al mismísimo Ricardo Corazón de León, al que no mataría; como advertencia, para que no se volviera a levantar en armas contra su padre, el rey Enrique II de Inglaterra, mató a su caballo. Este gran caballero sería conocido como Guillermo el Mariscal.


Fuentes:
-Wikipedia.
-Agincourt, de Matthew Bennett.

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