Buceando en la leyenda

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viernes, 24 de octubre de 2014

¿Encontraron los americanos armas químicas en el Irak de Sadam Husein?

El 11 de septiembre de 2.001 es una fecha que nunca se olvidará. Fue el día en que el mundo se detuvo y dio un vuelco. El terrorismo internacional dio su mayor zarpazo, e hizo una herida que nadie esperaba en absoluto, pues el miedo y el terror se introdujeron en la mentalidad colectiva del llamado Mundo Occidental. En aquel año gobernaba en los poderosos EEUU el presidente George Bush, que acabaría por llevar acabo dos ataques que provocaron dos largas y sangrientas guerras contra el yihadismo musulmán luchadas en Irak y Afganistán. La primera tuvo como excusa que el gobierno del dictador Sadam Husein estaba almacenando armas de destrucción masiva, entre las que se encontraban las de tipo químico. Con la perspectiva de hoy en día, tras pasar 13 años, la opinión generalizada considera que la intervención en el país del Tigris y el Éufrates fue un error que costó más de 4.000 vidas de jóvenes norteamericanos y que está basada en una mentira: en realidad no había armas de destrucción masiva en Iraq.

Una de las primeras operaciones llevadas a cabo fue la llamada "Martillo Vikingo", que dio comienzo el 21 de marzo de 2.003. Un equipo selecto de "boinas verdes" busco la colaboración, y la encontró a cambio de armas, de los peshmergas kurdos (los mismos que luchan hoy en día contra el temible Estado Islámico), para atacar una posición fuerte de un grupo terrorista denominado Ansar al-Islam, que tenía fuertes vínculos con al-Qaeda, la autora de los atentados del 11-S. El pueblo kurdo tenía sobradas razones para odiar al régimen de Sadam, no hay que olvidar que en 1.988 la aviación iraquí lanzó armas químicas contra la ciudad de Halabja, matando a 5.000 habitantes, entre los que se encontraban innumerables mujeres y niños. Además, tras la primera guerra del Golfo (1.990-91) los iraquíes aplastaron a sangre y fuego un conato de rebelión kurda en el norte del país.


Foto actual de una unidad de soldados femeninas kurdas. Los peshmerga fueron unos aliados muy valiosos para los americanos en la pasada guerra de Irak. Hoy en día son el principal freno del temible Estado Islámico.

El plan norteamericano era sencillo: los escasos soldados de élite guiarían a los cientos de soldados kurdos en sus ataques para desalojar a los terroristas de sus posiciones en la localidad de Sargat. Además, coordinarían las incursiones de los misiles y de la aviación. A primera hora del 21 de marzo una oleada de misiles Tomahawk cayeron sobre las posiciones de los Ansar al-Islam. Días después, los peshmerga avanzaron en el valle que les dirigía a las posiciones enemigas. Tras un avance inicial, los aliados fueron frenados por lo que fue solicitado un ataque aéreo, que sería llevado a cabo por F-18 de la US Navy. Tras recuperar la moral, los kurdos volvieron a la carga.

La resistencia de los ansar fue tenaz, ya que contaban con armas pesadas en forma de morteros y cañones, además de ametralladoras. Los comandos norteamericanos se vieron sorprendidos por el valor que desplegaron en el combate sus camaradas. Además, los boinas verdes contaban con numerosos recursos cuando se veía atascado el avance: en cierta ocasión se vieron obligados a actuar como francotiradores, extremadamente letales, contra las posiciones escondidas del enemigo.

Cuando se estaba luchando contra las últimas posiciones en la garganta de Daramar, los aliados se dieron cuenta de que había una gran cantidad de cuevas horadadas encajadas en rocosos muros que constituían una formidable defensa natural. Además, la cercanía de los soldados en combate hacía desaconsejable solicitar un ataque aéreo, ya que se ponían en peligro la vida de los kurdos amigos. Tras un ataque final a quemarropa, los defensores huyeron a la frontera iraní, siendo acosados en su retirada por los cañoneros AC-130.

Un equipo especialista llegó para documentar los hallazgos hechos en Sargat. El equipo recuperó rastros de diversos componentes químicos, incluido ricino, junto a uniformes NBQ, inyectores de atropina (utilizados para contrarrestar los efectos de la exposición de armas químicas) y manuales en árabe sobre armas químicas. Frente a 300 combatientes muertos enemigos, los kurdos tuvieron 22 bajas y los norteamericanos ninguna.

Si es cierto que equipo de investigación no mintió y que los hallazgos son reales, no se puede afirmar con rotundidad que en Iraq no había armas de destrucción masiva en el momento de la invasión. Aunque sean escasas, esto son pruebas suficientes para discernir que un grupo terrorista estaba en él camino de armarse con estas armas tan peligrosas y poder emplearlas con incalculables consecuencias.


Bibliografía: Delta Force, Seal y Sas en la guerra de Irak, de Leigh Neville.

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