Robert Bruce fue coronado rey de los escoceses por el obispo William de Lamberton en Scone el 25 de marzo de 1306. Pero su situación no era nada alentadora: enemigo de los ingleses, que invadían el país, y de los Comyns, la familia más poderosa de Escocia y hambrientos de venganza tras el asesinato de John Comyn, además de la excomunión por parte del papa de Roma, a Robert no le quedaba más remedio que atravesar un largo y tortuoso camino lleno de peligros, en donde no tenía más opciones que vencer o morir.
Las cosas no empezaron bien para el rey escocés. En Methven, los ingleses lanzaron un ataque por sorpresa al campamento de Robert derrotándolo. Después, fue sorprendido en Strathfillan, donde había buscado refugio. Su esposa e hijas, y otras mujeres de su corte, fueron enviadas a Kildrummy bajo la protección de Neil Bruce, uno de los numerosos hermanos de Robert. El rey Eduardo I de Inglaterra volvía a invadir Escocia una vez más.
La mujer de Robert fue capturada, además de una hija, y dos de sus hermanas, y fueron enviadas a prisión (su hermana Mary estuvo colgada en una jaula en un castillo durante 4 años). Neil Bruce fue ejecutado. La vida de sus seres más queridos estaba en manos de sus más amargos rivales, pero cuando las cosas no podían ir peor, el destino le dio un pequeño alivio al rey proscrito: Eduardo I, el "martillo de los escoceses", murió de muerte natural el 7 de julio de 1306. Le sucedió el incapaz de su hijo, Eduardo II.
Después de pasar el invierno de 1306-07 fuera de Escocia, Robert volvió y empezó una larga guerra de guerrillas en la que demostró su enorme valía. Aunque otros dos de sus hermanos fueron capturados y ejecutados, ello no le impidió a Robert Bruce conseguir sus primeras victorias significativas sobre los ingleses en Glen Trool y Loundoun Hill. Después, dirigió sus fuerzas contra los Comyn: no hay que olvidar que luchaba dos guerras, una civil y otra de independencia contra los ingleses. En la batalla de Inverurie (1308), los Comyn fueron vencidos. Uno a uno todos los castillos de los que apoyaban a la familia Comyn fueron tomados y sus habitantes asesinados sin piedad. Los del Clan MacDougall, incondicionales de los Comyn, también fueron exterminados por las huestes del rey Robert. Su suerte, por fin, había cambiado a mejor.
En 1309, sostuvo su primer parlamento en St. Andrews y, al año siguiente, fue reconocido como rey por el clero de Escocia, aunque seguía estando excomulgado. Los castillos escoceses en manos inglesas fueron capturados en los años siguientes, y, por fin, Robert Bruce se vio con fuerzas para enfrentarse en batalla campal contra los ingleses, después de 8 años evitando un enfrentamiento que podía haber sido fatal ante un ejército poderoso que años antes había aplastado sin problemas al de William Wallace en Falkirk.
En Banockburn (1314) se dio el choque decisivo contra el rey Eduardo II, que mandaba a 2.000 jinetes pesados y 11.450 infantes, entre los que había miles de los temibles arqueros. Ante tales abrumadoras fuerzas, Robert sólo pudo oponer unos 7.500 infantes y 350 jinetes ligeros. En una batalla que duró dos días, los escoceses obtuvieron un triunfo sorprendente, que sólo se puede explicar que fue debido una magistral dirección por parte del rey escocés, que mandaba unas tropas entregadas a su causa.
Quizás envalentonado por los éxitos, Robert envió un ejército a Irlanda para intentar tomar la isla y formar una especie de federación de países celtas para oponerse a los ingleses, pero la aventura acabó en fracaso y murió otro hermano suyo en batalla, Edward Bruce.
El papa Juan XXII levantó la pena de excomunión que pesaba sobre Robert y, en 1328, el rey Eduardo III de Inglaterra firmó el Tratado de Edinburgh-Northampton en el que se reconocía la independencia de Escocia y a Robert Bruce como su rey. Poco después, el 7 de junio de 1329, el rey falleció después de conseguir sus más anhelados objetivos.
La historia de Robert Bruce es la de un luchador que tenía muy claro sus objetivos y que no cejó hasta conseguirlos. Arriesgó y ganó. Quizás no sea tan conocido como el legendario William Wallace, que también se la jugó, aunque fracasó y acabó siendo ejecutado de manera terrible, pero hay que reconocer que los logros de Robert fueron extraordinarios, y es visto por los escoceses como un héroe nacional.
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